Un gigantesco laboratorio natural para devolver el jaguar a Argentina
La cuenca del Iberá acoge un experimento pionero de reintroducción del mayor depredador de Sudamérica
En 1997, el conservacionista y filántropo Douglas Tompkins viajó al norte de Argentina invitado por la Agencia de Parques Nacionales del país para visitar grandes propiedades en venta. El norteamericano, fundador de marcas como The North Face o Esprit, quedó cautivado por los Esteros del Iberá, una gigantesca zona húmeda formada por los antiguos meandros del río Paraná al noreste de Argentina. Al sobrevolar el humedal, algo le llamó poderosamente la atención: estaba prácticamente vacío de vida.
Tompkins, que ya era famoso en Chile por comprar grandes terrenos en la Patagonia para protegerlos como parques, se hizo con varias estancias ganaderas en lugares estratégicos de la cuenca del Iberá. Su objetivo último, al igual que en Patagonia, era donar las tierras como Parque Nacional y recuperar la vida salvaje y la belleza perdida del humedal. Comenzó entonces una aventura que ha convertido el lugar en un enorme laboratorio natural para la recuperación de la biodiversidad, incluido un experimento pionero de reintroducción del mayor depredador de Sudamérica: el jaguar, que era abundante desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina pero está cada vez más amenazado, acosado por la caza furtiva y la destrucción de su hábitat.
“Cuando Doug [Douglas] comienza a preguntar le hacen la lista de todas las especies que se extinguieron en Iberá en el siglo XX, como el oso hormiguero, el yaguareté [así llaman al jaguar en Argentina], el tapir... Ahí se entusiasma, y ve en este lugar el potencial de ser pionero en rewilding haciendo un ensayo de restauración ecosistémica con yaguareté, a gran escala”, explica Sofía Heinonen, la directora de The Conservation Land Trust - Argentina (CLT), una de las fundaciones creadas por Douglas, fallecido hace tres años en un accidente de kayak en la Patagonia, y su esposa Kristine Tompkins.
El rewilding, que podría traducirse en español como “re-silvestrar” o “re-naturalizar”, es una de las recetas surgidas para detener la dramática pérdida de biodiversidad a escala global, que los científicos ya consideran la sexta crisis de extinción de la historia del planeta. El rewilding implica dejar trabajar a la naturaleza, recuperando sus ritmos y procesos, para sanar las heridas causadas por el ser humano. Muchas veces, como en el caso de Iberá, implica reintroducir especies que se habían extinguido localmente por la acción humana.
En Rincón del Socorro, una de las primeras fincas ganaderas compradas por los Tompkins, el equipo de CLT comenzó a recuperar las piezas que faltaban en el ecosistema del Iberá. Empezaron en 2007 con una especie carismática, el oso hormiguero gigante. Trajeron osos huérfanos, rescatados en otras provincias del norte de Argentina, los criaron a mano y los liberaron, y una década después hay más de 100 ejemplares viviendo en estado totalmente salvaje.
Además de los osos, ya han establecido en distintos lugares de Iberá poblaciones de otras especies que se extinguieron en la zona, como el tapir, el guacamayo rojo o el venado de las pampas. “Nacimos con la visión de que lo importante son los ecosistemas completos, en los que no falta ninguna especie y los roles ecológicos están funcionando”, cuenta la bióloga argentina, que llegó a Iberá en 2005 después de trabajar 15 años para la Agencia de Parques Nacionales en el norte del país.
Entre esas especies era clave reintroducir al depredador tope del continente americano, el jaguar. Al otro lado de Iberá, en otra de las fincas compradas por los Tompkins, dos cachorros de jaguar corretean y juegan en una gran instalación de cría en cautividad que comenzó a construir en 2013 la fundación. Vigilados constantemente a través de cámaras por un equipo de biólogos y veterinarios, nacieron allí en junio de 2018, y junto a su madre están aprendiendo todo lo necesario para su futura vida en libertad.
El equipo espera poder liberarlos cuando cumplan dos años, y el jaguar volvería entonces a Corrientes tras décadas de ausencia. “El yaguareté ha perdido el 95% de su área de distribución en Argentina”, explica Sebastian Di Martino, el coordinador de los proyectos de reintroducción de especies de CLT. Es el mamífero más amenazado del país: se estima que apenas quedan 200 ejemplares repartidos por las provincias del norte en poblaciones pequeñas y aisladas, con un futuro muy incierto.
Pero Arami y Mbarete –así se llaman los cachorros, con nombres en guaraní elegidos por niños de Corrientes- , y los jaguares que lleguen después, tendrían a su disposición un gran territorio salvaje con abundantes presas naturales y mínima presencia humana o de ganado. La cuenca del Iberá abarca 1.300.000 hectáreas bien conservadas, una superficie mayor que la de la región de Murcia. Desde CLT defienden que hay pocos lugares en toda América que reúnan tanto territorio apto para la especie.
Clima social
El clima social también es propicio: según una encuesta encargada por la fundación en Corrientes, más del 90% de la población de las ciudades y el 70% de los ganaderos están a favor del regreso del jaguar.
“Los mismos ganaderos que están en contra nuestra usan la imagen del yaguareté como lo más correntino, lo usan como su identidad”, incide la directora de CLT. De hecho, en restaurantes, tiendas o estaciones de autobús de la región se ven muchos carteles con el lema “Corrientes vuelve a ser Corrientes”, una campaña que ideó la fundación pero que fue rápidamente adoptada por los políticos y la población local. En los carteles se alternan fotografías de la cultura tradicional con los animales que se están reintroduciendo en Iberá, con el jaguar como protagonista absoluto.
Al mismo tiempo que preparaban el terreno para liberar los jaguares y otras especies, era necesario blindar legalmente el territorio con la máxima figura de protección existente, la de Parque Nacional. A finales del año pasado, CLT y Flora y Fauna Argentina –otra fundación creada por los Tompkins para comprar tierras en Argentina- donaron al país las 157.000 hectáreas que poseen allí, que se convirtieron así en el Parque Nacional Iberá. Sumadas al contiguo Parque Provincial, forman el espacio protegido más grande de Argentina, con un total de 700.000 hectáreas y alrededor del 30% de todas las especies de flora y fauna del país.
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