El fabuloso circo de Dior
El desfile de la firma francesa abre las presentaciones de Alta Costura en París con una reivindicación del payaso como icono unisex
Había una vez un circo, pero era distinto a los demás. La semana de las presentaciones de alta costura para la primavera-verano de 2019 en París arrancó este lunes dentro de una gran carpa circense que Dior erigió en los jardines del Museo Rodin, escenario espectacular donde la diseñadora de la histórica firma francesa, Maria Grazia Chiuri, presentó su nueva colección. En ella pareció reivindicar a las compañías de circo, ese mundo aparte en el que conviven contorsionistas, hombres bala y mujeres barbudas, en un reflejo deformante del propio universo de la moda, que tampoco va particularmente falto de freaks.
Como ya es costumbre, la nueva colección de Chiuri encontró su origen en los archivos de la marca. Su fundador, Christian Dior, solía frecuentar el Circo de Invierno, hermosa sala cubierta de la rive droite construida en tiempos de Napoleón III. Fue allí donde, un siglo después, Richard Avedon tomó la mítica fotografía en la que Dovima, tal vez la primera supermodelo de la historia, aparecía rodeada de elefantes mientras vestía un conjunto de Dior. Décadas más tarde, ese payaso triste llamado John Galliano también se introdujo en el mundo del circo para diseñar para Dior su colección del verano de 1997, aunque la troupe del gibraltareño fuera bastante más canalla que la de Chiuri, que ayer prefirió cierta languidez.
La diseñadora de Dior retomó el aspecto liviano de sus últimas colecciones para diseñar una larga serie de tutús, faldas de tul y camisas transparentes, además de segundas pieles que imprimían un tatuaje textil sobre brazos y piernas, casi remitiendo a los fenómenos de feria de otro tiempo. Mientras sonaban las sinfonías minimalistas de Steve Reich en versión remix, se vieron pasar satenes y plisados de estilo art déco, que se vestían con gorros de aviadora y pequeños tocados de rejilla. También chaquetas de domador y vestidos que parecían salir de un taller de papiroflexia avanzada. Los colores, al margen del uso abundante del blanco y el negro, fueron tonos arenosos inspirados en los decorados del ballet Parade, que Picasso realizó en 1917 junto a otro gran apasionado del circo como lo fue Jean Cocteau.
Chiuri nunca desaprovecha la ocasión de dotar sus colecciones de un subtexto teórico. La de ayer parecía recordar que el mundo circense fue un lugar donde la equidad entre géneros era factible, ya que estas compañías itinerantes solían ser lugares en los que no imperaban las reglas del juego social. “El circo es presentado como un espacio de inclusión en el que el payaso, en su dimensión andrógina y asexuada, se convierte en la expresión de una igualdad posible”, rezaban las notas del desfile. Para la diseñadora italiana, la acróbata es la mujer emancipada por excelencia y el payaso, prácticamente un icono unisex. De hecho, su colección estaba inspirada en una frase de un ensayo sobre el atuendo del payaso blanco, a cargo de la antropóloga Sylvie Nguimfack-Perault: “¿Es un hombre o una mujer? Ni una cosa ni la otra: es un payaso”.
El desfile de Dior también pareció un concierto de feminidades distintas. Arrancó con una performance de Mimbre, compañía británica formada solo por mujeres. Y terminó con una de sus integrantes, una acróbata negra con enanismo, que seguía el paso de las espigadas modelos que lucieron los diseños de Chiuri, en lo pareció un sutil guiño a la aceptación de los cuerpos no normativos.
El mundo del circo también fascinó a Elsa Schiaparelli, pero su heredero al frente de la firma que la modista fundó en 1927 prefirió seguir ayer otros caminos. El diseñador Bertrand Guyon, al frente de la marca desde hace varias temporadas, abogó por vestidos de hadas y ninfas llenos de estrellas y signos zodiacales, otra de las pasiones de Schiaparelli desde su infancia, cuando solía imaginar la inmensidad del universo desde el observatorio de su tío astrónomo. En su colección hubo prendas llenas de fantasía y toques de obligatorios de excentricidad, como faldas de tul y organza, chaquetas bordadas y vestidos de tipo péplum, además de prendas inesperadas como capuchas de crisálida, faldas globo en plumas violetas, túnicas de aire renacentista y botas de cowgirl, que vistió la modelo Farida Khelfa, musa de Gaultier en los ochenta, que ayer regresó a la pasarela.
También se inspiró en los cuerpos celestes la joven diseñadora holandesa Iris Van Herpen para su nueva colección de alta costura. Una vez más, bajo el signo del futurismo y la vanguardia. Su propuesta está compuesta por vestidos tridimensionales realizados con tecnologías punteras, con el concurso del artista Kim Keever, antiguo ingeniero de la NASA que experimenta lanzando pigmentos de colores en el agua. El resultado fue una serie de plisados gráficos en tonos degradados de azul y naranja, que dibujaban siluetas que parecían salidas de otro mundo. Por si aún había dudas, ayer quedó claro que la moda es una parada de monstruos como otra cualquiera.
Asia Argento, modelo de excepción
La actriz italiana Asia Argento se convirtió ayer en invitada de honor de la pasarela de París al desfilar como modelo en la presentación de la nueva colección del diseñador Antonio Grimaldi. Argento cerró su desfile vistiendo un modelo blanco de crepe y plumas de avestruz. “Me siento muy honrado de que Asia, una artista a la que siempre he admirado, haya aceptado desfilar para mí”, dijo Grimaldi, señalando que la personalidad “anticonformista” de Argento la convertía en la mejor embajadora de una colección inspirada en el mito griego de Ariadna, “metáfora de una mujer contemporánea y llena de amor”.
La actriz italiana fue una de las primeras en acusar públicamente al productor estadounidense Harvey Weinstein al denunciar que el magnate la violó en una habitación de hotel en Cannes en 1997, cuando ella tenía 21 años. Se convirtió entonces en una de las portavoces del movimiento Me Too, hasta que fue acusada, a su vez, de agresión sexual por el actor Jimmy Bennett.
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