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Lea Garofalo, la esposa del capo que se divorció y organizó la revolución contra la mafia calabresa

'Las buenas madres', de Alex Perry, cuenta la historia de varias mujeres, las únicas que han podido (y querido) plantar cara a la 'Ndrangheta

Funeral de Lea Garafalo, el 19 de octubre de 2013, en una de las imágenes que incorpora el libro de Alex Perry.
Funeral de Lea Garafalo, el 19 de octubre de 2013, en una de las imágenes que incorpora el libro de Alex Perry.Marco Aprile / Nur Photo (Corbis / Getty)
Toni García

En Calabria existe una expresión para aquellos que la mafia hace desaparecer sin dejar rastro: “lupara bianca” [escopeta blanca]. Esta forma de ocuparse de los chivatos, los enemigos o los incómodos, afecta sobremanera a las mujeres que por una u otra razón se cruzan con el crimen organizado. Tal y como cuenta en Las buenas madres (Ariel. 2019), Alex Perry, las únicas que han podido (y querido) plantar cara a la 'Ndrangheta tienen rostro femenino. Son sus madres, sus esposas, sus vecinas y sus hijas, y han vencido al miedo para acabar —en muchas ocasiones— fundidas a negro, en una oscuridad que no permite saber nada más de ellas.

Lea Garofalo.
Lea Garofalo.

Perry, un periodista de la revista New Yorker, ha dedicado años a excavar en la historia de una región aparentemente pobre, pero en la que viven 141 familias que se calcula que controlan gran parte del tráfico de cocaína y heroína europeo y blanquean decenas de miles de millones de euros, ya sea de sus propias actividades o de las otras mafias, como la rusa. Los tentáculos de la 'Ndrangheta abarcan los cinco continentes y controlan miles de comercios, empresas y tapaderas de todo tipo y pelaje. Sus orígenes son inciertos, pero nadie duda de su inmenso poder y del silencio que reina a su alrededor. Sin embargo, en la última década, las mujeres han capitaneado una revolución que ha hecho mella en una sociedad acostumbrada a ejercer de mono de Confucio: nadie oye o ve nada. Y el que lo ve, calla.

Las buenas madres escoge como núcleo narrativo y conceptual la historia de Lea Garofalo, la esposa de un capo de la mafia calabresa, que cansada de aguantar humillaciones y consciente del hecho de que nada cambia por sí mismo, decide abandonar a su marido y empezar a colaborar con la fiscalía antimafia. La decisión conllevaba una sentencia de muerte. De eso Garofalo fue plenamente consciente cuando comenzó su relación con Alessandra Cerreti, la poderosa fiscal, una mujer que creció en una Sicilia asediada por los asesinatos propiciados por mafiosos o las matanzas entre los propios integrantes de los distintas facciones de los sindicatos del crimen organizado. Cerreti indaga en la desaparición de Garofalo y por el camino se pregunta qué empuja a los calabreses de la 'Ndrangheta a eliminar con fiereza (incluso más de la acostumbrada) a sus esposas o sus hijas, como si nadie pudiera ser peor enemigo que ellas.

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El autor, que ha indagado en la mafia de un modo casi intimista, hace algo más que contar la historia de Garofalo, Maria Concetta Cacciola o Giuseppina Pesce, mujeres que lo arriesgaron todo por aspirar a algo mejor, ya fuera libertad, verdad o justicia. Perry desmonta la presunta invulnerabilidad de un sistema en el que disentir significa perder la vida, literalmente.

La 'Ndrangheta siempre había confiado en sus invenciones. Y una de sus invenciones más importantes era que no se podía plantar cara a la 'Ndrangheta. Y mucho menos una mujer", apunta el libro. "Lea Garofalo, Giuseppina Pesce y Maria Concetta Cacciola habían desenmascarado esa mentira. la reacción de la 'Ndrangheta había sido implacable: las mujeres debían morir. Y sus historias debían volver a escribirse”, cuenta Perry.

La mafia calabresa lograba que algunas se retractaran, asustaba a las demás y mantenía con las mujeres que formaban sus familias una relación como la que un negrero mantiene con su esclavo. Para Perry, y en términos puramente teóricos, no existe una diferencia visible entre el modo en el que el fundamentalismo islámico trata a las mujeres y la manera en la que la 'Ndrangheta hace lo propio: ninguna mujer puede moverse por sí misma, siempre deben acompañarlas hombres; muchas son maltratadas habitualmente y no tienen ni voz ni voto en su propia casa; hacer preguntas de más o no transigir puede costarles la vida. A pesar de ello, insiste el autor, nadie ha hecho más en los últimos tiempos por destruir el andamiaje criminal que sostiene a la mafia que las mujeres de Calabria. Nadie ha luchado tanto, perdido tanto y resistido tanto como ellas.

Marisa Garofalo, la hermana de Lea Garofalo, en la plaza Beccaria de Milán durante el funeral.
Marisa Garofalo, la hermana de Lea Garofalo, en la plaza Beccaria de Milán durante el funeral.Nur Photo (Corbis / Getty)

El 19 de octubre de 2013, miles de personas rindieron homenaje a Lea Garofalo en Milán. Centenares de calabresas acudieron por su cuenta al acto. Al acabar, una mujer, esposa de un capo de la 'Ndrangheta, se presentó en una comisaría de la policia italiana. Quería declarar contra su marido. “Lea me ha enseñado a ser valiente. Lea me ha enseñado a tener coraje”.

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