Trump irreversible
El muro de Berlín quería evitar la huida de la dictadura, mientras que el muro de Trump pretende evitar la huida de la miseria
Trump se irá o le echarán, pero el trumpismo se quedará. Al menos una buena parte, incluso la más sustancial. Lo hará si consigue levantar el muro de 10 metros que borrará de un plumazo el icono de la Libertad celebrada en la entrada del puerto de Nueva York. Trump será como Honecker, sin muchas diferencias. Uno era para evitar la huida de la dictadura, mientras que el otro será para evitar la huida de la miseria.
Nada volverá a ser como antes, ni siquiera si, más pronto que tarde, llega un presidente demócrata e izquierdista a la Casa Blanca. La semilla está sembrada, y creciendo, como se está viendo en todas partes. Europa está regresando al tiempo anterior a 1917, fecha en que empezó el compromiso de Estados Unidos con el viejo continente, cuando las rivalidades nacionales, el racismo, el militarismo y el extremismo, nuestros vicios más ancestrales, nos estaban hundiendo en el desastre.
No fue Trump quien trajo las señales exactas de este futuro, tan inquietante como nuestro pasado, pero con Trump se han disparado las sirenas de alarma. Ya no hace falta esperar más para darse cuenta de lo que está ocurriendo, después de las rupturas unilaterales del pacto nuclear con Irán, del acuerdo climático de París o de la coalición de 68 países que combatía al Estado Islámico en Siria. La próxima jugada, que no tardará, dejará a la OTAN al pie de los caballos. Los viejos aliados europeos de siempre ya no cuentan, solo suscitan desprecio en la Casa Blanca.
La idea es tan simple como eficaz: quien quiera seguridad que se la pague entera de su bolsillo. Para que quede bien claro, Trump se ha deshecho del equipo entero de militares que le aconsejaban, buenos profesionales, intelectualmente muy preparados, conocedores de la historia, apegados al honor, a la palabra dada y a los pactos, y leales con los amigos y aliados con los que han trabajado durante toda su carrera.
El actual presidente es la negación de todas estas virtudes y la única consecuencia de lo que está sucediendo la dedujo Merkel con sus buenos reflejos poco después del relevo en la Casa Blanca: “Los europeos debemos hacernos cargo de nuestro destino”. Si queremos seguir viviendo en paz y seguridad, debemos asumir, por primera vez en los últimos 70 años, nuestras responsabilidades enteras y en solitario como europeos, ya que es imposible que las podamos asumir solo como españoles, franceses o alemanes. Esta también es la lección del muro de separación con el que Trump quiere aislarse del mundo.
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