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Columna
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¿Y un regreso a la realidad?

Hay una inercia que relega los hechos a las emociones de modo que la verdad resulta irrelevante

Teodoro León Gross
Teodoro García Egea y Juan Manuel Moreno, del PP, y Javier Ortega Smith y Francisco Serrano, de Vox, durante la firma del acuerdo de investidura.
Teodoro García Egea y Juan Manuel Moreno, del PP, y Javier Ortega Smith y Francisco Serrano, de Vox, durante la firma del acuerdo de investidura.PACO PUENTES (EL PAIS)

La política española parece acomodarse, cada vez más, lejos del principio de realidad. Hay una inercia que relega los hechos a las emociones; de modo que la verdad resulta irrelevante. Esta misma semana, tras festejar el triple acuerdo andaluz, proclamaba García Egea: “En 100 días Juanma Moreno va a hacer mucho más por Andalucía de lo que ha hecho el socialismo en estos 36 años”. Colosal. Por supuesto, los precedentes cercanos de gobiernos del PP en Castilla-La Mancha o Extremadura no van a disuadirle de sostener que Andalucía, de aquí al 26 de abril, vaya a convertirse en Baviera y además con age. También el presidente, sin la coartada del futurible, sostenía esta semana que “tras siete meses de Gobierno socialista, España es más igualitaria, justa, feminista, democrática, europeísta, avanzada e innovadora”. Ahí es nada, en siete meses… y sin presupuesto. Se dirá, claro, que sólo es retórica propagandística. También lo es inventar 67 niños asesinados por sus madres para cuadrar un argumento. Este es el quid: la invitación a que lo irreal fluya con naturalidad.

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El principio de realidad fue acuñado por Freud al establecer los dos principios opuestos que rigen el funcionamiento mental: el principio de placer busca la satisfacción inmediata de nuestros instintos y necesidades; y, por el contrario, el principio de realidad actúa como principio regulador que somete la búsqueda de la satisfacción a las condiciones impuestas por el mundo exterior. El principio de placer va por vía directa; y naturalmente es tentador proclamar —y para muchos escuchar— que España ha llegado a ser, de la moción contra Rajoy a hoy, un vergel de progreso; o que en Cataluña hay una República sojuzgada por un Estado represor, extrañamente incluido entre las democracias plenas del planeta por The Economist, con presos políticos; o que en Andalucía no hay un pacto parlamentario a tres bandas que integra a la extrema derecha; o que los presupuestos presentados ayer servirán para dejar atrás “el pasado en blanco y negro”. Alguna responsabilidad también toca al periodismo.

Esto es lo que permite a Casado, cada vez más ultramontano, sostener ante los suyos, sin temor a dar el efecto de un monólogo cómico, que “el PP es el único partido que está en el centro, que puede pactar con la derecha y con la izquierda manteniendo nuestros principios y valores; los de siempre”; o a Rivera sostener que el pacto con Vox “no me compromete” aunque no puedan gobernar sin ellos; a Sánchez acusar a los demás de negociaciones oscuras; a Echenique decir que “hacer política con el enfrentamiento es miserable”; a Susana Díaz creer que aún existe el susanismo ufanándose de que “ganar 36 años después tiene una fortaleza enorme”; o a los dirigentes andaluces del PP, ante la tutela humillante desde Madrid, proclamar “tutela no, perfecta coordinación”. Esto es lo que hay. Y semejante desconexión política de la realidad es impensable si no está tolerada por la sociedad y, demasiado a menudo, por los medios. Renunciar a la realidad es el mejor caldo de cultivo de los populismos deteriorando la cultura democrática.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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