Este cinismo peligroso
Sánchez se mueve en terreno peligroso, pero no ha hecho una concesión más allá de las líneas rojas. Eso sí, ¿a quién le importa la verdad?
Aunque la política sea teatro, puro teatro, incluso estudiado simulacro como cantaba La Lupe y a su manera Baudrillard, desde la izquierda se sobreactúa al exigir a Ciudadanos y Partido Popular, pero sobre todo a Ciudadanos, que se martiricen por gobernar con la extrema derecha. Por supuesto Ciudadanos se resiste a ese planteamiento con un argumento consistente: ellos no gobiernan con Vox sino con el PP, tras un pacto sensato, aunque la investidura requiera el apoyo de Vox. Y esto es técnicamente cierto, al menos hasta ahora. Sin embargo, se enfrentan con algún escollo importante para hacer valer esa tesis. Y el principal problema para la defensa de Ciudadanos está en… ¡el discurso de Ciudadanos!
Desde la moción de censura, ellos acusan día a día a Sánchez de “gobernar con populistas, golpistas y amigos de ETA”. Los dirigentes de Ciudadanos, como la nomenclatura del PP, acusan sistemáticamente a Sánchez en cada sesión de control, en cada rueda de prensa. Lo hace Rivera (“Su único objetivo es ocupar la Moncloa junto a independentistas y populistas”) como Casado, la propia Arrimadas, y por supuesto Teodoro García Egea, que define al presidente como “preso político de los independentistas”, demostrando la inagotable cantera del PP para dar relevos a los hernandos y pujaltes. Es el gran mantra en la derecha desde la moción. En puridad, Sánchez no gobierna con los independistas y ni siquiera con Podemos; preside un gabinete solo del PSOE. Eso sí, a la hora de sumar mayorías, como corresponde a un sistema parlamentario, busca apoyo ahí. Si por ello, o a pesar de ello, lo acusan a diario de “gobernar con populistas, golpistas y amigos de ETA”, ¿no se debe concluir que Ciudadanos y PP van a gobernar con la extrema derecha?
A Ciudadanos se le está dando exactamente de su misma medicina, con la misma lógica: si sumas con ellos, significa que gobiernas con ellos. En rigor, no es así. El programa andaluz de Ciudadanos y PP es moderado e interesante, y no está impregnado por Vox, salvo que estos logren modificarlo. Pero es igualmente falso sostener que Sánchez es un “traidor” que “ha vendido España”; porque, al menos hasta ahora, nada de eso ha sucedido. Sánchez se mueve en terreno peligroso, pero no ha hecho una concesión más allá de las líneas rojas. Eso sí, ¿a quién le importa la verdad?
Se ha impuesto la táctica de desgaste acelerado. Y claro, por las mismas, Echenique acusa a PP y Ciudadanos de “negociar el gobierno de Andalucía con los cómplices de los violadores y los asesinos”. Los extremismos se realimentan. Y los grandes partidos institucionales parecen no entender el daño de esta estrategia. Con ese cinismo mutuo, despreciando la realidad para sacar tajada rápida, favorecen a los populismos antiestablishment. A Vox se le está engordando como a Podemos antes. Y tal como advertía Woodward sobre Trump, no se puede combatir el populismo con eslóganes populistas, sino con la verdad. Entretanto, es perentorio devolver la lógica parlamentaria a la racionalidad: hay que negociar mayorías, también con nacionalpopulistas; lo censurable podrá ser lo pactado, no pactar para legislar.
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