Tahar Ben Jelloun encuentra las palabras para contar ‘El castigo’
El escritor marroquí presenta en Madrid su último libro, un relato autobiográfico traducido por Malika Embarek
En marzo de 1965 Tahar Ben Jelloun era un joven estudiante de filosofía de apenas 20 años que, en plena época del twist y del rock, lucía pelo largo. Apasionado del cine y de la poesía estaba enamorado de los pies a la cabeza de una muchacha y junto con otros estudiantes no dudó en salir a la calle, en una manifestación pacífica, para luchar “contra la injusticia, la represión y la falta de libertades”, se lee en las páginas de su último libro, titulado El castigo (Cabaret Voltaire) y traducido por Malika Embarek. El escritor marrroquí acaba de presentar este relato autobigráfico que parece una novela, en el Instituto Francés de Madrid.
Gobernaba Hasan II y su ejército reprimió la marcha a sangre y fuego. Después vino el castigo. Un año más tarde recibió una citación para presentarse en El Hayeb, un campamento. La excusa era realizar el servicio militar. En realidad, se trataba de un disfraz y tras el mismo los “94 castigados del rey”, como se les conocería en adelante, sufrirían 19 meses de confinamiento en unas condiciones terribles bajo una brutal disciplina militar.
Hay muchas imágenes en el último libro de Ben Jelloun, primer escritor magrebí en ganar el Goncourt, que impactan. Lo anterior lo logra utilizando un estilo sencillo que no necesita demasiados adornos para contar su historia, narrada en presente. El escritor nos hace sufrir sus visicitudes desde que el momento en el que le llevan frente al sargento Aqqa que le grita sus intenciones: hacer de él un soldado, hasta la estancia en Ahermumu, la escuela militar. La prosa elegida nos engulle en los escenarios que el joven idealista comienza a penetrar; con él somos vapuleados por los olores a sudor y a humanidad, comprobamos aterrados la presencia de las ratas que aparecen por todas partes y nos produce desolación la amenaza constante de muerte que se cierne en torno a estos estudiantes que un día salieron a protestar. Es un castigo físico evidente y un castigo psicológico el que obliga a la sumisión, a la obediencia, a saberse en el límite del precipicio y, al tiempo, el que aparta de aquellos a los que se quiere y de toda una vida anterior.
“Han pasado 50 años desde que ocurrieron estos hechos que son nuevos tanto para mis lectores como para los marroquíes. En mi país se conocía todo lo referente a los presos de Hasan II pero nada en referencia a lo nuestro, que fue anterior, ya que fue un servicio militar disfrazado y así fue como nadie tuvo noticias de la verdad”, explica el escritor en una entrevista. “Si no lo saqué antes fue porque no pude, no porque hubiera algún tipo de prohibición de escribir, no, al principio solo quería olvidarlo porque sufrí muchas secuelas a raíz de aquellos meses, aún hoy padezco de insomnio…” continúa Ben Jelloun. Así fue como para poder liberarse de aquellas imágenes, olores y voces teñidas de horror acabó sacándolo fuera.
Por las páginas de El castigo aparecen libros, sobre todo el Ulises de James Joyce, que le hizo llegar su hermano ante su petición de lectura y que fue elegido por su tamaño, pero también salen decenas de películas. “Siempre me ha gustado mucho el cine, ante todo el norteamericano- aclara -También he tenido tendencia a soñar con relaciones imaginarias con actrices como Natalie Wood o Ava Gardner. Mientras la poesía es real, el cine es pura fantasía. Pero ambos ayudan a continuar”. De hecho, se aprecia la influencia que este arte ha tenido en El castigo, “es cierto que la técnica del cine la he llevado a mi narrativa, me gusta reflexionar con imágenes”, afirma.
El 28 de enero de 1968 el joven regresó, por fin, a casa. Quedaba por delante el duro camino de la readaptación y aún una última sorpresa. Tres años después, siendo ya profesor, recibe una nueva citación para presentarse en El Hayeb otra vez. Ante dicha situación, toma la decisión de no acudir y marcharse del país. Decide seguir los pasos necesarios para no levantar sospechas cuando, junto con dos represaliados, se encuentran con el comandante Ababu. Este les dice, para su estupor, que van a recibir una sorpresa. Es entonces cuando “mi pequeña historia personal se confundió con la historia con mayúsculas al ocurrir el golpe de estado de 1971 contra Hassan II”, explica el escritor.
Ben Jelloun rescata en este punto de la entrevista una escena del libro en la que se narra una reunión en casa de Ababu al que acudió con otros dos compañeros: “aquel momento lo viví con miedo, ahora entiendo que tenían ya planeado el golpe de estado”, afirma. “Aquellos mismos oficiales bajo los cuales habíamos permanecido 19 meses fueron los artífices del mismo”, Ben Jelloun se estremece al recordarlo, “los conocía mejor que nadie, sabíamos de sobra qué tipo de personas eran… si hubiera triunfado el golpe habría habido un baño de sangre. Hubiera sido terrible. La Monarquía unió a las tribus y ellos habrían hecho todo lo contrario”. Pero, además, es consciente de que se libró de haberse convertido en uno de los golpistas y acabar ejecutado.
Tras los 564 días de cautiverio salió, sin embargo, un escritor que no guardó rencor por lo pasado. Tampoco volvió a saber nada de ninguno de los 92 represaliados, “excepto de uno que me encontré por casualidad. En el campo no había relación, ningún tipo de solidaridad”. Ante las razones últimas que ha tenido para sacar a la luz esta historia, comenta que “este libro lo he escrito para liberarme, pero también para que los jóvenes de 20 años conozcan que ahora la vida no es como antes y vean la diferencia”. El Marruecos actual es un país que funciona bien, opina, a pesar de problemas puntuales como la corrupción, pero el islamismo provoca una situación paradójica de estancamiento, que Ben Jelloun achaca a la incompetencia de los lideres islamistas.
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