Ben Jelloun: “Hay que mantener el misterio para seguir amando”
El escritor marroquí y premio Goncourt ofrece en su nueva novela una cruda narración a dos voces de las relaciones conyugales
Esta es una historia contada por dos personas, en dos partes separadas de una novela que pertenece, aunque le cueste reconocerlo, también a la narración personal de Tahar Ben Jelloun (Fez, 1944). Y es la de los grandes dramas, la de las pequeñas erosiones que componen un matrimonio que no se rompe, pero que ya está roto en mil pedazos. “Porque el amor es frágil; siempre hay muchos obstáculos que lo amenazan”. Ben Jelloun, premio Goncourt en 1987 por La noche sagrada, se sienta en una esquina de un enorme salón de la Casa Árabe de Madrid para hablar de su nuevo trabajo, La felicidad conyugal (Alianza), y en sus palabras transpiran las contradicciones que llevan impresas las relaciones humanas y el ser humano mismo. La diatriba de la versión y qué representa: el marido habla del tormento de su relación pero a él se enfoca una tercera persona en la novela. La mujer emplea la primera para descerrajar todas sus quejas, como tiros, a un hombre al que llama “Fulán”; el hombre jamás la nombra; sí lo hace con todas aquellas que han pasado por entre sus sábanas. El título es una paradoja en sí.
Un cambio en la sociedad marroquí, a raíz de la reformulación del código civil por parte del rey Mohamed VI, fue el hecho que capturó la imaginación del escritor: las mujeres podían solicitar el divorcio sin la mediación de tutor alguno, de un hombre. “Ha habido un gran aumento de separaciones. He visitado tribunales de familia, y me ha impresionado el número de mujeres liberadas”, explica este escritor, el autor francófono más traducido en la actualidad y que en su último trabajo La primavera árabe (Alianza) repasa las revoluciones en Tunez, Libia o Egipto. Así, parecía inevitable contar lo que estaba sucediendo. “Soy un novelista que da testimonio de su época”, casi se justifica. El problema es que la ley no se encuentra acompasada a un cambio de mentalidad “que se ancla a la tradición” porque los hombres, afirma, no están contentos.
En La felicidad conyugal, un artista de éxito se ve inmovilizado por un accidente vascular, que lo convierte en un ser completamente dependiente. Entonces, cuando ni puede sujetar un pincel, reflexiona sobre su existencia y sobre la cárcel en la que se ha convertido un matrimonio que vivió dos intensos años de amor. Los dos primeros. Pero Ben Jelloun prefiere no detenerse en el dato casi científico, o en cualquier argumento que se refiera a instituciones perversas o a la inevitabilidad del fracaso. Él prefiere ampararse en razones más sociológicas. “A través de la historia de esta pareja hago un análisis también de la sociedad que provoca el descalabro. Las familias, al menos en Marruecos, Grecia o el sur de Italia, adoptan un papel abusivo, intrusivo”.
Las familias, al menos en Marruecos, Grecia o el sur de Italia, adoptan un papel abusivo, intrusivo
“La perversidad no viene de los individuos en el caso del libro, sino en la sociedad que deja de lado el amor y privilegia la institución, que se convierte en una estructura que encierra a la persona”, prosigue Ben Jelloun, que mezcla un discurso serio con un tono más ligero, casi juvenil, a juego con los pantalones vaqueros que viste y unos ojos risueños. Llama la atención sin embargo que el choque de trenes que ha preparado el autor para la pareja protagonista de La felicidad conyugal viene también propulsado por profundas diferencias culturales y de clase. “Uno puede ser del mismo país y ser muy distinto. En Marruecos esa contraposición es más fuerte porque uno no se imagina que haya tanta diferencia entre el norte y el sur...”. En la novela, el artista procede de una familia adinerada y urbana, mientras que su esposa es bereber, y creció en un contexto rural. Aquí hay una coincidencia con la propia biografía de Ben Jelloun, que se separó de su mujer, también perteneciente a esta etnia, y que admite esta circunstancia como soporte de su creación literaria.
“Al principio el amor reconcilia pero después no dura, es muy frágil, puede ser matado por pequeños detalles de la vida cotidiana, por eso para vivir juntos hay que hacer tantos esfuerzos para respetar al otro y que te respeten. Es esencial convencer a la otra persona de que hay dominios de soledad, de secreto,… a los cuales no tiene acceso”. Este, asegura, es uno de los grandes fallos cuando se concibe la vida de una pareja, “aspirar a una transparencia total”. “No sirve de nada saber todo del otro, hay que continuar con el misterio para seguir amando”.
Woody Allen decía que la felicidad conyugal estriba en tener dos cuartos de baño. Yo creo que son necesarias dos casas
El hombre tiene más voz en La felicidad conyugal; la mujer grita más alto. “Siempre estoy más del lado de la mujer, y a ella le he dado un estilo muy nervioso, muy seco; porque es una guerrera”, dice sin embargo el autor. Llama la atención la historia narrada por Amina, la atractiva joven que cuida del artista, y de la cual este se enamora. A modo de Las mil y una noches, que junto con El Quijote Belloun considera influencias clave en su hacer literario, ella cuenta la historia de una mujer que, con tal de dominar a su marido, decide devorarlo; lo vomita a su antojo, y este le responde siempre obediente. No parece aquí que Ben Jelloun se ponga de parte de la mirada femenina. "Es así siempre ¿no? Hay mujeres que son muy fuertes, muy potentes, el hombre tiene que pertenecerle, poseerlo, tiene que ser un objeto entre sus manos...".
La juventud se alarga —o al menos la esperanza de vida, los años que ofrecen posibilidades—. “Ahora se pueden vivir no una, sino varias historias de amor”. Desestructuración y recomposición. En cualquier caso, la cosa parece mucho más simple si nos atenemos a los conflictos espaciales: “Woody Allen decía que la felicidad conyugal estriba en tener dos cuartos de baño. Yo creo que son necesarias dos casas. ¡Pero para esto hay que ser rico!”.
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