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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa en su espejo

Para vencer al populismo, la UE necesita más afán reformista que el de la cumbre

Vista general de la reunión de la segunda jornada de la cumbre de la UE, el 14 de diciembre en Bruselas.
Vista general de la reunión de la segunda jornada de la cumbre de la UE, el 14 de diciembre en Bruselas.STEPHANIE LECOCQ / POOL (EFE)

Ha servido la reciente doble cumbre europea (Consejo Europeo y Eurogrupo de jefes de Gobierno) para mejorar el estado político de la UE y, en consecuencia, el pulso del europeísmo democrático frente a los populismos, ante las elecciones continentales del 26 de mayo? La cuestión es pertinente. Porque en la práctica esta ha sido la última cumbre operativa antes de la campaña. Y porque era esta una ocasión de lanzar políticas que dobleguen el mensaje catastrofista de los ultras.

La respuesta es, en la mejor de las hipótesis, solo ligeramente positiva, con apenas un aprobado raspado. En el asunto más candente —la negociación del Brexit—, los Veintisiete han vuelto a patentizar una cohesión interna envidiable, sin fisuras, lo que es muy notable en una organización sometida a todo tipo de vendavales, a los que muchas veces no responde con la determinación requerida.

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Pese a ello, han reafirmado algo esencial para toda comunidad de derecho que se quiera digna: el principio de que hay que honrar los acuerdos alcanzados (pacta sunt servanda) antes de reabrir sus términos en busca de mejoras. Aunque cabalguen sobre la eventual angustia ante el abismo de un Brexit sin acuerdo.

Así que, ante la ausencia de garantías de Theresa May de que el pacto será aprobado por su Parlamento —la realidad apunta a lo contrario—, apenas si se han realizado concesiones retóricas. Lo que, aunque todo en este asunto sea volátil e imprevisible, refuerza a los partidarios de convocar un nuevo referéndum que reconsideren la funesta retirada de Reino Unido.

En el capítulo del reforzamiento de la arquitectura de la unión monetaria para prevenir nuevas crisis era donde se jugaba la baza principal sobre la que enviar un mensaje de confianza y credibilidad a los desengañados, aparcados o arrojados a la cuneta desde la Gran Recesión. Un mensaje que sirviese para sustentar el impulso europeísta, democrático y social, ante las elecciones, que los ultras pretenden capitalizar.

Y ahí el balance es menos evidente. Es cierto que se han producido avances, pero en todos los casos acompañados de fuertes limitaciones. Así, la Unión Bancaria (UB) contará finalmente con su segundo pilar, un fondo de resolución y rescate creíble, que hará menos gravosas las crisis financieras, sobre todo para el contribuyente, su pagano habitual, algo a no desdeñar. La exclusión de toda mención al fondo de garantía de depósitos (tercer pilar de la UB, incluida la ya existente supervisión común), incluso en el documento de conclusiones, emborrona su alcance, justo en un aspecto que interesa mucho al ciudadano común: el aseguramiento de sus ahorros durante las crisis.

Es cierto que el mandato para un inminente proyecto de presupuesto de la zona euro resulta muy estimable, dado el mal momento político de alguno de sus impulsores, como el presidente francés, así como la dureza obstaculizadora del frente de rechazo hanseático. Pero la ausencia de precisiones sobre su capacidad inversora o el aplazamiento del debate sobre la inclusión de un seguro de desempleo comunitario en ese presupuesto deslucen la capacidad de usar este apreciable resultado en el envite electoral contra los populismos ultras. Se necesita más madera.

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