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Nacho Vegas interpreta ‘Ser árbol’ de su último disco ‘Violética’

LAS CANCIONES pueden ser árbol. De vez en cuando, desarrollan infinitas ramificaciones y alturas. Hay estrofas que se asientan simplemente en la superficie, sin despertar ni una sola emoción. Otras, sin embargo, consiguen crecer fuertes, hacia arriba, hacia abajo, brotando de ellas sólidas raíces o ramas.

En ocasiones, los versos resultan como hojas caducas, duran un soplo de viento. Pero los más fuertes logran sobrevivir a lo largo de las estaciones o se activan con un recuerdo. Este tema de Nacho Vegas, de su último disco Violética, es árbol, y no por su título —Ser árbol—, sino por el entramado de interpretaciones sugeridas.

Es un árbol lleno de pájaros cantores, como la mente de Violeta Parra. Bajo la voz, bajo la guitarra que acaricia, parecen murmurar muchas voces. Está la voz que te convierte en árbol con esa feliz sensación de estar más cerca del cielo o de la tierra. La ilusión de materializar el ascenso en compañía del otro, de otros árboles, de quererse “en lo bello y lo salvaje”.

También muestra el “bosque” en su conjunto: habrá que “inventar nuevas formas de respirar”, resistir en colectivo, aferrándose a la tierra.

La identidad propia, la popular, la modernidad, la tradición, el campo, la ciudad, todo está en la canción sin género del artista.

La interpreta para Malditos Domingos con una ternura terriblemente cruel. Quizás se antoje así porque desnuda nuestra propia “sombra” de “árbol seco”.

Un árbol es memoria, descanso, refugio, un vínculo entre pasado y presente. Si lo árboles hablasen de los años vividos, de los errores repetidos, se haría el silencio. No obstante, como no pueden expresarse, a veces se suicidan por pena, para volver al origen, a la naturaleza. Y una vez, cada cierto tiempo, resucitan en una canción.

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