Veintisiete mujeres y una Constitución
La contribución de las diputadas y senadoras de las cortes constituyentes no ha sido reconocida suficientemente
Veintisiete mujeres formaron parte de las Cortes constituyentes: Soledad, Pilar, Carlota, María Dolores, Virtudes, Asunción, María Victoria, Carmen, Dolores, María, Rosina, Marta Ángela, Mercedes, Dolores Blanca, Elena, Palmira, María Teresa, Ana María, Inmaculada, Esther Beatriz, Nona Inés, Juana, Gloria, Amalia, María Dolores, María y Belén. Diputadas y senadoras que, junto a sus señorías varones, asumieron el mandato de elaborar una Constitución para una España democrática. Ninguna formó parte de la ponencia que preparó el anteproyecto constitucional. Los que tuvieron ese privilegio, “los padres de la Constitución”, siempre han contado con el reconocimiento y agradecimiento de la sociedad, por un trabajo ejecutado con pericia técnica y astucia política. La contribución de ellas, sin embargo, no es conocida, ni reconocida suficientemente. Más bien al contrario. Su participación en un momento político exitoso para la historia reciente de España ha sido ignorada. Como si no hubiera tenido lugar.
Las diputadas y las senadoras de aquellas Cortes constituyentes fueron plenamente conscientes de la responsabilidad que asumían al trazar la arquitectura jurídica de un Estado social y democrático de derecho. Para ellas, la elaboración de la Constitución encarnaba la responsabilidad de tomar parte en un esfuerzo compartido encaminado a hacer de España un espacio apto para la convivencia entre diferentes. En ese contexto, parece razonable imaginar los sentimientos de aquellas mujeres que ocuparon sus escaños entre 1977 y 1979. Hablan de miedo, preocupación, compromiso o incredulidad. También de fortaleza y determinación para cumplir con un propósito que suscitaba esperanza y exigía altas dosis de generosidad. El documental que Oliva Acosta dirigió en 2011, Las Constituyentes, recoge testimonios emocionalmente intensos y, desde la perspectiva del femenino plural, particularmente valiosos.
La conmemoración del aniversario de la Constitución el 6 diciembre se convierte, a mi juicio, en la ocasión perfecta para saldar la deuda que hemos contraído con ellas. Es la última oportunidad de reconocer todo lo que representaron. Téngase presente que hablamos de mujeres que, desafiando las lógicas de la época, tuvieron el arrojo de presentarse a unas elecciones clave y la responsabilidad de contribuir al proceso de convertir a España en una democracia homologable.
Ellas son el testimonio de algunos de los logros obtenidos. Con todo, el escaso papel que la narrativa de la transición les ha otorgado simboliza también aquello que queda por hacer. Por eso, y por las debilidades que evidencia el sistema, es necesario que una nueva generación de mujeres y hombres impulsen con idéntica valentía los cambios constitucionales pertinentes. Tal iniciativa no resolverá milagrosamente nuestros problemas, pero servirá para (re)construir lugares de encuentro entre españoles, desde los que acordar la renovación de un proyecto de país que necesita ganar atractivo y capacidad de integración. Fue el propósito de entonces. También debería ser el de ahora.
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