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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que va de salvar un cuadro a salvar un voto

No por mucho repetirlo deja de ser cierto. No sabemos lo que tenemos

Jorge Marirrodriga
Fachada lateral del Museo del Prado.
Fachada lateral del Museo del Prado.IMMA FLORES

Interrogaba ayer la revista ICON a un grupo de artistas, expertos en arte y un diplomático —un diplomático italiano, lo cual le incluye automáticamente en las dos anteriores categorías— sobre qué cuadro salvarían en caso de que se incendiase el Museo del Prado y por qué precisamente ese. Quien lo lee llega a la conclusión de que lo ideal sería que todas estas personas estuvieran a la vez por las cercanías de la pinacoteca en el momento del incendio.

Es interesante comprobar lo diferentes que son los motivos para jugarse el tipo entre las llamas con una tela o una tabla pintada: “Sin ella no se entendería el conjunto”; “existen únicamente 30 obras en distintos países”; “mi madre tenía una réplica de este cuadro en el salón”; “el Prado solo expone a tres pintoras y yo las salvaría a todas”; “sabría llegar a ciegas a la pared de donde cuelga”; “con ella salvaría el laborioso trabajo de restauración”; “refleja de alguna forma el momento que atravesamos”; “el 2 de mayo es el cumpleaños de mi mujer”...

Resulta curioso comprobar cómo ante la unanimidad sobre lo valioso que es el contenido que alberga el edificio no haya prácticamente la menor coincidencia a la hora de tomar la decisión de entrar e intentar salvar un solo cuadro de entre todos.

Eso es exactamente la idea de democracia. Se trata de un edificio que nos parece que siempre está ahí y que seguirá estando. Los que vivimos en Madrid visitamos el Prado más o menos igual que los musulmanes La Meca: una vez en la vida. Tan acostumbrados estamos a la democracia que ni nos paramos a pensar en ella. ¿Para qué? Y eso que para cada uno significa una cosa muy diferente y no habría unanimidad en qué es lo mejor de ella. Hay para quienes representa un momento muy importante de sus vida. Para otros, un modo de vivir justo y razonable. Bastantes consideran que es un rollo teórico que se produce al margen de la vida real. Y algunos consideran que todavía no ha llegado.

Y si el edificio de la democracia se incendiase y pudiéramos salvar solo un elemento de ella ¿cuál sería y por qué? “La idea de un incendio en el Prado es una de las circunstancias en las que jamás me gustaría pensar”, respondía uno de los encuestados. Con la democracia pasa lo mismo, pero no estaría mal que le diéramos valor a lo que tenemos. Y que visitemos el Prado.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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