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ACENTO
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ética de John Wayne

Las películas del Oeste defienden valores como ponerse de parte de los débiles o la solidaridad

Guillermo Altares

El wéstern ha demostrado que es un género incombustible. No importan los cambios en los hábitos y gustos de los espectadores, las películas del Oeste siguen llegando a las pantallas. Los hermanos Coen, por ejemplo, acaban de estrenar en Netflix un irónico y a veces sombrío filme de seis episodios, La balada de Buster Scruggs, que es a la vez una película del Oeste y un homenaje, lleno de guiños y referencias, al género. Hasta el anuncio de los ultras de Vox para la campaña andaluza es un pequeño wéstern (aunque en este caso muy malo).

La multiplicación del género se debe a que, en realidad, ni siquiera tiene que estar ambientado en el Lejano Oeste. Como explicó Ángel Fernández-Santos en su inagotable libro Más allá del oeste, el wéstern representa sobre todo una forma de contar, un relato. Pero su supervivencia no es solo una cuestión formal, sino que se debe a la ética que transmite, algo que desgraciadamente la mayoría de los políticos que se creen sheriffs ignoran de forma lamentable. Los verdaderos wésterns hablan de solidaridad, de personas que cruzan el mundo para empezar una nueva vida, deploran la traición y el matonismo, los malos utilizan la violencia porque les gusta, y cuando quieren, y los buenos solo cuando no queda más remedio. La ética de John Wayne lo lleva a tomar partido por los débiles frente a los fuertes, a defender que la convivencia no puede basarse en la fuerza.

El quinto episodio de la película de los Coen, por ejemplo, relata la historia de una de aquellas caravanas que surcaban el Oeste sorteando peligros en busca de una nueva oportunidad, una caravana de inmigrantes que provienen de todos los rincones del mundo, no demasiado diferente de las que ahora denostan dirigentes racistas. Y el primer episodio de La balada de Buster Scruggs tiene algo de musical, lo que tampoco es ajeno al género como demuestra el gran wéstern La leyenda de la ciudad sin nombre. En ese filme, Lee Marvin pronuncia un parlamento que podría aplicarse el dirigente que más interiorizado tiene el papel de sheriff y el que peor lo ha entendido: "Creo que no existe un solo mandamiento que no haya violado. He vendido whisky a los indios, hago trampas a las cartas, pero hay una cosa que no he hecho en mi vida. Nunca he traicionado a un socio". La ética de John Wayne puede ser muy útil, siempre que se entienda.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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