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Columna
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Terroristas reaccionarios

Es hora no sólo de aceptar, sino también de dar prioridad en nuestros titulares y análisis, a la radicalización violenta facilitada por ideologías de extrema derecha

Jorge Galindo
Una protesta contra la política del presidente de EE UU, Donald Trump, en Washington.
Una protesta contra la política del presidente de EE UU, Donald Trump, en Washington. DAVID MCNEW (AFP)

Ayer se detectó un explosivo enviado a Hillary Clinton. Otro fue interceptado en la oficina de Barack Obama. Otro más, a la sede de la CNN en Nueva York. Hace pocos días se localizaba un cuarto cerca de la vivienda de George Soros, magnate al que los reaccionarios gustan de achacar (sin pruebas) la financiación de todo proyecto que no es de su agrado.

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Nada de esto es nuevo. En 2017, ¿qué ámbito ideológico fue responsable de la mayoría de asesinatos políticamente motivados en Estados Unidos? La primera respuesta que acudirá a la mente de muchos será el yihadismo. Pero no: fue el supremacismo blanco. Que dobló su cifra de muertes con respecto a 2016. Hasta el 31 de diciembre de ese año, y contando desde el 11-S de 2001, el 73% de los ataques mortales provocados por extremismos procedió de la extrema derecha.

Quizás ahora que las élites progresistas se ven amenazadas nos fijemos en que el terrorismo de elementos reaccionarios se ha convertido en un fenómeno sistemático. Entonces sí que resultará verdaderamente útil el marco analítico que desarrollamos con el yihadismo en Occidente: individuos (normalmente hombres jóvenes) atraídos por explicaciones totalitarias, maniqueas del mundo. Visiones ofrecidas por ciertos predicadores ideológicos que las ponen a su disposición, convocándolos a una especie de cruzada para salvar la civilización.

El andamio ideológico que sostiene este activismo de extrema derecha se construye sobre la tensión. Los predicadores ideológicos (políticos, articulistas, presentadores de programas de radio y televisión, youtubers) afirman rechazar la violencia. Pero, al mismo tiempo, transmiten una sensación de apocalipsis inminente. Igual que un líder fanático religioso, la constante de fondo en su mensaje se resume en que el mundo tal y como lo conocemos está amenazado salvo que los iluminados hagan algo por salvarlo. Lo que sea. Y, claro, algunos deciden hacerlo. Toman una escopeta, mezclan un par de componentes explosivos, o empuñan un arma blanca para asesinar a una parlamentaria de centro-izquierda, como le sucedió a la británica Jo Cox.

Con todos estos datos, es hora no solo de aceptar, sino también de dar prioridad en nuestros titulares y análisis a la radicalización violenta facilitada por ideologías de extrema derecha. A tratar este hecho como lo que es: una creciente amenaza para la convivencia en las sociedades occidentales. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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