Crisis con Arabia Saudí
Resulta imposible confiar en las reformas del príncipe Salmán tras lo ocurrido con el opositor Khashoggi
La desaparición del periodista Jamal Khashoggi en el Consulado de Arabia Saudí en Estambul, hace más de dos semanas, ha desatado la mayor crisis entre Occidente y la monarquía absoluta desde el 11 de septiembre de 2001, cuando tras los atentados de Washington y Nueva York se descubrió que la mayoría de los terroristas (15 de los 19 suicidas) tenían nacionalidad saudí. Por ahora, la crisis ha tenido mayor impacto en el mundo de los negocios que en el político. Empresarios, inversores y representantes de organismos internacionales como el FMI han cancelado su participación en el llamado Davos del Desierto, un encuentro internacional impulsado por el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, con el propósito de mostrar una presunta apertura del régimen. Los Gobiernos occidentales se han limitado a pedir explicaciones mientras que en EE UU senadores de la mayoría republicana se han mostrado mucho más duros que el propio Donald Trump.
Otros editoriales
Periodista desaparecido (11/10/2018)
Todos los relatos periodísticos que llegan sobre lo ocurrido en el consulado saudí, basados en fuentes anónimas turcas, parecen sacados de una película de gánsteres de Martin Scorsese o Quentin Tarantino, pero por ahora el Gobierno de Ankara no ha difundido las pruebas que dice poseer y que demostrarían que Khashoggi fue asesinado y descuartizado el 2 de octubre, poco después de entrar en el recinto diplomático. Sin embargo, dado que no existe ninguna evidencia de que el informador saliese del consulado, la carga de la prueba recae en Riad: por ahora no ha dado ninguna explicación mínimamente creíble. Tampoco hay que olvidar que Turquía forma parte de la OTAN y que sus servicios secretos mantienen una relación relativamente fluida con los otros socios de la Alianza. Podrían compartir con ellos las grabaciones de las que dicen disponer en caso de que no quieran difundirlas porque fueron logradas ilegalmente. La que sí parece clara es la relación directa entre el príncipe heredero y alguno de los 15 agentes saudíes que desembarcaron en Estambul poco antes de que Khashoggi desapareciese.
La relación de la monarquía saudí con Occidente se basa en el interés mutuo desde que, al final de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roosevelt pactase con el monarca Abdelaziz Bin Saud el intercambio de petróleo por apoyo incondicional. Desde entonces, en nombre de los negocios y de la seguridad energética, todas las violaciones de los derechos humanos han sido ignoradas. Y no es fácil que esto cambie, como no cambió después del 11-S. Sin embargo, la gravedad de los hechos es enorme. Después de lo ocurrido, resulta difícil creer en las reformas que ha puesto en marcha Mohamed bin Salman, ni tampoco confiar en que pueda ser el garante de una mínima estabilidad, ni nacional ni internacional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.