"Cuando el cerebro reactiva un recuerdo, también despierta las emociones adheridas a él, sean positivas o negativas [recordare]", explica Matos. Cuanto más negativas sean, mayor será el grado de ansiedad que las acompañe.
"Esas emociones intentan adaptarnos a la situación, son mecanismos adaptativos pero, si pensamos en el recuerdo que las provoca hasta restarle importancia, el cerebro acabará por entender que la ansiedad, en ese caso, no sirve para nada", sostiene el psicólogo. Incluso, lo olvidaremos, según un estudio publicado en Nature.
Así, recordar recurrentemente cuando tus amigos se enfadaron por algo será el camino para caer en la cuenta de que aquello ya pasó, que no tiene solución, que tus amigos ya te han perdonado.