Dicen que nos van a freír a impuestos
El Gobierno crea la percepción de que cada día (desde hace cuatro meses largos) sube un impuesto, y aún no lo ha hecho con ninguno
Algunos creen de buena fe que nos van a freír a impuestos. Esta impresión no parece concordar con la realidad. El propósito del Gobierno es practicar un alza fiscal selectiva y limitada. Su presentación, desordenada y hasta caótica, no lo desmiente. Su compromiso es aumentar la recaudación unas cinco décimas del PIB, algo más de 5.000 millones, y sudará para lograrlo. Con esa alforja, el presupuesto de 2019 —si acaba materializándose— será mínimamente expansivo. El grueso de su apuesta se destinará al alza de pensiones para equipararlas al alza del IPC. En lo que todos los partidos del Pacto de Toledo —es decir, todos— juran estar de acuerdo.
Así que el esfuerzo o sacrificio que se va a solicitar es bastante digerible, amén de socialmente justificable. ¿Por qué, entonces, parece que estemos ante una operación confiscatoria?
Porque la selección de objetivos fiscales apunta a posiciones de poder económico (grandes empresas, multinacionales tecnológicas y plataformas similares, negocio financiero) o a rentas de situación largamente labradas más que a sectores débiles. Y ya se sabe que el poder obtiene eco más fácil que su ausencia.
Así, no es extraño que patronales, asociaciones de interés, núcleos de las finanzas, grandes conglomerados, asesores fiscales y otros hayan echado el resto para reducir su eventual perjuicio. Ni es raro ni escandaloso. Es lo normal.
Sorprende más que se apunten organismos reguladores se supone que independientes. Como la CNMV, que debe velar por la transparencia y la corrección en la actuación de las empresas, en los mercados y ante sus accionistas y consumidores, más que por sus intereses. La aplicación de una tasa Tobin a clientes de algunas operaciones de banca o Bolsa sería “lesiva para el mercado”, sostiene su presidente, Sebastián Albella. ¡Aaah! No lo ha sido en Francia, Italia, Reino Unido o Irlanda. ¿Entonces?
Juega sobre todo el caos explicativo, culpa del propio Gobierno. Crea la percepción de que cada día (desde hace cuatro meses largos) sube un impuesto, y aún no lo ha hecho con ninguno. Se sabe, más o menos, cuáles serán. Y se entiende que negociarlos atrase decisiones y las someta a vaivenes. Pero son excesivos.
El perjudicado por el múltiple efecto-anuncio es el propio Gobierno. Y mientras da la impresión de una fritura general, los anuncios de rebajas fiscales (impuesto de sociedades para pymes, impuesto al sol, IVA básico) funcionan como de un solo tiro. Se complica la vida más de lo que ya lo está. Y se explica peor.
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