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COLUMNA
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La Almudena

Sé que es un disparate, pero no es mala idea empezar por ahí la negociación: “tú quitas los cañonazos, y yo la fosa común…”

Jorge M. Reverte
Reflejo de la catedral de La Almudena en un charco.
Reflejo de la catedral de La Almudena en un charco. © Claudio Álvarez

Lo ponen a huevo. La verdad es que a la familia Franco siempre le ha faltado finura. Ahora piden descargas de fusilería, salvas de cañón y la Almudena. La propuesta, que lleva el inevitable toque de exigencia viniendo de quien viene, contiene elementos muy positivos que deberían ser sopesados por el Gobierno antes de dar una respuesta definitiva a las pretensiones de la familia.

Lo primero que hay que saber es a quién pertenece la Almudena, si a la Iglesia o al Estado. Si es a la Iglesia, hay que decir que sí de inmediato, porque a la catedral más fea del mundo le va como anillo al dedo albergar los restos de uno de los dictadores más duraderos de la historia. Habría que pedir al Gobierno, eso sí, por higiene democrática, que ampliara la distancia entre el Palacio Real y la horrorosa catedral, y que renunciara para siempre la Corona a organizar actos oficiales allí. Sería algo parecido a regalarle el edificio a la extrema derecha, pero a mí no me importa. Creo que los madrileños pueden vivir sin catedral, que lo han hecho casi siempre.

Lo de los cañonazos no se debe tomar como una ofensa, sino como una parte de la negociación, porque los cánones mandan que siempre deben empezarse las discusiones con el programa de máximos.

Tengo que confesar que cuando escuché por primera vez que la familia Franco pedía la Almudena, entendí que se refería al cementerio del Este, y además me pareció de perlas lo de la fusilería. Me fabriqué de manera injustificada un sueño en el que los restos del dictador homicida recibían una descarga de fusilería simbólica contra las tapias, las mismas que sirvieron de sudario a Las Trece Rosas y a otros tres mil y pico republicanos, y luego serían echados a una fosa común con desconocidos.

Ya sé que es un disparate, pero no es mala idea empezar por ahí la negociación: “Tú quitas los cañonazos, y yo la fosa común…”.

Así, poco a poco, pero sin que sea muy largo el procés, se podría llegar a un acuerdo que permitiría resignificar la catedral y hacer lo propio con el dichoso Valle. Los madrileños perderían una catedral que nunca fue suya y ganarían un espléndido lugar en la sierra que, sin Franco allí, permitiría que miles de muertos pudieran descansar sin compartir espacio con su verdugo.

Lo de las tapias es demasiado bonito. Alguien puede hacer un videojuego. Tan lícito como alquilar la fosa en la catedral.

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