El Raval barcelonés, un barrio global
Más allá de los relatos que refuerzan su estigmatización, El Raval atesora una riqueza multicultural de referencia internacional
El Raval de Barcelona ha sido históricamente un espacio de acogida. Por el precio de la vivienda y el régimen de alquiler, por su cercanía al puerto, ha sido espacio de llegada y residencia en sus primeros años en la ciudad, de personas y familias que han acudido a la capital catalana en busca de un futuro mejor. Se ha determinado así su naturaleza mestiza y popular, que se refleja desde la resonancia canalla del antiguo barrio chino, como era denominado, a la estética moderna y alternativa del #RavalisCool.
Trazado por calles con fuerte personalidad en el distrito municipal de Ciutat Vella, núcleo histórico barcelonés, sus calles atesoran identidad. Así, por ejemplo la Calle Nou de la Rambla, antigua calle Conde del Asalto, conmemora ya más de 225 años. Esta vía a principios del siglo XX fue un espacio para la moda y para la música —por su cercanía con el Paralelo barcelonés—. Y así podríamos relatar distintas idiosincrasias de sus históricas calles: Sant Pau, Tallers, Joaquín Costa, Riera Alta, Unió, etc. Como la calle de la Cera, con presencia de la cultura gitana y una de las cunas de la rumba catalana.
El Raval de este primer cuarto del siglo XXI, muestra una realidad diferenciada en su espacio sur, donde se concentran los mayores déficits sociales y de seguridad — a pesar de inversiones como la Filmoteca de Catalunya o la construcción de la Rambla del Raval el año 2000— y del reciente Plan de Barrios. El Raval centro que actúa de bisagra con dos vías históricas como la calle Hospital y la Calle del Carme y sus espacios emblemáticos como el antiguo Hospital de Sant Pau. Y el Raval Norte, que se ha transformado mediante una destacada inversión pública (CCCB, MACBA, Universitat de Barcelona) y que exhibe dinamismo económico vinculado al turismo, a la restauración y a un comercio más gentrificado. Una inversión pública deudora del planteamiento de Oriol Bohigas —"higienizar el centro y monumentalizar la periferia"—, aplicado en los años 80 del siglo XX, bajo el destacado liderazgo del alcalde Pasqual Maragall y que tras los Juegos de 1992, tomaría una segunda fase inversora en equipamientos de alta cultura y con intensa acción urbanística.
El Raval es un nombre de origen árabe que da cuenta del espacio físico fuera de las murallas de la antigua Barcelona
El Raval es espacio de fuertes contrastes como lo son los barrios globales. Las contradicciones de nuestro tiempo, los desafíos y avances se dan cita en ellos: de la riqueza global, con hoteles de lujo, gentrificación comercial y habitacional, a espacios alimentarios que pueden albergar gourmetización como el colindante Mercat de Sant Antoni —recién restaurado—, el emblemático Mercat de la Boqueria y el Liceu de Barcelona; a la presión de los fondos de inversión especulativos, los narcopisos, la prostitución callejera y bolsas de exclusión social relevantes.
En los años 80 del siglo XX, al inicio del despliegue del sector público barcelonés, catalán y estatal, el Raval ya afrontó problemas similares. Hoy los problemas de tráfico y consumo de droga, se han trasladado a pisos, donde las fuerzas de seguridad se ven desbordadas. Se produce un efecto llamada internacional de la demanda y oferta de droga en algunas de sus calles. Un fenómeno que interpela el control de fronteras, la legislación interna y la capacidad de la policía de entrar en domicilios privados. E incluso pone de relieve la conexión entre narcopisos y especulación inmobiliaria: la narcogentrificación. Las respuestas requieren de gobernanza multinivel y de colaboración local.
No sólo encontramos equipamientos culturales de vanguardia a escala catalana, europea e internacional, sino que el Raval es un espacio comunitario dinámico con escuelas de diseño y arte como la Escola Massana y una red densa de instituciones, de capital social y cultural, de fundaciones y asociaciones 'de base' que muestran su compromiso con el vecindario. Un Raval que, por otro lado, es también moneda de cambio y termómetro político de la seguridad ciudadana o la convivencia en la ciudad. Un termómetro instrumentalizado en manos de las fuerzas políticas locales como arma arrojadiza sobre el gobierno local.
El top manta, el turismo, la inmigración, la burbuja inmobiliaria, el calentamiento global, el narcotráfico o el terrorismo internacional, son algunos de los impactos de la globalización en las metrópolis europeas y sus barrios globales
El top manta, el turismo, la inmigración, la burbuja inmobiliaria, el calentamiento global, el narcotráfico, el terrorismo internacional —recientemente se ha recordado el primer aniversario del atentado de 17A—, son algunos de los impactos de la globalización en las metrópolis europeas y sus barrios globales. El Raval, nombre de origen árabe que da cuenta del espacio físico fuera de las murallas de la antigua Barcelona, crece y late, entre las Ramblas, la Ronda de Sant Antoni, la avenida de las Drassanes y la calle Pelai. Y registra en sus calles antiguas y vivas algunos de estos impactos positivos y negativos de la mundialización.
La relación de la ciudad con este barrio global es compleja. Si bien alberga algunos de sus más reconocidos equipamientos, también es víctima del estigma, que de manera recurrente, las batallas políticas y los intereses especulativos sobre la seguridad ciudadana y la convivencia se encargan de vivificar. El turismo, sin una gestión óptima, gentrifica e impacta sobre el mercado de la vivienda, pero también distorsiona la apropiación ciudadana local de los espacios públicos. Hoy el reto de recuperar las Ramblas y el propio barrio para los barceloneses forma parte de la agenda local: compactar la ciudad es superar las fronteras entre los espacios urbanos de huella global y local, como la urbanista Zaida Muixí sugiere.
El comercio de proximidad es en cualquier ciudad, y especialmente en una ciudad mediterránea y compacta, uno de sus elementos de cohesión. Un sector transversal que aúna economía, cultura y convivencia. Los comerciantes asociados del barrio, junto con Fundaciones como Tot Raval, son y han sido en los últimos lustros un factor de cohesión y de dinamización. Viven y contribuyen a debilitar las tensiones del barrio: promueven la diversidad comercial, tratan de atraer a los barceloneses a sus calles y han impulsado una mesa de trabajo pionera en Seguridad (de gestión compartida con el distrito municipal), entre otros aspectos. Iniciativas como #RavalKm0 y hoy en el marco del proyecto de Barcelona Ciudad Digital, la voluntad de impulso de Raval Data Commons, dan fe del espíritu innovador del barrio.
En cualquier caso, ¿cómo puede afrontar un barrio global sus retos? Desde la gobernanza, la coproducción de las políticas públicas, la voluntad de sumar y compartir objetivos, estrategias, recursos y valores con los distintos agentes comunitarios y niveles de gobierno. Una coproducción que debe alcanzar todas las fases de una política pública. Se construye seguridad, se lucha contra el tráfico de droga desde una respuesta integral. Coordinando servicios municipales (sociales, de limpieza, de seguridad). Aumentando las inspecciones urbanísticas, de licencias, construyendo acciones positivas con la comunidad (comerciantes, fundaciones, asociaciones que producen acciones de dinamización en los espacios públicos). En suma, rebatiendo los relatos mediáticos que estigmatizan estos espacios con iniciativas ciudadanas, del tercer sector y públicas, compartidas. El citado Plan de Barrios es ejemplo de ello.
Las grandes urbes y metrópolis albergan espacios de alta complejidad. En escasos kilómetros cuadrados se concentran las contradicciones de la globalización. El reto humano, social y político es dar respuesta desde las alcaldías y la sociedad, con otra dotación de competencias y recursos, a estos desafíos. Y hacerlo sin dispersar el problema —por presión concentrada de acción municipal— hacia otros espacios de la propia ciudad. Sino concertando, sumergiéndose en la complejidad, buscando la colaboración con otros niveles de gobierno, y sumando agentes comunitarios socioeconómicos y culturales, para la mejora de la calidad urbana y de vida para las personas.
Todo ello con el propósito de construir ciudad cotidiana, ordinaria, en los barrios globales. Y de reforzar su identidad y autoestima hasta convertirlos en espejos de riqueza humana. En caleidoscopios atractivos de la diversidad y complejidad actual del mundo.
Josep Xurigué es doctor en Ciencia Política (UAB). Consultor en comercio de proximidad y técnico de la Fundació Barcelona Comerç. Profesor Colaborador en el Máster oficial de Ciudad y Urbanismo de la UOC.
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