‘Bully’, el ángel de la guarda

LA VIDA de Lidia García cambió el día que Bully llegó a su casa, en 2017. Esta madrileña de 34 años, que sufrió violencia de género, apenas se atrevía a pisar la calle. “Estuve más de un año sin salir”. Hasta que conoció el trabajo de la Fundación Mariscal, que ofrece a mujeres en su misma situación perros adiestrados para proteger a víctimas de malos tratos. Desde que le asignaron a ­Bully, el fibroso pastor belga malinois de 35 kilos se convirtió en su guardaespaldas particular. Al principio iba siempre expectante, pendiente de cada ruido, de cada sombra. Hoy se muestra tranquila. “Cuando salimos a pasear, va todo el tiempo pegado a mi pierna y sé que él está alerta por mí”, explica García. Cuando el animal percibe cualquier atisbo de agresividad por parte de un hombre, ya sea en los gestos o el tono de voz, se coloca en posición defensiva, listo para el ataque. “Le da empujones para alejarlo. Nunca muerde”, aclara su dueña, que acude semanalmente a clases con Ángel, el creador de la fundación. “Somos un grupo de 15 mujeres que entrenamos juntas con nuestros perros”.

El amor de García por los animales no es algo nuevo. Trabaja como dependienta en una tienda de mascotas. Y en casa, además de con Bully, convive con un golden retriever de 12 años, un gato, un canario, dos hámsteres y cuatro alborotados yorkshire terrier. “Soy feliz teniéndolos a mi lado”. Pero Bully no solo le aporta cariño y alegría, sino también confianza e independencia. “Cuando lo tengo cerca, me da la seguridad que necesito para hacer cualquier cosa. Él lo ha cambiado todo”.