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Pero... ¿hasta qué punto es usted gay?

asociación diakonie
David Granda

La comunidad LGBT denuncia la actitud del gobierno austriaco ante las peticiones de asilo de refugiados homosexuales

El funcionario de extranjería preguntó a Navid Jafartash durante la entrevista de solicitud de asilo: "¿Qué significan los colores de la bandera arco iris?". Navid se quedó en blanco. No supo qué responder. “De hecho, no sabía si tenía seis o siete colores”, dice este refugiado iraní de 27 años. La pregunta sería insignificante si no fuera porque la Oficina Federal de Extranjería y Asilo (BFA) de Viena la utilizó como justificante para negarle el asilo. La prefirió antes que entrevistar a Günter Neubacher, su pareja, que esperaba en la puerta.

“No creyeron que fuera gay por dos motivos: desconocía el origen de la bandera arcoíris y no demostré, según el funcionario, sentimientos cuando hablé de Günter. Lo que es más estúpido aún porque sólo me hizo una pregunta sobre él”, cuenta junto a Günter en el jardín de una casa acomodada de un barrio acomodado en el ombligo de Viena. La policía conoce la dirección: se personó en varias ocasiones para confirmar que era la residencia que Günter Neubacher, ciudadano austriaco, comparte con Navid desde que se conocieron. Tras licenciarse como arquitecto, Navid Jafartash decidió dejar de ocultarse y huyó de Shiraz en 2015. En Irán la homosexualidad es un delito, lo que obliga a muchos gays y lesbianas a pasar por el quirófano para cambiar de sexo, porque la República Islámica sí que reconoce a los transexuales como enfermos perturbados que deben tratarse. Eso o la pena de muerte.

Para el Ministerio del Interior austriaco el número de peticiones de asilo rechazadas es insignificante. “En los últimos dos años, la BFA ha resuelto cerca de 120.000 peticiones”, dice el portavoz de Interior Christoph Pölzl. Pese a considerar que casos como el de Navid “no reflejan la realidad”, declina comentarlo. La inmigración ha sido el ariete político de la arrolladora carrera del conservador Sebastian Kurz, el mandatario más joven de Europa con 32 años y líder de un gobierno de coalición con la extrema derecha. El titular de Interior es el político del FPÖ Herbert Kickl, que le escribía los discursos a Jörg Haider. La BFA acaba de negar el asilo a un joven afgano que también huye de la pena de muerte por su orientación sexual porque “no parece suficientemente gay”. En la oficina de Graz ocurrió a la inversa. La solicitud de un refugiado que huyó de Irak por temor a ser asesinado por la milicia de Al Sadr también fue rechazada, pero en este caso al funcionario le pareció “demasiado afeminado”.

El porcentaje de solicitudes aprobadas es alto, pero una decisión errónea conduce a un refugiado homosexual a enfrentarse con la pena de muerte en su país o a la clandestinidad. “Vemos que la BFA está ignorando las pruebas presentadas –fotos, cartas de amigos gays– y a los testigos, y decide los expedientes a partir de preguntas o argumentos insignificantes como la vestimenta”, dice Cécile Balbous, una de las fundadoras de Queer Base, asociación que en estos momentos ayuda a 455 refugiados de la comunidad LGBTIQ. En la sede en Viena, la Türkis Rosa Lila Villa, Cécile explica que en algunos casos los funcionarios incumplen los estándares legales de la Unión Europea: “Hacen preguntas que atañen a la privacidad del refugiado como ‘¿eres activo o pasivo?’. A un gay que respondió ‘pasivo’ le repreguntaron: ‘¿no te duele?’. A lesbianas que han sido violadas en sus países de origen les han preguntado por detalles de la violación”. Las posibilidades de que un refugiado simule su orientación sexual son escasas. El procedimiento es confidencial pero la homofobia en los centros de refugiados e incluso entre los traductores durante las entrevistas, oriundos del mismo país, está muy presente.

Navid Jafartash apeló a la corte de justicia, que el 13 de agosto le concedió el asilo. El juez esta vez sí llamó a Günter a declarar. La BFA no se presentó para defender su decisión.

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Sobre la firma

David Granda
David Granda es periodista y escritor, colabora con EL PAÍS desde 2018. Estudió Periodismo en las universidades Carlos III y Complutense de Madrid, e Historia en las universidades Autónoma de Madrid y Karlova de Praga. Es autor del libro 'Planes para conquistar Berlín' (editorial Libros del K.O.).

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