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Columna
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Caer en el lazo

La reacción de Ciudadanos en Cataluña sabotea la estrategia del Gobierno de desescalar la tensión en Cataluña para revertir la polarización

El presidente de Ciudadanos y la líder de la formación en Cataluña, Albert Rivera e Inés Arrimadas, retiran lazos amarillos en Alella, Barcelona.Foto: propio | Vídeo: Alejandro García (EFE) / ATLAS
Enrique Gil Calvo

Comienza el curso político bajo un tormentoso clima de opinión, a causa de la guerra de los lazos que está crispando todavía más la conflictividad civil catalana. La ocupación del espacio público común a toda la ciudadanía por unos símbolos privativos de una causa partidista, los lazos amarillos, equivale a una privatización encubierta que viene a significar: este país nos pertenece a nosotros solos, y nos lo apropiamos marcándolo en amarillo. Y esto ha provocado que la parte catalana que se siente excluida, representada por Ciudadanos, haya decidido reaccionar, arrancando los lazos para expresar: este país no es vuestro sino de todos, así que sacad vuestras marcas amarillas del espacio común. Hasta aquí, todo parece relativamente lógico. Pero leyendo el conflicto entre líneas aparece una segunda interpretación.

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La siembra de lazos amarillos era otra campaña provocadora más, de las muchas a las que nos viene acostumbrando el independentismo. Y su objetivo no era sólo marcar el territorio para imponer su hegemonía cultural sino dar otra vuelta de tuerca a su estrategia de la tensión, arrinconando a los tibios y desafectos para extremar todavía más la confrontación y la polarización, como diciendo: o estás conmigo o estás contra mí, sin término medio. Una estrategia polarizadora que busca movilizar a sus bases, inhibir a moderados o transversales y unificar a todo el independentismo bajo un solo mando radicalmente enfrentado al Estado español. Pues bien, en este contexto, la reacción de Ciudadanos ha significado caer en el lazo tendido, aceptando la provocación para seguir su mismo juego volviéndolo contra ellos. Lo cual ha reforzado objetivamente la estrategia indepe, realimentado circularmente la polarización civil que pretende.

Y no sólo eso, pues la reacción de Ciudadanos, además de favorecer los designios de Waterloo, también implica sabotear la estrategia del Gobierno de Madrid, que pretende desescalar la tensión en Cataluña para revertir la polarización, dividir al independentismo incentivando a su ala moderada o pragmática y, con todo ello, corregir el actual alineamiento electoral favorable a los indepes. Pues bien, en este sentido, la entrada de Ciudadanos en la guerra de los lazos está significando poner un palo en las ruedas de la estrategia de Sánchez.

¿Por qué lo hace? Ciudadanos no ha caído en el lazo por error sino por electoralismo. Durante el curso pasado era el partido en alza, con visos de condicionar la futura coalición mayoritaria de gobierno. Pero al final del curso se produjo una conjunción astral que arruinó sus expectativas: Sánchez ganó su moción de censura contra Rajoy y, tras renunciar éste, Casado se impuso como nuevo líder del PP, iniciándose un enlace de conveniencia entre ambos para laminar a Ciudadanos con una pinza bipartidista. Tanto fue así que Rivera se dio por perdido, y la única salida que ha encontrado para evadirse de la pinza PP-PSOE ha sido dejarse caer en la trampa del lazo amarillo. Esperemos que, además de votos, recupere también su ecuanimidad.

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