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Migrados
Coordinado por Lola Hierro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cómo se crean las redes de tráfico de personas?

El rechazo de inmigrantes en la frontera con Francia ilustra una de las perniciosas consecuencias de las políticas que se siguen con las personas migrantes y refugiadas

Después de atravesar toda la Península de sur a norte, decenas de migrantes en tránsito procedentes del África subsahariana aguardan en Irún (Gipuzkoa) su oportunidad para pasar la frontera de Francia evitando a la policía gala con la intención de continuar su viaje hasta el norte de Europa. En la imagen un grupo de jóvenes malienses observan el puente de Santiago que separa España de Francia tras ser expulsados por la policía gala.
Después de atravesar toda la Península de sur a norte, decenas de migrantes en tránsito procedentes del África subsahariana aguardan en Irún (Gipuzkoa) su oportunidad para pasar la frontera de Francia evitando a la policía gala con la intención de continuar su viaje hasta el norte de Europa. En la imagen un grupo de jóvenes malienses observan el puente de Santiago que separa España de Francia tras ser expulsados por la policía gala. Juan Herrero (EFE)
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Lo que está ocurriendo en la frontera con Francia ilustra perfectamente una de las perniciosas consecuencias de las políticas que se siguen para con las personas migrantes y refugiadas.

Estas personas llegan hasta Irún tras un durísimo recorrido migratorio y se encuentran con un nuevo obstáculo a superar: todo un dispositivo policial de la Gendarmería francesa que establece controles por las vías habituales de paso fronterizo. Quienes atraviesan la frontera son interceptados por los controles en función de sus rasgos y su color de piel: no blanco. Lo que se denomina controles por perfil étnico. Esta práctica es ilegal y en Francia ha tenido varias sentencias judiciales al igual que un sin número de dictámenes internacionales, de la ONU entre otros.

Tras ser interceptadas, estas personas son devueltas al otro lado de la frontera sin más formalismos. Da igual que algunas sean menores. Y esto, en un punto del territorio donde, de acuerdo al tratado de Schengen, debiera ser de libre circulación sin la existencia de controles. Estos, sin embargo, se extienden a lo largo de una buena parte del recorrido por las localidades de Baiona a Bordeaux, en estaciones de tren y de autobús... Quienes son detenidos en los mismos, serán expulsados sin ningún trámite legal que les permita oponer alguno de los recursos previstos en la ley.

Si tras ser repetidamente expulsadas, estas personas piensan que no lo van a conseguir por sus medios ¿qué van a hacer?: recurrir a quienes pululan a su alrededor ofreciéndoles pasar al otro lado mediante el correspondiente pago de dinero. Ya han sufrido durante toda su travesía esta extorsión y, nuevamente, en territorio europeo, han de seguir padeciéndola. Porque estas redes existen sabiendo que ahí tienen un negocio que, cuanto más se impida el paso fronterizo, más floreciente va a resultar.

De modo que al prohibirles algo que antes hacían por sus propios medios, sin tener que recurrir a nadie ni tener que pagar por ello, se ven arrojados en manos de esas redes. Luego, eso sí, se presentará mediáticamente a estas como una de las lacras contra la que combaten las instituciones y los cuerpos policiales. Se pondrán la correspondiente medalla cuando desarticulen una de ellas, al tiempo que surgen un puñado más, al calor del negocio.

Luego, las instituciones se pondrán la correspondiente medalla cuando desarticulen una red, al tiempo que surgen un puñado más

Aquí tenemos un ejemplo de manual de las críticas que vienen haciéndose desde todo tipo de entidades y organismos hacia unas políticas de cierre de fronteras que impiden acceder de manera legal a la Unión Europea, en particular a los países africanos, creando y haciendo que florezcan las redes de tráfico de personas. Estas redes, cuanto mayor es la dificultad, más acentúan sus perfiles de explotación.

Así que los capos del negocio ya se frotan las manos ante el negocio que se amplia. Porque la frontera entre Francia y España tiene una longitud de 656 kilómetros, con innumerables pasos fronterizos que han sido tránsito habitual a lo largo de siglos de todo tipo de mercancías de contrabando y de otras actividades. Y blindar policialmente toda esa frontera son ya palabras mayores. Esto lo saben las instituciones, pero no importa, seguiremos empleando ingentes recursos en blindar las fronteras. Al fin y al cabo, las víctimas de esa política no son “de los nuestros”.

Peio Aierbe es miembro de SOS Racismo San Sebastian.

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