Sanguijuelas
A la gente le dan asco los gusanos porque odia lo que se le parece, de ahí la xenofobia
Hay científicos que para comprender al hombre (y a la mujer, perdón por la insuficiencia del genérico) estudian a los gusanos porque en ellos hay mucha información sobre nosotros. Lo sé porque en cierta ocasión hice un reportaje sobre el elegans, un nematodo de un milímetro de longitud que está por todas partes y cuyo proceso de envejecimiento es muy parecido al nuestro. A la gente le dan asco los gusanos por eso mismo, porque la gente odia lo que se le parece, de ahí la xenofobia. A la humanidad le pones un espejo delante y se queda horrorizada. Me refiero a un espejo borgiano, tipo Aleph, donde lo sucesivo y lo simultáneo coincidan de tal forma que veamos al mismo tiempo una práctica de tortura medieval, una guerra civil del siglo XX y un bombardeo a una escuela infantil contemporánea. Los científicos preguntan a los gusanos cómo llegaron a esa condición tan miserable para entender cómo hemos alcanzado usted y yo la nuestra. Lo bueno es que los gusanos les contestan.
Hay días en los que el telediario parece una gusanera, y no porque sea un telediario para orugas, sino porque es precisamente un telediario para hombres (y para mujeres, claro, claro). Nuestros cadáveres les gustan tanto a los gusanos porque el sabor de nuestra carne les resulta muy familiar. Al devorarnos se entienden a sí mismos como nosotros nos entendemos al observarlos al microscopio. Mira, ahí está mi tío Luis, ahí mi cuñada, ahí el padre de mi mujer. Ahí, mi jefe, le escuché decir un día a un científico que estudiaba el comportamiento de una familia de elegans. Hablaba en broma, claro, pero hay bromas que le ponen a uno los pelos de punta. Esta de que compartamos prácticamente el mismo número de genes con las sanguijuelas es una de ellas.
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