De entierros y desentierros
Hace 82 años fusilaron a Federico García Lorca y lo enterraron en un barranco. Tiempos asesinos. Esa modalidad de exterminio e inhumación fue el sello de identidad de una guerra injusta, innecesaria, infame. Miles de ciudadanos siguen mal muertos y mal enterrados en campos, barrancos y cunetas. Cuando su estirpe pide para ellos un buen entierro, algunos hablan de revanchas mezquinas, despropósitos modernos. Son los mismos que cuando el Gobierno ha decidido desmantelar el mausoleo de un dictador de origen fascista y trayectoria feroz y antidemocrática y entregar sus restos a la familia, han sacado su descamisado pecho y cerrado filas.
Qué más quisieran los deudos de esos españoles sin una sepultura decente que les entregaran sus restos para honrarlos en una buena tierra en la que plantar las dignas flores de su recuerdo, como el Gobierno quiere hacer con los restos de Franco.— José Antonio Martínez Lamoca. Madrid.
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