Yuval Noah Harari, el autor de ‘Sapiens’: “La tecnología permitirá ‘hackear’ a seres humanos”
Este historiador israelí de 42 años que ha vendido cerca de 15 millones de libros en todo el mundo se ha convertido en uno de los pensadores del momento. Es el autor del fenómeno Sapiens, provocador ensayo sobre cómo los humanos llegaron a conquistar el planeta. Ahora regresa a las librerías con 21 lecciones para el siglo XXI y nos recibe en Tel Aviv para conversar sobre los peligros del avance tecnológico descontrolado, el fascismo y las noticias falsas.
Hace 10 años, Yuval Noah Harari era un desconocido profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Nada en su carrera académica —especializada en historia mundial, medieval y militar— hacía pensar que se convertiría en uno de los pensadores de moda. Lleva vendidos cerca de 15 millones de ejemplares de sus ensayos en todo el mundo, se pasea por los foros de debate más prestigiosos, sus libros son recomendados por Bill Gates, Mark Zuckerberg y Barack Obama, y líderes políticos como Angela Merkel y Emmanuel Macron abren huecos en sus agendas para intercambiar ideas con él. A este israelí de aspecto menudo la fama le llegó de forma inesperada con un original y provocador ensayo sobre la historia de la humanidad. Sapiens. De animales a dioses (Debate) triunfó primero en Israel al ser publicado en 2011 y luego en todo el mundo, con 45 traducciones. El 30 de agosto, el historiador publica su tercer libro, 21 lecciones para el siglo XXI, una guía para afrontar las turbulencias del presente.
Harari, de 42 años, es vegano, medita dos horas diarias y no tiene smartphone. Reside cerca de Jerusalén en un moshav, un tipo de comunidad-cooperativa rural formada por pequeñas granjas individuales que fue promovida durante el siglo XX para albergar a los inmigrantes judíos. ¿Cómo es vivir en un sitio así? Sonríe. “No tiene nada de especial, en realidad ahora es un barrio residencial tan normal como cualquier otro”, aclara. Pero Harari no abre las puertas de su casa para la entrevista, organizada por Debate con motivo del lanzamiento mundial del nuevo libro (en catalán será publicado por Edicions 62). El encuentro tiene lugar en un luminoso ático del centro de Tel Aviv que utiliza como base de operaciones en la ciudad. En los primeros minutos le acompaña su marido, Itzik Yahav, su mano de derecha en temas económicos y de promoción, aunque le deja solo cuando empiezan las preguntas. Se casaron en Canadá porque Israel solo reconoce los matrimonios civiles, sean entre personas del mismo sexo o no, si se han celebrado en el extranjero.
El historiador se crio en Haifa (norte del país) en el seno de una familia laica con orígenes en Europa del Este. En 2002 se doctoró en la Universidad de Oxford (Reino Unido) y, después, empezó a dar clases en Jerusalén. La inspiración para escribir Sapiens surgió de un curso de introducción a la historia mundial que impartió él porque sus colegas más veteranos no aceptaron el encargo. De los meses de investigación que dedicó para escribirlo aprendió muchas cosas, pero una de las que le marcaron fue el uso despiadado que, en su opinión, el humano hace de los animales para su propio beneficio. Desde entonces basa su dieta en alimentos de origen vegetal.
Tras el éxito de Sapiens, publicó Homo Deus, un viaje a un futuro dominado por la tecnología, que también fue bastante bien recibido en las librerías. Falta por ver qué pasa con su nuevo libro, que como el mismo Harari ha explicado está inspirado en artículos suyos publicados en varios periódicos y debates que han surgido durante las conferencias que ha pronunciado y las entrevistas que ha concedido. En él aparecen temas de sus libros anteriores, pero si el primer ensayo se centraba en el pasado y el segundo en el futuro, el tercero se ocupa del presente.
“El fenómeno del gurú puede ser peligroso. Espero que mucha gente lea mis libros, pero no porque sea un gurú que tiene las respuestas, porque no las tengo”
Ejemplares de sus libros traducidos a varios idiomas se amontonan en la mesita de centro del salón de la oficina de Harari en Tel Aviv. El historiador comenta, en un inglés fluido con acento hebreo, que le parece especialmente curiosa una versión en japonés que resultó tan larga que se tuvo que publicar en dos tomos. Su perro, llamado Pengo, grande y peludo, dormita sobre el suelo de madera del apartamento, mientras Harari, amable en todo momento y muy paciente mientras posa para los retratos, sirve a los invitados unos vasos de agua fresca para aliviar los efectos del calor húmedo que invade la calle en pleno julio.
Siete años después de su publicación, Sapiens sigue apareciendo en las listas de los más vendidos. Ridley Scott ha anunciado sus planes para adaptarlo al cine. ¿Por qué el libro ha logrado interesar a tanta gente? Nuestras vidas son moldeadas por cosas que pasan al otro lado del mundo, ya sea la economía china, la política americana o el cambio climático. Pero la mayoría de los sistemas educativos siguen enseñando la historia como algo local. La gente quiere tener una perspectiva más amplia de la historia de la humanidad. Además, es un libro bastante accesible, con un estilo sencillo, que no está escrito para lectores especializados. Y, claro está, hay que tener en cuenta el trabajo de mi marido y de toda la gente que trabaja con nosotros, porque una cosa es saber escribir un libro y otra promocionarlo.
¿Qué impacto ha tenido el éxito en su vida? La popularidad es muy agradable. ¿Quién no quiere tener éxito, que la gente lea sus libros, tener influencia? Pero tiene un lado negativo. Tengo menos tiempo para leer, investigar y escribir, porque viajo mucho, doy entrevistas y cosas así… También existe el riesgo de que se te suba a la cabeza, de que tu ego crezca y te conviertas en una persona desagradable. Empiezas creyéndote muy listo y que todos deberían enterarse de lo que dices. Cuando la gente empieza a escuchar demasiado a una persona, no es bueno para nadie. Ya sea en política, en religión o en ciencia. El fenómeno del gurú puede ser peligroso. Espero que mucha gente lea mis libros, pero no porque sea un gurú que tiene todas las respuestas, porque no las tengo. Se trata de las preguntas.
¿Qué preguntas son importantes para usted? El mayor problema político, legal y filosófico de nuestra época es cómo regular la propiedad de los datos. En el pasado, delimitar la propiedad de la tierra fue fácil: se ponía una valla y se escribía en un papel el nombre del dueño. Cuando surgió la industria moderna, hubo que regular la propiedad de las máquinas. Y se consiguió. Pero ¿los datos? Están en todas partes y en ninguna. Puedo tener una copia de mi historial médico, pero eso no significa que yo sea el propietario de esos datos, porque puede haber millones de copias de ellos. Necesitamos un sistema diferente. ¿Cuál? No lo sé. Otra pregunta clave es cómo conseguir una mayor cooperación internacional.
Sin esa mayor cooperación global, argumenta en su último libro, es complicado afrontar los retos del siglo. Nuestros tres principales problemas son globales. Un solo país no puede arreglarlos. Hablo de la amenaza de una guerra nuclear, del cambio climático y de la disrupción tecnológica, en especial el auge de la inteligencia artificial y la bioingeniería. Por ejemplo, ¿qué podría hacer el Gobierno español contra el cambio climático? Aunque España se convirtiera en el país más sostenible y redujera sus emisiones a cero, sin la cooperación de China o Estados Unidos, no serviría de mucho. En cuanto a la tecnología, aunque la UE prohíba experimentar con los genes de una persona para diseñar superhumanos, si Corea o China lo realizan, ¿qué haces? Es probable que Europa acabara creando seres superinteligentes para no quedarse atrás. Es difícil ir en la dirección contraria.
En Sapiens, argumenta que la cooperación a gran escala es una de las grandes especialidades humanas. Los chimpancés, por ejemplo, solo cooperan con aquellos de su especie a los que conocen personalmente. Quizás 150 como mucho. Los humanos somos capaces de cooperar con millones de humanos, sin conocerlos. Y es gracias a esta capacidad para creer en los relatos. Relatos económicos, nacionalistas, políticos, religiosos… El dinero, por ejemplo, trabajamos a cambio de euros, confiamos en ello, pero un simio nunca te dará un plátano a cambio de un pequeño papel verde.
¿Cómo entender el mundo actual? Está cambiando de una forma tan rápida que resulta cada día más difícil comprender lo que está pasando. Nunca habíamos vivido de una manera tan acelerada. A lo largo de la historia los humanos no sabíamos con exactitud qué iba a pasar en 20 o 30 años, pero podíamos adivinar lo básico. Si vivías en Castilla en la Edad Media, en dos décadas pasaban muchas cosas (quizás la unión con Aragón, la invasión árabe…), pero el día a día de la gente seguía siendo más o menos el mismo. Ahora no tenemos ni idea de cómo será el mercado de trabajo y las relaciones familiares en 30 años, que no es un futuro tan lejano. Esto crea una confusión enorme.
¿Cuál es la reacción ante esto? El futuro es tan incierto que la gente busca certezas, se centran en las historias que conocen y que les ofrecen la promesa de una verdad invariable. El cristianismo, el nacionalismo… Y no tiene sentido. ¿Cuántos años tiene el cristianismo? Dos milenios no son nada comparado con la historia total de la humanidad. Además, las religiones tradicionales no tienen soluciones para los problemas de hoy: la Biblia no dice nada de la inteligencia artificial, sobre ingeniería genética o el cambio climático.
Hay una vuelta al nacionalismo. ¿Hasta qué punto es peligrosa? En principio, creo que no hay nada malo con el nacionalismo cuando es moderado. Permite que millones de desconocidos compartan un sentimiento, puedan cooperar, a veces para hacer la guerra, pero sobre todo para crear una sociedad. Yo pago impuestos y el Estado dedica el dinero a proporcionar servicios a todos, aunque no los conozcamos. Y eso es muy bueno. Pero conviene saber que el nacionalismo se convierte en fascismo cuando te dicen que tu nación no es solo única, sino superior, que es más importante que ninguna otra cosa en el mundo. Y no tienes obligaciones especiales con tu país, sino que son exclusivas con tu nación, con nadie más, ni tu familia, ni la ciencia, ni el arte… ni el resto de la sociedad. Así, la forma de juzgar si una película es buena reside, únicamente, en si sirve a los intereses de la nación. Es la manera fascista de ver las cosas.
¿Por qué el fascismo sigue resultando atractivo? No sé cómo se enseña en España, pero en Israel se presenta el fascismo como un monstruo terrible. Creo que es un error, porque como todo mal tiene una cara amable y seductora. El arte tradicional cristiano ya representaba a Satanás como un hombre atractivo. Por eso es tan difícil resistir las tentaciones del mal y, por supuesto, del fascismo. ¿Cómo es posible que millones de alemanes apoyaran a Hitler? Se dejaron llevar porque les hacía sentir especiales, importantes, bellos. Por eso es tan atractivo. ¿Qué pasa cuando la gente empieza a adoptar puntos de vista fascistas? Que como les han dicho que el fascismo es un monstruo, les cuesta reconocerlo en los demás y en sí mismos. Cuando se miran al espejo, no ven a ese monstruo terrible, sino algo hermoso. No soy un fascista, se dicen.
“No tener smartphone es símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno. Lo nuevo es protegerse contra los ladrones que quieren retener nuestra atención”
El Parlamento israelí ha aprobado una ley que habla de la “nación judía” que ha sido muy criticada sobre todo por los ciudadanos árabes que viven aquí. En el libro asegura que en su país se ha exagerado la influencia real del judaísmo en la historia. Mucha gente tiene una imagen exagerada de sí misma como individuos y como colectivo. Pongo el ejemplo de Israel porque es un país que conozco. Muchos israelíes creen que el judaísmo es la cosa más importante que ha pasado en la historia. Les molestan mucho las críticas sobre lo que está haciendo Israel en los territorios ocupados. Tienen una imagen muy distorsionada del lugar que ocupan en el mundo y de lo que los israelíes están haciendo ahora en un contexto global. Aquí es muy difícil hablar de ello sin que te tachen de traidor. Sobre la ley de la “nación judía”, estoy orgulloso de ser israelí, pero en mi país se están restringiendo algunos derechos.
¿Qué es lo que más le preocupa de la tecnología? Los partidos fascistas en los años treinta o el KGB soviético controlaban a la gente. Pero no podían seguir a todos los individuos personalmente ni manipularlos individualmente porque no tenían la tecnología. Nosotros empezamos a tenerla. Gracias al big data, la inteligencia artificial y el aprendizaje automatizado, por primera vez en la historia empieza a ser posible conocer a una persona mejor que ella misma, hackear a seres humanos, decidir por ellos. Además, empezamos a tener el conocimiento biológico necesario para entender qué está pasando en su interior, en su cerebro. Tenemos cada vez una mayor comprensión de la biología. El gran tema son los datos biométricos. No se trata solo de los datos que dejas cuando haces clic en la web, lo que dices o adónde vas, sino de los datos que dicen qué pasa en el interior de tu cuerpo. Como la gente que utiliza aplicaciones que reúnen información constante sobre la tensión arterial y las pulsaciones. Ahora un Gobierno puede seguir esos datos y, con el suficiente poder informático, se puede llegar a un punto en que me entienda mejor que yo a mí mismo. Con esa información, puede fácilmente empezar a manipularme y controlarme de la forma más efectiva que se ha visto nunca.
¿Eso no suena un poco a ciencia-ficción? Ya estamos viendo cómo la propaganda se diseña de forma individual, porque existe suficiente información sobre cada uno de nosotros. Si quieres crear mucha tensión dentro de un país en relación con la inmigración, pones a unos cuantos hackers y trolls a difundir noticias falsas personalizadas. A la persona partidaria de endurecer las políticas de inmigración le mandas una noticia sobre refugiados que violan a mujeres. Y lo admite porque tiene tendencia a creer esas cosas. En cambio, a su vecina, que piensa que los grupos antimigrantes son fascistas, le envían una historia sobre blancos dando palizas a refugiados, y se inclinará a creerlo. Así, cuando se encuentran en el portal de casa, están tan cabreados que no pueden mantener una discusión tranquila. Esto pasó en las elecciones de Estados Unidos de 2016 y en la campaña del Brexit.
Dan ganas de irse a vivir a Marte…, de aislarse. ¿Cómo concentrarse en lo importante? La atención es un recurso muy disputado y está vinculado a los datos. Todo el mundo quiere atraer tu atención. El modelo de la industria informativa ha sido completamente distorsionado. Ahora el patrón básico es que recibes la mayoría de las noticias supuestamente gratis (sean reales o falsas), pero en realidad lo haces a cambio de tu atención, y esta se vende a otros. El nuevo símbolo de estatus es la protección contra los ladrones que quieren captar y retener nuestra atención. No tener un smartphone es un símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno.
Pero parece que Donald Trump tiene un móvil inteligente, al menos se pasa el día tuiteando. Usted también tiene cuenta en Twitter desde enero de 2017. Hay gente que me gestiona la cuenta. Me parece que las redes sociales esclavizan mucho. Si quieres estar de verdad en ellas, no puedes tuitear algo una vez al mes. Tienes que hacerlo todo el tiempo. ¡Yo no tengo tantas cosas que decir en Twitter!
¿Cómo se organiza para mantener su atención a salvo de secuestradores? Intento limitar los tiempos. Empiezo el día con una hora de meditación. Después de desayunar miro los correos electrónicos e intento responder a todos. Que quede la bandeja de entrada a cero, porque, si lo dejo para luego, se me atragantan. Después, intento no mirar el correo todo el tiempo. Como no tengo smartphone, no recibo notificaciones, ni tengo la tentación de entrar en Internet para leer cualquier cosa. Simplemente, cojo un libro y lo leo. Una o dos horas. Solo hago eso. Si tengo que escribir, escribo. La práctica de meditación me ayuda a mantener la concentración.
Dicen que se enteró de la victoria de Donald Trump varias semanas después porque estaba en un retiro meditando. Efectivamente… Me enteré algunas semanas después.
¿Cree que la promoción del nuevo libro le dejará tiempo para ir a un retiro este año? ¡Por supuesto! Nunca falto. Me voy 60 días a India en diciembre.
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