Dormir en un palacio del siglo XVI con la firma de los restauradores de la Capilla Sixtina
El Palazzo Raveggi acoge Casa Iris, un alojamiento de cinco estrellas en La Toscana italiana. En su restauración incluso se utilizaron cuchillas de afeitar para quitar las capas de pintura
Lo decía el gran cineasta Bernardo Bertolucci: “No barajo el tiempo como algo cronológico; todo lo más, lo acuso físicamente”. Y esta permanencia del momento vivido frente al paso de los años es lo que el director de cine italiano mostró de manera explícita en la película Belleza robada (1996). La perpetuidad de lo eterno y bello en un entorno con pasado como es la Toscana.
Los empresarios James Valeri y Matthew Adams dejaron el East Village de Nueva York y fueron buscando, precisamente, esta eternidad que dan los paisajes del centro de Italia; la misma que arrastró a Liv Taylor y Jeremy Irons en Belleza robada. Fue un palacio del siglo XVI el lugar elegido para volver a los orígenes, para crear Casa Iris. En abril de este año se abrió este sofisticado bed and breakfast alojado en el Palazzo Raveggi de la localidad de Orbetello (Grosseto) en cuya remodelación han participado los mismos restauradores de la Capilla Sixtina. Los dioses estaban de su lado.
“El Palazzo Raveggi tiene 500 años y llevaba 70 sin mantenimiento ni renovación. Tuvimos que quitar toda la plomería, la electricidad y el suelo; los techos estaban casi todos pintados de blanco, así que raspamos cuidadosamente las capas de pintura con hojas de afeitar”, cuenta Matthew, de origen estadounidense.
Para esta adecuación se contrató a la restauradora Maria Rosaria Basileo, cuyo nombre ya había aparecido en las restauraciones recientes de la Capilla Sixtina en el Vaticano o la Villa Borghese, el famoso parque en Roma cuyos edificios y museo tienen obras de Caravaggio, Rafael o Bernini. “El techo de cada habitación presentaba tres capas de decoración de tres periodos artísticos diferentes […]. Maria Rosaria usó una técnica llamada desciablo, que raspaba capas de pintura y lograba crear un patrón de diferentes colores de cada capa”, añade.
Este catálogo de colores original marcaría después el desarrollo decorativo de Casa Iris, que cuenta con tan solo cinco habitaciones: “El hecho de encontrar muchos tonos pastel cuando quitamos las capas de pintura hizo que se usara como paleta para el proyecto”, cuenta James, la conexión italiana de la pareja. La arquitecta Giorgia Cerulli llevó a cabo la obra –supervisada en todo momento por las instituciones locales de conservación–, muy en la línea de otro trabajo suyo, el G-Rough Hotel en Roma. “Quitamos algunas paredes para abrir las habitaciones y permitir que entrara más luz. Queríamos crear una mezcla lúdica de lo moderno y lo antiguo para elegir el piso de cemento y resina y mezclarlos con viejas baldosas de graniglia (especie de gresite)”, añade.
El hotel, que mantiene una sensación abierta, romántica y con refinada decadencia, incluye lavabos de mármol antiguos, azulejos art nouveau originales e incluso luminarias de latón hechas por un artesano romano. Todo se acompaña de muebles de Gio Ponti, Angelo Mangiarotti, Maison Jansen, Willy Rizzo o Franco Albini, entre otros diseñadores. “Iris es el nombre de mi abuela –dice James– una mujer generosa, maravillosa a quien queríamos rendir homenaje”. El respeto por el pasado, al fin y al cabo.
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