Ir al contenido
_
_
_
_

Hugo Silva: “Ese chaval, Montoya, no puede salir a la calle. Yo me acuerdo de lo difícil que era encajar eso”

El actor que pasó de rockero de San Blas al ‘guaperas’ oficial de España es hoy un padre de familia que no deja de trabajar: mientras rueda una película, promociona otra y presenta en festivales otra más

Hugo Silva posa en exclusiva para ICON en la playa de Ondarreta, en San Sebastián.

“¿Tú eres del cine, no?”, le pregunta una venerable anciana a Hugo Silva (Madrid, 47 años) en la puerta de su hotel en San Sebastián. “Sí, señora, estamos unos cuantos aquí”, le contesta amablemente el actor. Tiene mérito, porque está muerto de sueño: Silva rueda de noche Cada día nace un listo, la nueva película de Arantza Etxebarria (La infiltrada), con lo que tiene los biorritmos del revés y esta entrevista, y estos retratos, agendados un mediodía de viernes, no le vienen nada bien. Se le ha juntado el rodaje con la promo de Un funeral de Locos, que se estrena el 11 de abril, y con la presentación en Málaga de la nueva película de Gracia Querejeta, La buena suerte, que se presenta a concurso. Por eso, la mayor preocupación de Silva hoy, aparte de dormir un rato más antes de ir al rodaje, es que el traje que lleva puesto para las fotos no se manche. Es el mismo que se va a poner en Málaga porque no le va a dar tiempo a pasar por casa en Madrid antes de ir al festival. Pero no pasa nada. “Antes me agobiaba mucho, pero ya no, hace tiempo que solté los mandos. La única línea roja es que no hago promo en fin de semana”, explica.

Hugo Silva es el hombre en España que lo rueda todo. Hace tiempo que su ritmo superó a la Wikipedia, donde su filmografía está desfasadísima. Incluso IMDB, la base de datos por excelencia, se ha quedado atrás. “Es cierto que estoy en un momento muy prolífico”, ríe. “Intento aprovecharlo y disfrutarlo. En realidad, yo antes tenía más ambición que ahora, mucha más. Me recuerdo con una ambición muy bestia. Ahora lo que tengo es fondo. Además de mucha suerte, soy muy consciente de ello, porque las propuestas que me llegan me gustan. Siempre que hago algo es porque en cierta manera me he enamorado. De la historia, del personaje, del mensaje o de lo que sea. Pero quizás la diferencia es esa: antes tenía mucha ambición y ahora no tanta, pero sí mucho fondo”.

Sus trabajos son de lo más variado. Cada día nace un listo, la película que está rodando, es una comedia muy exigente: “Mi personaje es un artista nato. También es un timador pero sobre todo es un artista: canta, baila… así que he estado dos meses y medio en Madrid dando clases de danza y de canto”, cuenta. La buena suerte, la película que presenta en Málaga, es una historia de violencia intrafamiliar basada en una novela de Rosa Montero. “Me interesó mucho la idea de qué pasaría si uno de tus hijos fuera alguien que ha hecho el mal”, explica Silva, que tiene dos gemelos de 15 años. “Son muy nobles. Han nacido con un padre que se dedica a esto y es algo que forma parte de su realidad desde tan adentro que creo que no tienen ni un punto de vista. A mí lo que realmente me importa es pasar tiempo juntos, disfrutar y ya está. Y estar ahí cuando te llaman y alegrarte con sus logros o intentar ayudarles, porque la adolescencia es una putada. Ser adolescente ahora es durísimo”.

La mayor preocupación del actor era que el traje que llevaba puesto no se manchase. Era el mismo que se iba a poner en el festival de Málaga. “Antes me agobiaba mucho, pero ya no, hace tiempo que solté los mandos. La única línea roja es que no hago 'promo' en fin de semana”, explica.

Un funeral de locos, la película que promociona, es una comedia de enredo. Una versión ambientada en San Sebastián de Un funeral de muerte, filme estadounidense dirigido por Neil Labute en 2010, que a su vez era una adaptación bastante chusca de comedia británica del mismo título de 2007 dirigida por Frank Oz. Independientemente del resultado, es un trabajo coral con un reparto estelar: Inma Cuesta, Belén Rueda, Quim Gutiérrez, Ernesto Alterio, Antonio Resines, Gorka Otxoa... “Lo primero que me atrajo fue, sobre todo, la gente con la que iba a trabajar. Que es un casting acojonante. Yo sabía que me lo iba a pasar muy bien. El personaje me encantaba, pero, aunque esto puede sonar muy poco artístico, muy frío, me convenció que sabía que me lo iba a pasar muy bien en este rodaje”. ¿Al final es eso lo que importa? “Para mí es muy motivador. Y así fue. Rodé con gente divertidísima, muy graciosa. Lo pasamos genial”.

En un mundo dominado por eso llamado relato, es decir, en el que es casi más importante la historia que creas alrededor de lo que haces que lo que realmente haces, resulta refrescante una figura como la de Hugo Silva. Lleva casi 30 años de intensa carrera, pero no tiene ningún interés en contar monsergas. “Yo lo que intento es tomar mucha distancia psicológica. Es decir, yo me tomo actuar como un trabajo. No es mi vida. Mi vida es mi vida y la diferencio muy bien”, explica. Su función es actuar, hacerlo lo mejor que sabe y con la máxima profesionalidad. Lo que pase después con su trabajo no está en su mano.

—¿Eso es algo que llega con la madurez?

— Sí. ¿Te acuerdas de que te he dicho que ya no tengo tanta ambición? Pues también lo veo todo con otra distancia. Lo que me está pasando es que disfruto mucho de cosas que antes ni veía, cosas súper pequeñas. Yo antes las pisoteaba en mi búsqueda de intensidad y ahora es un gozo. Pasa también con el trabajo: me gusta apretar y probar y hacer el viaje y tal pero hay veces que los resultados no son los que tú esperabas y no pasa nada. Antes eso podía ser una tragedia y ahora no. Si sale, sale, y si no sale, pues a seguir y ya está. La gente no está pendiente de cómo es tu película, de cómo estás en tu último trabajo. La gente no está a eso, la gente ve una peli, la comenta, sigue su vida y todo es mil veces más importante para ellos que tu puta película.

“Ha sido un camino largo hasta aquí”, continúa, antes de afirmar que la crisis de los 40 le ha venido hasta bien. “Aunque deberían haberme dicho que, en realidad, la famosa crisis de los 40 se tiene cuando te acercas a los 50″, bromea. Coincidimos en que esa crisis consiste en tomar conciencia de que no eres inmortal, algo que, en su caso, agravó el fallecimiento de su padre en 2022.

—Hace poco subió una foto de su padre a Instagram y es asombroso lo que se parecían.

—Es verdad. Cuando me miro al espejo es una bofetada de realidad porque me parezco físicamente bastante a él. Eso ha sido muy duro, porque que tu padre se vaya y que tú te mires al espejo y le veas a él tal y como era hace nada da cierto vértigo.

—¿Cómo lo lleva?

—La muerte es parte de la vida y hay que encajarla así. Pero, sinceramente, echo mucho de menos a mi padre. Últimamente, además, he tenido que mover cosas suyas y he encontrado fotos y tengo una conexión súper bestia con él, con lo que fue. Al final, llegas a la conclusión de que lo que tú dejas aquí es cómo has tratado a la gente. Eso es lo que perdura, lo que incide en las futuras generaciones. Cómo trates a tus hijos es cómo van a tratar tus hijos a los suyos. Ese es realmente el legado que dejas.

“Lo que tú dejas aquí es cómo has tratado a la gente. Eso es lo que perdura”, reflexiona el actor, que perdió a su padre en 2022. Aquí, Silva posa en la puerta del Club de Tenis de San Sebastián.

Los padres de Hugo Silva se separaron cuando tenía ocho años. Creció cerca de la Avenida de Guadalajara, que en los ochenta era una de las zonas más complicadas de San Blas, un barrio obrero de Madrid. “Al lado de la avenida había un poblado chabolista que en aquel momento era de los más grandes de la ciudad. Y también era el mercado de la heroína de Madrid. El problema no era que mi barrio fuera conflictivo. Lo era porque todos los yonquis de los ochenta iban a comprar heroína allí. El personal que había andando por la calle era muy deprimente. Fíjate, hace poco estaba en la puerta del Reina Sofía y de repente pasó una pareja y flipé porque los vi caminar de una manera que reconocí. Son unos andares muy tristes y muy duros, los andares de la prisa para conseguir caballo. Y de repente tuve como un déjà vu y pensé: ‘Hostia, hacía mucho que no veía esto”.

—¿No era una marcianada que un chaval de San Blas quisiera ser actor?

—Sí, bastante. De hecho, incluso cuando ya era un poquito mayor, un chaval que quisiera hacer teatro y que se fuera a Torrejón a ensayar por las tardes una obra, era algo que no se entendía bien, pero también recuerdo que en mi instituto caía simpático por exótico. Recuerdo que en primero de formación profesional se hizo un curso de teatro, yo me metí, por supuesto, y se levantó una función y aquello era totalmente marciano. Y la verdad es que no debería ser así. Quiero decir que yo creo que debería haber cursos de teatro en todos los centros educativos porque al final es algo que creo que todo el mundo lleva dentro. Lo que pasa es que hay algunos flipados, como yo, que hacen de esto una forma de vida y que han conseguido por muchas carambolas dedicarse a esto. Pero no deja de ser algo muy... humano el hecho de representar. Y, a la vez, creo que es muy terapéutico porque es una forma de salirte de tu realidad, de ti mismo. Eso te da mucha perspectiva.

En 1997, con 20 años, Hugo Silva era un chaval de San Blas que trabajaba de electricista y cantaba en Inordem, un grupo heavy bastante conocido en los dosmiles, después de que él lo dejara (no se está sugiriendo que haya relación entre ambas cosas). “Yo quería ser una rockstar”, recuerda, “lo tenía clarísimo. Lo que me pasa es que me admitieron en la RESAD [Real Escuela Superior de Arte Dramático, una de las instituciones más prestigiosas de España] y dejé el trabajo de día para poder estudiar”.

Ese golpe del destino fue determinante. No era fácil entrar en la RESAD y menos sin el equivalente al bachillerato actual. Lo logró a la segunda, por medio de una prueba de acceso especial. “Ahí fue cuando mi entorno entendió que no había vuelta atrás”, cuenta. Lo curioso, recuerda, es que él empezó a ver su futuro como actor como algo casi inevitable. “Me pasaba, y me da cierto pudor decirlo, que cuando empecé hubo como un momento de aceleración muy bestia. De repente me cogieron para El comisario, de ahí a Al salir de clase... En mi familia todo era alegría y celebraciones. Como si fuera excepcional. Y yo estaba muy contento pero en el fondo de mi corazón decía: ‘Pero si es lo lógico, es lo que tiene que pasar”.

Y pasó. En 2005, entra en Los hombres de Paco. Una serie que arrasó, llegando a tener audiencias del 30%. Y aquel desconocido de 1,85 se convirtió en el guaperas oficial de España. Se puede decir, sin que sea una hipérbole, que una generación entera creció deseando a Hugo Silva. De hecho, han pasado 20 años y gran parte de aquel público sigue deseándole. “Estoy muy, muy agradecido, fue una oportunidad brutal”, dice hoy. “Pero es verdad que tuve que gestionar lo que llamo ‘la fama explosiva’, que no tiene nada que ver con la que vivo ahora. La fama explosiva es una locura”.

—¿De verdad es tan complicado de gestionar?

—¿Sabes qué me lo recuerda ahora? El chaval este que está en todos lados, Montoya. Ese chaval no puede salir a la calle, no puede. Yo me acuerdo de lo que es eso y es difícil de encajar. Imagina que, de repente, ya no puedas hacer cosas que no valorabas porque son de una normalidad apabullante: salir y tomar una cerveza o ir a comprar a una tienda o entrar en una farmacia. Además, chocas mucho con la gente porque te ve y estás de moda y quieren una foto... quieren algo de ti, lo que sea. Pero, claro, tú te sientes muy solo y además lo que tú percibes es hostilidad, egoísmo por parte del mundo. Piensas: ‘Joder, nadie me está viendo, nadie está pensando en cómo estoy gestionando esto’. Es muy difícil al principio, pero luego todo pasa y ahora, por ejemplo, estoy encantado. Me he reconciliado. Salgo a la calle y la gente me conoce y yo les sonrío y lo llevo muy bien. Vivo en el agradecimiento total.

Obviando todo lo que no es normal en su vida, Hugo Silva es una persona normal. Con su familia, su vida y sus redes sociales. Tenía X, antes Twitter, que se quitó hace unas semanas, pero sigue en Instagram, en una cuenta que lleva él mismo y en la que opina sobre lo que le apetece. “Quitarme Twitter no ha sido una reivindicación política, ha sido una cosa estrictamente personal. Luego, si le doy dos vueltas, pues al final no deja de ser una plataforma que pertenece a cierto señor y un sitio muy tóxico que no me hace bien. Instagram no deja de ser una herramienta con la que, sinceramente, de vez en cuando gano dinero y me ayuda a promocionar mis proyectos. No me corto, digo lo que me da la gana como cualquiera, pero no me apetece ser un opinador. No tengo una opinión concreta y lúcida para cada cosa que pasa y también, esto lo hablo con mi psicóloga, me sentía sobreinformado y no me apetece. Me apetece que mi cerebro disfrute de películas, de libros y de descansar”.

Dice que hace no mucho, hablando con sus hijos, surgió la pregunta de para qué sirve el arte. “Empezamos a hablar sobre lo importante que es el arte en la sociedad, cómo nos humaniza y lo importante de tener una cierta mirada artística de la vida porque es un filtro muy de verdad, muy práctico, es muy sano mentalmente”. ¿Le gustaría que se dedicasen a una profesión creativa? “Yo solo quiero que hagan lo que quieran, que sean felices y ya está. Que, en realidad, ya es bastante reto”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_