Michael J. Fox, párkinson, alcoholismo y una historia de superación
El actor rememora cómo recibió la noticia de su enfermedad, casi tres décadas después, y cómo se ha convertido en uno de los grandes apoyos para la investigación de esta dolencia
El diagnóstico de una enfermedad grave es un mazazo para cualquier persona sean cuales sean sus circunstancias. Si la sentencia le llega a una persona joven, casi recién casada, con una carrera profesional en ascenso en el exigente mundo del cine, digerirlo cuesta y mucho. No más que a cualquiera, pero sí tanto como a todos los que saben a ciencia cierta que su proyección profesional depende de su imagen, de la opinión de terceros que pueden aceptarte como vas a ser o arrinconarte para siempre.
Este ha sido el caso del actor Michael J. Fox quien una mañana de 1990 se despertó notando que el dedo meñique de su pie izquierdo se retorcía de forma incontrolada. Un año después llegó el diagnóstico a través de un neurólogo de Manhattan: párkinson de aparición temprana. Fox tenía 30 años, llevaba tres casado con la actriz Tracy Pollan y su primer hijo no había cumplido dos años de vida. Entonces el éxito de su papel protagonista en la saga Regreso al futuro auguraba una carrera con grandes posibilidades aunque el actor ya conocía las hieles de la crítica y el fracaso en taquilla. Ese día en el que cambió su vida Fox volvió a su casa y lloró mientras le contaba a su mujer el dictamen que acababa de recibir.
Veintiséis años después Fox recuerda ese momento y lo que siguió en una entrevista concedida a la revista People. “Es un diagnóstico raro”, explica a la revista Tracy Pollan, “no eres diferente a lo que eras ayer. Es algo fácil de olvidar porque nada cambia”.
Jamie J. Fox, que ahora tiene 57 años, se volcó en el trabajo. Cualquier papel era bueno para maquillar lo que sentía y después llegó el alcohol, esconder las botellas vacías de la vista de su esposa, refugiarse en la bebida para olvidar la enfermedad. “Me fui aislando de mi familia”, recuerda Fox en la entrevista. Pollan también reconoce que aquella situación pasó factura en el matrimonio: “Da miedo, no sabes cómo va a ser. Obviamente no vas a vivir así el resto de tu vida”, afirma Michael J. Fox.
El cambio llegó tras una noche de copas con los amigos en 1992. Fox volvió a su casa y cayó desmayado en el sofá con una lata de cerveza derramándose sobre la alfombra. Allí le encontraron al día siguiente su mujer y su hijo Sam, que entonces tenía tres años. “Miré lentamente a mi mujer de los pies a la cabeza esperando encontrarla realmente enfadada”, cuenta Fox en la entrevista, “pero no lo estaba. Estaba aburrida”.
Ella solo le preguntó: “¿Es esto lo que quieres?”. Y sin esperar su respuesta salió por la puerta de su casa. Aquella cerveza fue el último trago. El actor buscó ayuda en un terapeuta para aceptar que tenía que convivir con la enfermedad y cambio su forma de pensar sin resignarse. “Empecé a pensar que podía seguir adelante”, afirma, “que podía trabajar con otros pacientes y que podía permitir a mi familia que se preocupen por mí”.
La pareja celebró el pasado mes de julio su treinta aniversario junto a sus cuatro hijos, Sam, las gemelas Aquinnah y Shuyler que nacieron en 1995 y Esmé que nació en 2001. En este tiempo la carrera del actor no ha sido muy brillante pero ha ido encontrando su sitio y volvió a tener un papel relevante interpretando a un sibilino abogado en la exitosa serie The good wife. Pero sobre todo, desde que hizo público que padecía párkinson en 1998 se convirtió en ferviente promotor de la investigación de esta enfermedad y creó en 2000 la Fundación Michael J. Fox dedicada a buscar apoyo y financiación con la misma finalidad, entidad que según la revista Forbes es el segundo mayor donante para la investigación del párkinson en Estados Unidos. En 2007 la revista Time le nombró una de las 100 personas “cuyo poder, talento o ejemplo moral está transformando el mundo”, En 2010 recibió un doctorado honorario en medicina del Instituto Karolinska por su contribución a las investigaciones sobre párkinson y la misma distinción pero en leyes por parte de la Universidad de Columbia Británica.
Alguna vez ha reconocido que ha llegado a medicarse demasiado para afrontar con cierta dignidad una entrevista, pero tampoco dudó a la hora de protagonizar en 2006 una campaña publicitaria para una candidata al Senado de Estados Unidos donde dejó ver claramente los efectos de la medicación para el párkinson. Lo dice él mismo durante el encuentro con el entrevistador de People: “Es muy fácil ser optimista. Esta es mi vida. ¿De qué hay que quejarse”.
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