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Inés Urquijo, entre el huerto y el arte

Inés Urquijo, en su huerto de La Jarilla.
Inés Urquijo, en su huerto de La Jarilla.Eduardo Nave

Es una de las floristas españolas más creativas. Representa una nueva tendencia en su oficio de cultivar y hacer crecer sus propias variedades, raras, exóticas e inimitables, y escapar a los canales comerciales de la floricultura. Esta es una historia de amor y flores.

Nos habla Ovidio en sus Metamorfosis de Pomona, diosa de los frutos y los huertos, que encerrada en su hortus conclusus fue cortejada con insistencia, hasta rendirse, por Vertumno, divinidad de las estaciones y de las mutaciones de la vegetación.

Pomona es el nombre que ha dado a su huerto de flores una de las floristas españolas más creativas, Inés Urquijo (Madrid, 1966), testigo del buen momento que vive el arte floral en nuestro país. Inés es una experta en flores con una sensibilidad a borbotones, que compone hermosos poemas con sus composiciones florales. Un paso adelante en este oficio tan antiguo como actual.

Detalle de la flor de la Echinacea, un gran remedio natural para mejorar las defensas del cuerpo humano.
Detalle de la flor de la Echinacea, un gran remedio natural para mejorar las defensas del cuerpo humano.Eduardo Nave

Su huerto de flores nació, como el de otras floristas, del deseo de tener variedades clásicas y raras, y especies propias del jardín y fuera de los canales comerciales habituales. Cuenta Inés que después de trabajar muchos años con flores procedentes de compañías mayoristas holandesas se dio cuenta de que las que necesitaba, esas que encuentra en los jardines, campos y bosques y que desde niña ponía en jarrones para cambiar los espacios y crear magia, no las conseguiría si no las cultivaba ella misma. Y de ahí nació Pomona, con la ayuda de Quentin Lowe, donde a base de prueba y error consigue flores naturales, con alma e imperfecciones, que le permiten expresar emociones y aportar belleza a la vida de la gente, que es en definitiva lo que busca con su vocación de florista. En Pomona nacen y crecen rosas antiguas, frutales, zinias, verbenas, alhelíes e infinidad de dalias. Estas últimas retrotraen a Inés a uno de sus primeros recuerdos florales, aquella huerta de dalias que tuvo su tía Lola Urquijo, en el mismo lugar que la actual, la finca Las Jarillas, a las afueras de Madrid.

Una nueva ola de floristas como Leticia Rodríguez-Lafuente en Guadalajara u Horta de la Viola en Palafrugell comparten con Inés esta tendencia a cultivar sus variedades que en países como Reino Unido es muy habitual. Un fenómeno que participa del movimiento sostenible al apostar por el producto local y que da a las creaciones de estas artistas de la flor un repertorio y un particular gesto que las hace exclusivas.

El taller de la paisajista se encuentra en la finca Las Jarillas, en las afueras de Madrid
El taller de la paisajista se encuentra en la finca Las Jarillas, en las afueras de MadridEduardo Nave

Inés recuerda que empezó en el mundo de los jardines y las flores en su infancia y que son su pasión desde entonces. Le viene a la cabeza la impresión que le causó ver su primera peonía en el jardín de su tío Fernando o la magia del jardín de Marga Argüelles, también tía suya, en Somosaguas. Se formó como paisajista en la Escuela Castillo de Batres, y creando y paseando por jardines de todo el mundo siguió observando el paso de las estaciones y sus efectos sobre la vegetación y las flores. Con uno de sus primeros sueldos como paisajista estudió un curso de arte floral que la enamoró del oficio. Había nacido una florista. En el trabajo de Inés se siente esa relación con el jardín y el bosque, sus montajes florales se llenan de ramas, frutos y hojas con colores otoñales, procedentes del huerto, de los jardines y de su querido campo.

Si Inés es florista se debe, en palabras suyas, a lo inaprensible de las flores, que causa emoción en el ser humano y que tiene que ver con lo efímero, lo bello y lo perfecto.

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