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De ser el primer club de jazz de Londres a convertirse en un templo del punk: el milagro de The 100 Club

El libro ‘100 club stories’ recuerda lo increíble que es que esta sala aún siga en pie

Miembros de The Adverts en el 1976 Punk Special. TV Smith (boca abierta) y Gaye Advert (con camiseta de Iggy).
Miembros de The Adverts en el 1976 Punk Special. TV Smith (boca abierta) y Gaye Advert (con camiseta de Iggy).

A veces está muy bien la sinceridad de los hombres de negocios. The 100 Club, uno de los garitos más míticos de música en vivo de Londres (que es casi lo mismo que decir del mundo) ha sido siempre ejemplo de un lugar donde todo vale. La explicación, según Roger Horton, responsable de la sala entre 1964 y 2001, es prosaica. “Si me parecía que lo que proponían era razonablemente rentable estaban dentro, fuera la música que fuera”. Lo cuenta tal cual en el prólogo de 100 Club stories, libro que celebra el 75 aniversario de la sala. Una selección de testimonios y fotos de músicos y público. “El 100 Club es un lugar único. Está en la principal calle comercial de Londres [Oxford Street], un lugar raro, y casi todos los que han vivido en la ciudad han estado allí. Es un sitio muy peculiar con un diseño inusual y pocas de las características asociadas con una sala de conciertos. El escenario es alargado y estrecho, hay columnas frente a él y ni siquiera tiene un backstage en condiciones”, cuenta Ben Freeman, director creativo de Ditto Press, que, junto con Fred Perry, ha editado el libro.

Paul Simonon y Joe Strummer, de The Clash, flanquean a Paul Smith, de The Subway Sect, en el ‘backstage’.
Paul Simonon y Joe Strummer, de The Clash, flanquean a Paul Smith, de The Subway Sect, en el ‘backstage’.

Fue Roger Horton el que bautizó el local como 100 Club en 1964. No se rompió la cabeza, el club está en el número 100 de Oxford Street. Pero en aquel lugar se programaba música en vivo desde hacía más de dos décadas. En octubre de 1942, en plena II Guerra Mundial, tres hermanos apellidados Feldman con dinero de su padre convirtieron un restaurante en el Feldman Swing Club, el primer club de jazz de Londres. “Brinda a los entusiastas de Londres lo que siempre les había faltado, un hogar habitual para la música swing donde pueden bailar y escuchar a estrellas del jazz”, reseñaba la revista Melody Maker.

Fue un éxito, pero en 1954 estaba de capa caída y cayó en manos de un empresario que aprovechó el filón del momento: el folk. Pasada la moda, decidió buscar sectores más rentables. Es entonces cuando Horton se hace con el local y lo rebautiza como 100 Club en pleno esplendor del swinging London. “The Kinks tenían una residencia, así que los veía casi todas las semanas. Una de las grandes noches fue cuando acababan de publicar You really got me. Habitualmente, debíamos ser unos 100. La mayoría, chicos. Pero en cuanto salió esa canción se nos unieron unas 300 chicas. Fue como si los años sesenta nos alcanzaran en una sola noche”, recuerda en el libro Charlie Harper, que pasó por varios grupos antes de reconvertirse en punk como líder de U.K. Subs.

Interior del libro ‘100 club stories’.
Interior del libro ‘100 club stories’.

Era 1976, el mismo año en que el 100 Club se convirtió en el templo de aquel movimiento entonces en estado embrionario. The 1976 Punk Special, dos noches de conciertos con The Sex Pistols, The Clash, Siouxsie & The Banshees, The Damned, The Vibrators o Buzzcocks, fue el momento fundacional de la primera ola punk. “En una noche”, escribió en su autobiografía Ron Watts, el promotor de aquellos conciertos, “el punk pasó de ser un culto subterráneo a ser un movimiento de masas. Casi podíamos sentir a los cazatalentos esperando fuera, en Oxford Street”.

Antes, en los setenta, el club había dado cobijo a muchos movimientos, desde el northern soul, a los conciertos de los músicos negros sudafricanos exiliados. “El 100 fue básico para derrocar el apartheid”, asegura el jazzman Frank Williams, algo que desconocía Ben Freeman. “Sabíamos poco hasta que comenzamos a investigar para el libro. No teníamos ni idea de su importancia dentro del activismo político sudafricano, ni de muchos incidentes, como cuando robaron en la sala echando granadas de humo en pleno concierto de Combat 84 o la subcultura de los soul boys. Cada historia es sorprendente a su manera, por lo que tendrá que leer el libro para descubrirlas todas”.

Un momento del concierto de Eric Robinson en 1986. El micrófono lo sujeta una mujer apodada la Contessa Villa Nova.
Un momento del concierto de Eric Robinson en 1986. El micrófono lo sujeta una mujer apodada la Contessa Villa Nova.

A pesar de que la gentrificación de la capital británica estuvo a punto de acabar con la sala en 2010, hoy el 100 Club sigue abierto, regido por Jeff, el hijo de Roger Horton. Si en los noventa pasó por allí casi todo el britpop (cuentan que era una de las salas favoritas de Noel Gallagher), ahora es una amalgama variopinta, en la que en la misma semana puede tocar un grupo de blues y una banda punk argentina. En realidad, lo que siempre ha sido.

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