Cuándo no debe intentar pillar a su hijo en una mentira
Si le pide que prometa decir la verdad lo conseguirá la mitad de las veces
"Sí, me he lavado los dientes". "No, hoy no tengo deberes". "Aún no me han dado las notas". "Me he quedado a dormir en casa de una amiga"... Las mentiras de los niños son tan habituales que madres y padres están más que acostumbrados a ellas. Lo que, según los psicólogos infantiles, puede resultar más preocupante es que la insinceridad se convierta ya a esa edad temprana en un hábito. Que el pequeño desarrolle apego a no decir la verdad y, peor aún, compruebe que mentir le funciona (generalmente, para evitar un castigo). Si no se corrige a tiempo, añaden los expertos, podemos estar asistiendo a la formación de un gran mentiroso en la edad adulta.
Según Silvia Álava, psicóloga clínica y educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP), las mentiras infantiles pueden agruparse en dos categorías. "Una es la fabulación: se están inventando una historia, tremendamente fantástica. Cuando son pequeños tienden mucho a hacerlo, porque aún confunden la realidad con la ficción", describe. En este caso no hay que alarmarse. "Se les puede decir: 'Qué historia tan bonita', y sonreír. No lo hacen adrede y no hay maldad", añade.
Otra cosa son las mentiras que buscan un objetivo, orientado a buscar su beneficio o evitar un perjuicio según señala Silvia Álava. "El niño hace un análisis muy rápido y piensa que para evitar que le regañen, lo mejor es mentir".
La larga lista de razones: desde fardar hasta proteger a un amigo o mantener la intimidad
Esquivar un castigo es el principal motivo que lleva a los niños a engañar, pero no el único. "También pueden mentir para proteger a sus amigos, sobre todo a partir de Primaria (siete u ocho años); para evitar la vergüenza o la humillación; porque lo aprendan de los padres; para presumir o alardear, como puede verse en edades posteriores en redes sociales; para conseguir algo que no se puede conseguir de otra manera; protegerse de algún daño; ganarse la admiración de los demás; evitar crear una situación embarazosa; mantener la intimidad cuando empiezan a tener relaciones sexuales; o demostrar su poder frente la autoridad, lo que ocurre mucho en los colegios", enumera Alicia Banderas, psicóloga clínica y autora, entre otros libros, de Niños sobreestimulados (2017).
Podemos estar a las puertas de un problema cuando las mentiras "empiezan a repetirse más o son más gordas", señala Banderas. Entonces, "implican inadaptación en los niños, una ruptura de reglas sociales, el rechazo de sus iguales, desajustes familiares y problemas psicológicos en la edad adulta", añade. Esto es, corremos el riesgo de que ese hábito se perpetúe. "Aunque tendría que ir asociado a otros rasgos de personalidad, como un carácter antisocial", concluye.
El psicólogo Paul Ekman, de la Universidad de California en San Francisco, y autor del libro Why Kids Lie? (¿Por qué mienten los niños?, 1991), es un referente en el campo de la mentira. La ha estudiado en políticos, en la publicidad y, por supuesto, en la infancia. Defiende que "virtualmente todos los críos" mienten. Pero cuando esa conducta persiste durante demasiado tiempo o se hace crónica, "los padres tienen una seria razón para preocuparse".
No vaya a pillar, hasta que sea un adolescente y sus mentiras sean más elaboradas
Como sostiene Silvia Álava, "si el niño se da cuenta de que la consecuencia no es tan grande o de que así evita la regañina, va a seguir haciéndolo. Cuando sigue mintiendo de adulto es porque no ha medido la importancia que tiene la mentira desde el punto de vista emocional". Un estudio de la psicóloga Magda Stouthamer-Loeber, de la Universidad de Pittsburgh (EE UU), concluye que la mentira en la etapa infantil predice bien la delincuencia y otros desórdenes en la edad adulta. Para prevenir males mayores, los especialistas recomiendan seguir una serie de pautas.
1. No regañe: póngase triste. La consecuencia debe ser emocional, lo explica Álava: "Debemos hacerles ver que, cuando nos mienten, están traicionando nuestra confianza, y eso nos hace sentir desilusión. Deben ver que estamos un poco distantes con ellos". Eso puede traducirse en cancelar un plan con el niño. "Podemos decirles que ya no nos apetece, porque nos hemos sentido engañados. Los niños necesitan ir a lo concreto". Debe quedar claro que nuestra reacción no es por el hecho en sí que intentaban ocultar (no haber hecho los deberes, por ejemplo), sino por la mentira; y que la consecuencia de la mentira es mayor que la de su acción.
2. No mienta en presencia de su hijo. Puede que en el mundo adulto las mentiras estén a la orden del día, pero si le preocupa que su retoño se esté convirtiendo en Pinocho, asegúrese de que él no está delante cuando cancela una comida en casa de los abuelos inventándose un plan inexistente. "No debemos olvidar que somos un modelo para nuestros hijos", subraya Alicia Banderas.
3. Indague qué puede esconderse detrás de esa costumbre. Conviene preguntarse el porqué de sus mentiras. "Si es un niño que miente mucho con los deberes, quizá es que tiene un problema de aprendizaje que hay que solucionar", dice Álava. Si lo solventamos desde la raíz, probablemente acabemos con las trolas. En cualquier caso, este paso debe ir siempre después de mostrar nuestra decepción y no antes, porque advierte: "Hay niños que lo que buscan es llamar la atención de los padres. Si ven que lo están consiguiendo, seguirán mintiendo".
4. Erradique el miedo. En determinados casos, la mentira se da en niños que tienen miedo de las reacciones de sus padres. Hay que plantearse, entonces, por qué le damos miedo a nuestros hijos. En ese sentido, el castigo "tiene que ser proporcionado", apunta Banderas. No es lo mismo negar que ha derramado sin querer un refresco en el teclado del ordenador que haber montado una fiesta en casa en ausencia de los padres. Montar en cólera por todo aumentará el miedo del menor, y, en consecuencia, su apego a la mentira para combatirlo.
5. Explíquele que mentir está mal. Introducir un componente moral puede tener un efecto positivo, según un estudio de dos investigadores de las universidades de McGill y Toronto (Canadá). "Los niños que admitieron su transgresión tenían más probabilidades de valorar la verdad y puntuarla mejor en la prueba (...). Por el contrario, los niños que eligen mentir tienden a no tener opiniones estrictas sobre la necesidad de ser sinceros”, reza el estudio, que, además, halló que pedirles que prometan decir la verdad reduce las mentiras en un 50% en niños de entre tres y ocho años. Alicia Banderas propone una frase que puede ser de gran ayuda: "A mamá y a papá les puedes decir la verdad".
6. No magnifique. O lo que es lo mismo, no se torture pensando que es un mal progenitor que no ha sido capaz de tener más confianza con su hijo. No hay que tener manga ancha al respecto, pero tampoco se lo tome tan a pecho. "Así se hace la bola más grande, y se actúa más desproporcionadamente", advierte Alicia Banderas. Hay que asumir que a medida que pasan los años empezamos a dejar de saberlo todo de nuestros hijos.
7. Plantee el tema siempre en positivo. "Cuando decimos las cosas en negativo, no quedan claras. Es como cuando en el colegio la educadora dice 'no gritéis' o, en el gimnasio, 'no piséis las colchonetas'. A los niños les queda más claro qué deben hacer si les dicen 'entrad en silencio' o 'bordead las colchonetas'", aconseja Alicia Banderas. "En el tema que nos ocupa, más que decirle 'no mientas', es más efectivo pedirle que nos diga la verdad".
8. No intente ir a pillar. ¿Está bien preguntarle si se ha lavado los dientes sabiendo que no lo ha hecho? Lo único que vamos a conseguir es forzarle a mentir y que incluso pueda sentirse humillado. "Sin estar pillándole en la mentira, si sabemos que no se los ha lavado, es mejor hacerle ver que no lo ha hecho y decirle que lo haga, que es una norma de la casa que hay que cumplir", sugiere Alicia Banderas. Solo cuando están llegando a la adolescencia, y las mentiras son más elaboradas, "está bien hacerlo", apostilla Silvia Álava.
9. Hágale ver las consecuencias que su mentira tiene sobre terceros. Hay mentiras que pueden afectar a otras personas. "Pueden estar dañando a los demás y es muy importante explicárselo, para fomentar la empatía y los aspectos morales", dice Alicia Banderas.
10. No se demore en poner soluciones. No lo deje para más adelante, con la esperanza de que se corrija solo. Según Alicia Banderas, "a los cuatro años, cuando tienen ya esa intencionalidad, esa capacidad, y empiezan a ver que los padres mienten, es cuando hay que fomentar la moralidad". O como alerta Silvia Álava, "es mejor hacerlo con los niños aún pequeños que con los adolescentes, para que luego en la adolescencia lo tengamos más trabajado. En la adolescencia, la capacidad de mentir se mejora".
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