Vida en Marte
El descubrimiento de un lago subterráneo en el planeta vecino plantea con fuerza la existencia de microbios extraterrestres. Y hace volar la cabeza
Nunca hizo falta descubrir Marte. Desde que los primeros seres humanos se asomaron a la existencia en la Tierra, el planeta vecino se ha mostrado periódicamente en el cielo nocturno para admiración y espanto. Su color rojo ha servido desde la antigüedad como una metáfora de la sangre. Los astrónomos babilonios lo llamaron Nergal, como su dios de la muerte y la pestilencia, y su nombre actual se debe al dios romano de la guerra. Poco podían imaginar los antiguos, no hablemos ya de los cazadores paleolíticos, que ese punto rojo de movimientos caprichosos era un planeta parecido al nuestro, con sus nubes, vientos y estaciones, un día de poco más de 24 horas, cañones, volcanes y casquetes polares. Y es justo debajo de uno de estos últimos, el del polo sur, donde la sonda europea Mars Express ha descubierto ahora lo que podría ser un lago de agua líquida. Lee todos los detalles en Materia, junto a una prospectiva para encontrar más agua y una galería fotográfica.
Por más que haya agua, no tenemos la menor evidencia de la existencia de vida en Marte, y obtenerla (o descartarla) no va a resultar nada fácil
La temperatura media de la superficie de Marte es de 63ºC bajo cero, y en los polos es aún menor. Las cosas pueden ser algo menos drásticas a un kilómetro y medio de profundidad, que es donde está el lago, pero, en cualquier caso, para que el agua esté líquida en esas condiciones debe tener unas concentraciones de sal (percloratos de sodio, magnesio y calcio, en este caso) que, al menos en la Tierra, consideramos incompatibles con la vida. Pero ampliemos el foco. Puede que la temperatura del agua subterránea sea mayor de lo que parece, y por tanto la concentración de sal sea menor; puede que las bacterias marcianas, caso de haberlas, estén mejor adaptadas que las terrestres a unas condiciones tan extremas; y puede, sobre todo, que haya otros lagos similares, ya sea en el mismo polo sur o en otras zonas del planeta. Y entonces, ¿qué pasaría?
Encontrar microbios en Marte –o en cualquier otra parte del sistema solar, ya puestos— sería uno de los descubrimientos más importantes de todos los tiempos, quizá solo superado por la posible aparición de vida inteligente en otro lugar de la galaxia. Si halláramos bacterias marcianas, las primeras preguntas esenciales que habría que hacerse se referirían a su estrategia para codificar información, leerla y replicarla. ¿Tendrían ADN? Mucha gente lo da por hecho, pero lo cierto es que no lo sabemos a ciencia cierta. ¿Y cómo sería su código genético? Este diccionario que traduce la secuencia de ADN en otra secuencia totalmente distinta (la de aminoácidos en las proteínas) es casi universal en la Tierra. Si fuera distinto en Marte, sabríamos con toda seguridad que las bacterias son extraterrestres, y no producto de una contaminación accidental con microbios terrestres. Si el código fuera el mismo en Marte, sería difícil descartar la contaminación, pero, si pudiera descartarse de algún modo, se plantearía una batería de interrogantes de enorme interés: ¿viene de Marte la vida en la Tierra? ¿O es que el código genético es más previsible de lo que creemos? Quizá podríamos calcular la probabilidad de que la vida sea una rareza o un fenómeno común en el universo. Hace volar la cabeza.
Por el momento, sin embargo, tenemos que volver a posar los pies en la Tierra. Por más que haya agua, no tenemos la menor evidencia de la existencia de vida en Marte, y obtenerla (o descartarla) no va a resultar nada fácil. Lo único que podemos hacer es seguir investigando.
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