El ébola se cebó con la familia de Charles
El cuerpo de un enfermero infectado con el virus en República Democrática del Congo se convirtió en un foco de contagios entre sus conocidos durante las ceremonias funerarias. Ayer se dio por terminada la novena epidemia que sufre el país africano
Este martes 24 de julio se ha dado por terminada la epidemia de ébola en la República Democrática del Congo (RDC), la novena que afecta al país. En esa fecha se cumplen 41 días desde el alta del último paciente infectado, que es el periodo estipulado para dar por finalizado un brote epidémico (el doble del periodo máximo de incubación del virus, que son 21 días).
En este tiempo, la epidemia se ha cobrado 33 vidas, aunque solo 14 de los fallecidos pudieron ser confirmados como casos de ébola mediante análisis clínicos. Los 19 restantes han sido calificados como casos probables, debido a que los síntomas casaban con los del virus, pero no se llegó a tiempo para recoger muestras biológicas y llevarlas a analizar.
En el lado positivo de la historia: 3.199 personas fueron inmunizadas contra el virus con la vacuna experimental rVSVDG-ZEBOV-GP. Las inmunizaciones fueron administradas por los equipos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), personal sanitario del Gobierno de RDC y trabajadores de Médicos Sin Fronteras (MSF), que se encargaron de vacunar a aquellas personas que estaban más expuestas a contraer el virus.
Esto incluía no solo los contactos de personas diagnosticadas de ébola y los contactos de estos contactos, sino también aquellos en primera línea en la lucha contra la epidemia: trabajadores sanitarios, médicos tradicionales, líderes religiosos locales y taxistas de motos. Es demasiado pronto para saber hasta qué punto la estrategia de vacunación ayudó a controlar este brote, pero lo que sí sabemos ya es que ninguna de las personas vacunadas contrajo el virus.
Una de las historias más duras que ha dejado a su paso esta epidemia es la de Charles, un enfermero muy conocido y querido en la región donde se detectaron los primeros casos. Aparentemente, Charles contrajo el virus al entrar en contacto con un paciente enfermo. Aunque no se pudo hacer una prueba que confirmara su infección, el número de personas de su familia y que enfermaron tras él deja pocas dudas.
"Al principio, no creíamos que el ébola fuera algo real", confesaba la madre de Charles el día que era dada de alta en uno de los centros de tratamiento para pacientes con Ébola de MSF. Marie-Vincent es una mujer de unos 60 años que ya ha visto muchas cosas en la vida. Sin embargo, lo que nunca habría imaginado es que un virus cuya existencia desconocía se cebara de una manera tan cruel con su familia.
Charles era el enfermero titular del centro de salud de referencia en la pequeña ciudad de Itipo. Llevaba años atendiendo a pacientes con malaria y diarrea, ayudando a centenares de niños con desnutrición, y prestando apoyo médico a mujeres con embarazos y partos complicados.
El sanitario empezó a encontrarse mal y a presentar todos los síntomas que provoca el ébola. Poco tiempo después, justo al día siguiente de que la epidemia fuera declarada oficialmente, falleció. Su cadáver fue tratado con mucho cuidado y respeto, lavado y llevado de vuelta a su aldea natal para realizar las ceremonias tradicionales previas a su entierro. Eso significa que durante tres días, sin que nadie supiera obviamente las consecuencias que eso podría traer consigo, su cuerpo fue llevado por diferentes grupos de aldea en aldea, siguiendo la costumbre local.
En los días posteriores al funeral, toda la fuerza del virus se desató sobre los familiares que cuidaron de él mientras estaba enfermo y sobre los amigos y conocidos que acudieron a las ceremonias de su entierro. "Comenzamos a sospechar que Charles sufría alguna enfermedad verdaderamente grave cuando las otras enfermeras nos dijeron que nos alejáramos de él", dice Marie Vincent. "Pero yo continué cuidándolo hasta el último minuto; una madre siempre cuida de su hijo enfermo".
El cuerpo de una persona que ha muerto por ébola tiene un gran potencial para transmitir el virus. Este se transmite por contacto directo con la sangre y los fluidos corporales de personas o animales infectados, pudiendo alcanzar una tasa de mortalidad del 90%. Pero en aquellos momentos, los familiares y amigos de Charles no sabían aún de eso.
"Al poco tiempo de enterrar a mi hijo, comenzamos a sentirnos mal. Tuvimos fiebre, vómitos y diarrea. Ahí fue cuando realmente empezamos a creer que padecíamos una enfermedad y no una maldición. Antes de esto, lo único que había oído acerca del ébola eran historias sobre muertes misteriosas en otras aldeas", relata Marie Vincent.
La madre de Charles cayó gravemente enferma. También su hijo mayor y su esposa. Luego otro hijo y otro pariente varón. Todos fueron enfermando; uno tras otro. Después, la esposa embarazada de Charles comenzó también a tener fiebre, al igual que las prometidas de dos de sus hijos más jóvenes.
Toda la familia fue trasladada al centro de tránsito para pacientes con Ébola que MSF montó en Itipo. Allí les hicieron las pruebas para saber si estaban infectados y una vez que los resultados confirmaron las sospechas, todos ellos fueron remitidos al centro de tratamiento de pacientes con Ébola de MSF en Bikoro, una ciudad situada a pocas horas de distancia.
Dentro del centro de tratamiento, la familia de Marie Vincent pasó los siguientes días luchando contra la enfermedad y también contra el miedo. "El personal nos cuidó con mucho cariño e hizo todo lo posible para salvar nuestras vidas", recuerda. "Nos animaban y nos decían que lucháramos por curarnos, que lo íbamos a conseguir; incluso en aquellos momentos en los que nosotros solo sentíamos ganas de darnos por vencidos".
Finalmente, el hermano de Charles, uno de sus hijos y la prometida de este murieron. La esposa del enfermero logró sobrevivir, pero no así el feto de 3 meses y medio que llevaba en su viente y que murió a los pocos días de que ella fuera dada de alta. El virus atraviesa la placenta y la carga viral en el líquido amniótico es muy alta, así que desde el mismo momento de ingresar a la madre ya sabíamos que no había mucha esperanza de sacarlo adelante.
Lamentablemente, y sin ni siquiera sospecharlo, el enfermero Charles acabó convirtiéndose en uno de los más importantes focos difusores de la epidemia. Y su familia sufrió especialmente los estragos del virus. Tras curarse y haber sido testigo de cómo su familia enfermó, Marie Vincent nos confesaba: "El golpe ha sido muy duro, pero al menos puedo decir que la mayor parte de mi familia ha logrado salir adelante".
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