Los mitos que empiezan a desplomarse

Las formas condicionan el fondo. El modo modula el nodo.
Cuando Quim Torra abandonaba en Moncloa el formato del desplante que gastó ante el Rey, en Washington y en su inaceptable desprecio antiguo a los catalanes castellanohablantes, no solo revirtió errores. Empezó a resetear su posición política, tiempo habrá de ver con qué alcance.
Cuando Pedro Sánchez tuiteaba a las 15.03 que “una crisi política requereix una solució política; aquesta reunió es un punt d’arrencada constructiu per a la normalització de les relacions”, no solo mensajeaba. No incurría en mera anécdota, sino que aspiraba a categoría. Reconocía, al usarla, una lengua que fue castigada y es otra vez de todos. Y ese empleo normalizaba mucho más que la propia reunión.
Si aquel a quien el nacionalismo indepe presentaba como rival, cuando no incluso como representante del Estado “hostil”, resulta que emplea su mismo idioma, en un contexto general de pulso generalizado, todo se apresta al cambio. Empieza suavemente a derrumbarse el mito presecesionista de la nación sin Estado, una infeliz patraña porque este Estado también es de los nacionalistas. Desde luego, al menos desde que sus antecesores contribuyeron a reconfigurarlo en la Transición.
El segundo mito en rápido declive es el recentísimamente forjado por Carles Puigdemont el año pasado en Harvard: el de que España es como la Turquía de Erdogan porque autoriza a “disparar contra sus propios ciudadanos”.
Esa versión actualizada del país atrasado y cateto sin remedio quebró el día en que Sánchez eligió un Gobierno con dos tercios de mujeres, de prestigio profesional, ninguna de cuota. Y es que atraso y poder de la mujer son incompatibles.
Ahora, el viaje de Torra a La Moncloa, el paseo con su inquilino al rincón de Antonio Machado —el mismo poeta que unos ignaros radicales quisieron extraterrar del callejero de Sabadell— y el reconocimiento de que todo fue ayer “mejor de lo esperado”, viene a consagrarlo, ese poder del símbolo. El primer paso para una recomposición es dejar de echar pestes contra el otro, pues de persistir en ello tus seguidores impedirán que pactes jamás.
Hay una tercera caída, que no llega a la categoría de mito, se queda en apenas leyenda. Es la pretensión de que “fem” República, de que estamos haciendo una República, de que Cataluña habita un régimen distinto. Ensoñación. Un jefe de Estado no visita oficialmente a su vecino sin que la milicia le presente honores.
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