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Columna
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El presente sin futuro

Hay que recuperar la capacidad de imaginar un futuro no solo donde podamos vivir, sino donde queramos vivir

Eliane Brum
Maravillas Delgado

Sabemos que el futuro es el resultado del presente. Pero con frecuencia olvidamos que el presente también es el futuro que somos capaces de imaginar. Agotado en sí mismo, el presente se vuelve insoportable. El gran desafío actual es justamente cómo imaginar un futuro que no sea una distopía. El malestar que vivimos hoy no es un acontecimiento cíclico, como algunos creen, sino una esquina histórica sin precedentes en la trayectoria humana, formada por tres grandes crisis: la climática, la de la democracia y la digital.

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La crisis climática ocurre cuando los humanos dejan de temer la catástrofe para convertirse en la catástrofe que temían. Marcada por fenómenos ocasionados por nuestra especie, como el calentamiento global, y agravada por eventos políticos como Donald Trump, también ocasionados por parte de nuestra especie, la posibilidad de que el planeta se caliente menos de dos grados centígrados hasta fin de siglo es escasa. Al contrario. Nos estamos dirigiendo a los tres grados centígrados. Aunque la gente no consiga nombrar el malestar que ya siente en los huesos, se llama cambio climático y corroe la vida cotidiana.

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Si en cada país la crisis de la democracia presenta particularidades, el sentimiento común es el de la incapacidad del sistema democrático para promover mejoras concretas en la vida de la mayoría. Una parte significativa de la población ha dejado de creer en la democracia como promotora de justicia social. Y, al hacerlo, se abstrae de la política, acelerando el proceso de destrucción del sentido de comunidad. La antipolítica es contar solo como uno. Quien cuenta solo como uno no cuenta.

Internet no ha cambiado la humanidad, sino que la ha revelado. Y sin escalas, de un desgarrón. Con la idea distorsionada de que se puede decir “todo”, descubrimos por las redes (anti)sociales lo que antes se restringía al pensamiento. Al arrancar las ilusiones de la humanidad sobre sí misma, Internet ha causado una herida narcisista. Esas ilusiones cumplían un papel esencial en el pacto civilizador. Quizá dentro de algunas décadas conoceremos la dimensión de los efectos de esta ruptura.

¿Cómo enfrentar esta triple frontera de la humanidad? Para moverse hay que recuperar la capacidad de imaginar un futuro no solo donde podamos vivir, sino donde queramos vivir. Con imaginación, más que con esperanza, podemos refundar la democracia y reinventar la política. También con imaginación seremos capaces de recoser las ilusiones necesarias para la vida en común y retomar la propia idea de comunidad en un mundo bloqueado por muros. Y con imaginación tendremos que buscar una manera de adaptarnos a la nueva realidad climática del planeta.

Imaginar no es escapar, sino crear realidades. Del amor al móvil, no existe nada que antes no se haya imaginado. El desafío globalizado no es recuperar la esperanza, sino la imaginación.

Traducción: Meritxell Almarza

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