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Columna
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San Leopoldo de Bélgica

Hizo el prodigio de convertir el continente negro en un infierno permanente, al margen de los vientos reformistas que soplaran en la metrópolis y su entorno

Jorge M. Reverte
Fans de la selección de colombia celebran el final del partido entre Senegal y Colombia en Samara, Rusia.
Fans de la selección de colombia celebran el final del partido entre Senegal y Colombia en Samara, Rusia. EMMANUEL DUNAND / AFP

Hay en el santoral católico varios santos con el nombre de Leopoldo y, por tanto, una prolongada serie de milagros que, por ser realizados por personas que antes de ser santos eran pecadores, fueron efímeros. Así, curar a una mujer que tiene cáncer pierde mérito si la señora va a morir de pulmonía unos años más tarde.

Creo que habría que revitalizar el santoral buscando obras algo más duraderas. Eso no significa, como sí pasa por ejemplo en el fútbol, que haya que quitar santos. Aquí no sobra nadie.

Dejemos pues a los santos Leopoldos existentes en paz, pero incorporemos a uno más, a Leopoldo de Bélgica, que hizo el prodigio de convertir el continente negro en un infierno permanente, al margen de los vientos reformistas que soplaran en la metrópolis y su entorno.

Leopoldo de Bélgica puede ser adoptado como patrón por la enorme cantidad de empresas modernas, dedicadas al software y al big data, por ejemplo, que hacen ofertas de trabajo a los no tan jóvenes que llevan un currículo que incluye a) una licenciatura en Humanidades, b) un doctorado con tesis de verdad, calificada por una universidad seria, sobresaliente cum laude, c) dos másteres en escuelas de negocios de carácter privado, especializadas en Business Intelligence y Big Data.

La oferta es importante: un contrato en el que la primera etapa tiene carácter indefinido, en la que el trabajador cobrará cero euros al mes. Después, el trabajador, cuando toque, pasará a tener otro contrato con condiciones que “ya se verán”. No está mal.

Estas condiciones se ofertan a través de un departamento llamado de recursos humanos y tiene, además, la cualidad de que su incumplimiento por parte del trabajador no supone ninguna pena de cárcel. Leopoldo de Bélgica dejó muy alto el listón en el Congo. Pero hay empresas en España que intentan superarlo.

¿Será la demagogia lo que impulsa a Sánchez cuando anuncia una ley contra la explotación laboral? Deje actuar al mercado, hombre. Esa parece ser la consigna en la economía ante intromisiones semejantes, que son muy parecidas a las que el nuevo presidente hace en terrenos antes reservados, como la vida humana, a entidades privadas como el Opus Dei.

La contratación salvaje está creciendo en España, mientras la afiliación a los sindicatos crece solo en los oficios menos cualificados. Los jóvenes y no tan jóvenes con estudios piensan que los sindicatos son algo propio del pasado, cuando deberían ser su garantía de futuro. Mientras llegan las nuevas leyes, disfrutemos de san Leopoldo de Bélgica, patrón de los recursos humanos.

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