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Tentaciones
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Todas las veces que Sónar 2018 fue más Sónar que nunca

Sónar ya ha trascendido el ámbito electrónico o musical para convertirse en un concepto, un adjetivo o un estado de ánimo, depende del momento

Un asistente al Sónar 2018.
Un asistente al Sónar 2018.Albert García

Un cuarto de siglo después, Sónar sigue ahí. Imperturbable y monolítico, el festival barcelonés sigue creciendo en números —en esta edición ha superado los 126.000 asistentes, estableciendo su récord— pero su importancia ya había quedado grabada hace años. Sónar ya ha trascendido el ámbito electrónico o musical para convertirse en un concepto, un adjetivo o un estado de ánimo, depende del momento. Algo puede sonar a Sónar, parecer Sónar o sentirse Sónar. Es el privilegio de haber llegado primero y haber sentado las bases: que después de 25 años, te conviertes en algo simbólico.

Como ese símbolo que es, Sónar no tiene la necesidad de reinventarse o hacer cambios bruscos de dirección. La de 2018 no será recordada como una edición de grandes cambios o sorpresas, por mucho que su 25 cumpleaños invitase a algún exceso. Sónar fue una vez más Sónar, y con eso fue suficiente. Pero entre las 150 actuaciones que programó y los miles de situaciones que generó, hubo algunos elementos que resumieron mejor que otros cómo es ese lugar que es más que un sitio físico y unas cuantas fechas marcadas en el calendario.

Ignorar el juego de los cabezas de cartel

Los festivales son desde hace mucho un juego de cartas en el que todo el mundo quiere tener la mano ganadora. Conseguir algo que no tenga nadie más es el objetivo, y la competencia por conseguirlo es feroz. Desde casi siempre, Sónar ha mirado esa lucha con recelo, buscando otras cosas que seduzcan al público más allá de unos nombres en un tipo de letra más grande en el cartel. Este año, en la condición de cabezas de cartel solo encajarían Gorillaz y LCD Soundsystem. Los primeros ofrecieron un show vistoso y vitalista con un Damon Albarn que se mezcló con la gente como un político en campaña, y los segundos fueron otra vez la definición gráfica de una maquinaria perfecta, arrollando de principio a fin. Como cuando surgió la escena de clubs, en Sónar importa más el lugar y la música que el nombre de quien la crea.

Damon Albarn durante la actuación de Gorillaz en el Sónar 2018.
Damon Albarn durante la actuación de Gorillaz en el Sónar 2018.Robert Marquardt (Redferns)

Convertir el club perfecto en la sauna perfecta

Despacio es ese lugar idealizado por todo clubber hecho realidad, un espacio en el que el tiempo se dilata y cualquier momento es, como decían The KLF, unas eternas tres de la mañana. El regreso de ese concepto creado por los hermanos Dewaele (Soulwax, 2manydjs) y James Murphy (LCD Soundsystem) era una de los principales atractivos de esta edición, y cumplió con todo lo que prometía: sonido perfecto, una selección impoluta salida de unas colecciones de discos inabarcables y un estado de ánimo característico, feliz sin llegar a ser eufórico. Pero también aportó un elemento que no estaba en el guión: un calor sofocante que amenazaba con dejar reducidos a los asistentes a charcos de sudor. Despacio, ideado como un lugar para perderse durante buena parte del día, acabó siendo un sitio al que ir esporádicamente y salir pasados unos minutos para coger oxígeno. Y esa no era la idea.

Zona Despacio del Sónar.
Zona Despacio del Sónar.Sónar

Convertir a Rosalía en Beyoncé

Uno de los momentos que más curiosidad generaba de este Sónar no venía de fuera ni tenía nombre de DJ. La presentación del nuevo trabajo de Rosalía, El mal querer, venía precedido del éxito viral de Malamente, con lo que en escenario Sónar Hall se quedó pequeño a la cantaora catalana. Más allá del debate sobre la apropiación cultural del flamenco que ha suscitado su trabajo, su concierto sirvió como declaración de intenciones. Acompañada de bailarinas y proyecciones, demostró tener toda la ambición para convertirse en una estrella más allá de géneros. También la actitud para mandar sobre un escenario, como una Beyoncé en proceso de construcción.

Programar a un meme y que el recinto se le quede pequeño

El Escenario SónarXS, el más pequeño de la programación del día, fue también el que albergó los directos de algunos de los artistas que han crecido gracias a YouTube, pero el caso de Lory Money es especial incluso entre ellos. Gracias a sus temas de rap LOL, este mantero senegalés se convirtió primero en fenómeno viral y luego en meme. Suficiente como para conseguir que, literalmente, no se pudiese acceder a la sala el día de su actuación. Más allá del detalle freak y el vídeo para decir “yo estuve allí”, su presencia no parecía ni caprichosa ni fuera de lugar, sino coherente con una época en la que hemos transformado nuestra relación con casi todo.

Conseguir que los accidentados bailen

Si medimos el poder de atracción de un festival en función del grado de sacrificio que hace el público por asistir, es muy probable que Sónar gane a todos los demás. En esta edición ha habido una sorprendente afluencia de personas accidentadas, con muletas o sillas de ruedas, que no estaban dispuestas a quedarse en su casa con el pie en alto. Esguinces, luxaciones o huesos rotos a veces no son suficientes para impedir estar allí a los que ya saben a lo que van. No se llegó al punto de aquella edición en la que una chica fue levantada en su silla sobre las cabezas del público de Sónar día, pero casi.

Vista general durante la tercera jornada del festival Sónar.
Vista general durante la tercera jornada del festival Sónar.Alejandro García (EFE)

Jugar con el riesgo y ganar

Desde sus inicios, Sónar siempre ha sido un lugar en el que probar cosas nuevas, y en el que los artistas se han prestado a presentar nuevos proyectos y espectáculos, siempre con un pie fuera del precipicio. Niño de Elche ya es un clásico en ese apartado, después de los directos de Raverdial en los que ha confluido raves con el flamenco desde unos márgenes que son solo suyos. Esta vez no hubo electrónica, sino el zapateado de Israel Galván, que sobre una chapa o con un bastón pegando en el suelo conseguía un sonido casi industrial. Convertido en una tradición, ya se espera cuál será su siguiente encarnación en el festival.

Unir las tendencias con las despedidas de soltero

Hubo una época en la que Sónar era considerado un festival para gente moderna, muy moderna, en la que la estética era clave. Ahora no es que ya no lo siga siendo —se ven, y bastantes, estilismos arriesgados—, pero el abanico se ha abierto de par en par. Lo mismo te cruzas con Arca entre el público, pero sin llevar las plataformas gigantescas o el látigo con el que actuó el pasado año, como con una despedida de soltero con camisetas a juego. Otro clásico es el estilismo festivalero, con especial atención este año a las luces de colores: había varios árboles de navidad andantes.

Tres asistentes al Sónar 2018.
Tres asistentes al Sónar 2018.Marmisa y Lema

Servir de plataforma

Sónar siempre ha sido un lugar donde descubrir cosas, y donde muchos artistas han tenido su primera gran oportunidad de actuar delante de un público amplio. Desde hace unos años, tienen también una especial predilección por la nueva generación de artistas de urban music. Allí actuaron Pxxr Gvng en 2015 o Bad Gyal en 2017. Este año fue el turno de Pedro Ladroga, la argentina Nathy Peluso o, en otras coordenadas, el pop electrónico de Putochinomaricón. Lo que no se puede negar es que muchos de los nombres que luego aparecen en otros carteles han pasado primero por Sónar.

Hacer que el reggaetón ya no asuste

Cuentan los más veteranos de Sónar que parte del público se escandalizó en 2005 cuando Diplo, entonces un joven DJ estadounidense con pinta de mochilero, pinchó Gasolina de Daddy Yankee. Este año la volvió a poner, pero nadie se echó las manos a la cabeza. No fue la única vez que se escuchó reggatón en este Sónar: también tuvo un hueco con las sesiones de Rosa Pistola o el directo de Maikel Delacalle. Trece años después, el reggaetón ya no es considerado como una aberración dentro de un festival de “Música avanzada”, aunque a algunos todavía les cueste asumirlo.

Cumplir con los de siempre

El asistente veterano de Sónar ya tiene muchas cosas claras, certezas en las que puede creer como palabras divinas. Una de ellas es que puede contar con Richie Hawtin en alguna de sus múltiples versiones, y casi siempre respaldado por un ambicioso montaje visual. Esta vez vino con Close, un espectáculo basado en la relación entre hombre y máquina. Otra de esas certezas es que es muy probable que la electrónica conceptual y árida del alemán Carsten Nicolai, más conocido como Alva Noto, va a tener un hueco en alguno de sus varios proyectos. Pero quizás la relación más fructífera y fiel del festival es la que mantiene con Laurent Garnier. El DJ francés regresó un año más a Barcelona para cerrar dos días: la parte diurna el jueves y la noche del sábado, como a él mas le gusta: empezando de noche para acabar con el sol brillando y cerrar la edición.

Concierto de Alva Noto y Ryuichi Sakamoto en el teatro Grec, durante la última jornada del Sónar 2018.
Concierto de Alva Noto y Ryuichi Sakamoto en el teatro Grec, durante la última jornada del Sónar 2018.Consuelo Bautista

Una vez más, ni más ni menos que lo esperado, pero más que suficiente para quienes quieren repetir una y otra vez la experiencia. Así ha sido y así será mientras Sónar sea Sónar.

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