El arrecife más importante de América sale de la lista de Patrimonio Mundial en peligro de la Unesco
Por más de una década, el turismo y la sobrepesca colocaron bajo amenaza a uno de los tesoros de biodiversidad marina más importantes de la región
La barrera de arrecifes en Belice ha recibido las primeras medidas de auxilio tras casi diez años en decadencia. El auge de actividades turísticas, la sobrepesca y las concesiones para la exploración petrolera han tenido contra las cuerdas a uno de los tesoros más importantes de biodiversidad marina en el mundo. Distinguido desde 1996 como Patrimonio Mundial por la Unesco, en 2009 este sitio fue colocado en la lista en peligro por el mismo organismo internacional debido a su deterioro.
Esta llamada de atención encendió las alarmas de la comunidad, de los organismos internacionales. Una campaña que ha rendido frutos nueve años más tarde. Este martes en Baréin, el comité de Patrimonio Mundial ha decidido remover a este sistema arrecifal del listado de sitios en peligro tras las medidas de salvaguardia adoptadas por el país, en particular, la introducción de una moratoria sobre la exploración petrolera en toda la zona marítima de Belice y la protección de los manglares.
“Este logro beneficiará a todo el sistema arrecifal de Mesoamérica [integrado por México, Belice, Guatemala y Honduras]. La vida marina está interconectada, cualquier cosa que suceda en México, en Belice o en Guatemala tiene un impacto en todo el sistema”, asegura Nadia Bood, oficial de cambio climático de WWF Mesoamérica. Con esta moratoria, este país caribeño se suma a los dos países, Francia y Costa Rica, que cuentan con alguna regulación para contener la exploración petrolera en áreas naturales protegidas.
Desde la costa, la línea de choque del arrecife anuncia el patrimonio mundial que se esconde bajo sus aguas. En las profundidades, una metrópoli de vida submarina rebosa de colores, movimientos y formas. Colonias de corales, peces, morenas, medusas y distintos tipos de tortugas se abren paso entre las corrientes del Atlántico. Un tesoro puesto a salvo, al menos por ahora, del acoso de los desarrollos inmobiliarios en la costa y de las actividades petroleras.
La promulgación de esta veda no estuvo exenta de polémica. Frente a la necesidad de proteger al sistema arrecifal había voces que priorizaban el desarrollo económico de este país de Centroamérica. “Belice no es un país rico. Es natural que si creemos que tenemos este tipo de recursos [petroleros] esto nos puede resultar en un beneficio económico. Muchas naciones dudan en tomar este tipo de decisiones por las implicaciones económicas, pero para nosotros era mucho más importante proteger el sistema de arrecifes”, ha explicado Patrick Faber, vice primer ministro de Belice.
Pese a este logro las amenazas contra el arrecife más importante del continente americano persisten. La vastedad de los bancos de peces ha atraído a decenas de pescadores ilegales, mientras que la belleza de sus paisajes incentiva la llegada de turistas que en su afán de hacerse una selfie a centímetros de las colonias de corales representan un riesgo para un ecosistema que depende del equilibrio para sobrevivir.
“La batalla no está terminada, las amenazas siguen ahí, por ejemplo, la llegada de cruceros, la sobrepesca. Aún es necesario proteger a los manglares, que son parte del arrecife”, aclara la activista Kristin Marin, de 25 años. Las extensiones de estos árboles de agua salada, que fungen como "nidos" de peces, moluscos y crustáceos han ido perdiendo terreno frente al desarrollo de hoteles y residencias en las laderas de las lagunas del país. A la fecha, la pérdida de manglares dentro del arrecife es equivalente a 6.500 campos de fútbol, según un estudio de WWF.
Con el desarrollo turístico, llegaron los consorcios hoteleros y las inversiones privadas a afincar resorts y mansiones de lujo con vistas a las paradisíacas costas del Caribe. Entre los inversionistas privados más célebres de Belice figuran el actor Leonardo DiCaprio y el director Francis Ford Coppola, ambos dueños de desarrollos hoteleros exclusivos en el país. En contraste, cada vez son menos los habitantes locales con una propiedad a las orillas del mar, muchos de ellos optaron por vender sus tierras al mejor postor. Al interior, sobresalen las casas de colores, sobre palafitos, con ventanas y puertas abiertas ante un clima de verano permanente.
Kurt Godfrey, pescador desde hace 40 años de la comunidad de Placencia, ha sido testigo de la transformación de la isla por la llegada de turistas y residentes extranjeros. Desde su barca, este hombre de 59 años contempla los manglares que se han plantado en las laderas de las residencias, como un ejemplo de encontrar un equilibrio entre el medioambiente y el desarrollo inmobiliario de alto poder adquisitivo. Heredero de un legado pesquero iniciado por su abuelo, Godfrey explica, sin despegar las manos del timón de su embarcación, que el turismo y la pesca son los motores económicos de ese país. “Si tú quieres ser pescador, tienes que ir a la escuela de pescadores para aprender a proteger los mares como sucede en Cuba”, explica con voz grave y pausada.
Desde otra trinchera, Deidra Mahler, portavoz de la organización Southern Environmental Association (SEA), enumera entre los riesgos que acosan al arrecife: el turismo y la llegada de especies invasores y la pesca ilegal debido a que las áreas naturales protegidas son zonas muy lucrativas para la pesca. “Las personas van a pescar en la noche pensando que no serán descubiertas. Ese sigue siendo nuestro desafío y hemos hecho patrullajes conjuntos con la guardia costera”, ha asegurado.
Esta organización cogestiona el parque nacional Laughing Bird Caye, uno de patrimonios de la Unesco. Una isla de menos de una hectárea de extensión con una zona para el turismo y la recreación y un área restringida de conservación natural. Cada año este lugar recibe hasta a 9.000 personas al año, un 89% son turistas extranjeros y el resto local. Una proporción que ilustra la atracción que representa este patrimonio mundial para los visitantes foráneos y que explica por qué el turismo es una de las industrias más pujantes en Belice.
El sector turístico genera casi un tercio del empleo del país con 48.000 plazas y representa casi el 40% del PIB del país. Solo las actividades de buceo y snorkeling generan al año más de 37 millones de dólares, de acuerdo con las cifras de WWF. En el municipio de San Pedro, al norte de Belice, operan una centena de hoteles y tiendas de buceo ofrecen actividades acuáticas y paseos en lancha. En tanto, los bares y restaurantes al ritmo de reggae ofertan bebidas tropicales y platillos cuyos ingredientes esenciales vienen del mar.
Karen Waight, dueña desde hace 17 años de la tienda de buceo Ambergris Divers insiste en que son los guías de turistas los que pueden promover el cuidado de los arrecifes entre los visitantes. “Los turistas son los niños de la industria, nosotros les enseñamos porque conocemos el lugar y el ecosistema”, refiere. Unos pasos más adelante, al interior del restaurante Elvis Kitchen, la chef Jennie Staines advierte de que la salida de la barrera arrecifal de la lista de patrimonios en peligro de la Unesco es un logro, pero también puede significar un problema en los siguientes años. “Tal vez la gente puede olvidar que tenemos que ser cuidadosos con esta belleza natural, salir de esta lista puede ser un riesgo futuro”, zanja esta mujer de 51 años.
La conservación de una de las maravillas naturales más importantes del planeta está sobre la mesa. Con la recuperación como Patrimonio Mundial de la Unesco Belice encara un nuevo compromiso de salvaguarda el hogar del manatí antillano, de la tortuga verde, de más de 500 tipos de peces y de unas 1.400 especies de fauna marina. El tiempo esclarecerá si este Patrimonio Mundial de la Unesco podrá librarse definitivamente de los peligros de la sobrepesca y del acoso de los turistas y de los desarrollos inmobiliarios sobre sus costas.
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