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Concursos de belleza... ¿interior?

La decisión de Miss America de eliminar el bikini reabre el debate sobre el sentido de este tipo de concursos en la actualidad

Antonia Laborde
Manushi Chhilar, Miss America 2018.
Manushi Chhilar, Miss America 2018.AFP / GETTY

Los primeros en oponerse a que las concursantes de Miss America desfilaran en traje de baño fueron los hombres. Los sectores más conservadores defendían que las mujeres debían cubrir sus cuerpos en público. En 1921, Margaret Gorman, de 16 años, fue la primera en ser coronada como “La chica en bañador más bella de Estados Unidos”. Esta semana los organizadores del certamen anunciaron que se extirpaba el alma del concurso: en la edición de 2019 no habrá desfiles en bikini y no se juzgará a las participantes por su apariencia física, aseguran. El cambio en las reglas despierta dudas complejas, como qué es la belleza y cómo se mide. Pero también una pregunta más básica: ¿tiene sentido que siga existiendo esta competición?

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La decisión de hacerle una cirugía al concurso se achaca a la influencia del movimiento #MeToo. No cabe duda de que la ha tenido, pero también es cierto que se trata de una vieja reivindicación feminista. Ya en los años sesenta, denominaron a estos certámenes “subastas de ganado sexista” por juzgar a las mujeres como si fueran animales de feria. Las críticas a este tipo de concursos también apuntaban a que se promovía un estándar de belleza que solo premiaba a las mujeres blancas. “Todas las mujeres son hermosas”, se leía en las pancartas de las manifestaciones feministas de aquellos años. Mientras, las jugueterías colocaban en sus vitrinas una nueva muñeca que causaba furor entre las niñas: la Barbie. Un maniquí en miniatura que, cómo no, iba en bañador y cuyo cuerpo tenía unas proporciones imposibles: si fuera humana, habría medido 1,80 metros y pesado solamente 48 kilos.

La decisión de eliminar el bikini, anunciada el miércoles, la tomó la nueva dirección del concurso. La anterior renunció en diciembre por un escándalo de correos sexistas sobre las concursantes. El actual equipo está compuesto solo por mujeres y es liderado por Gretchen Carlson, ganadora del título en 1989. Votaron de forma unánime cambiar el desfile en bañador por 10 minutos de entrevista ante los jueces y así evaluar “el interior” de las concursantes. ¿Cómo? Solo se sabe que se centrarán más en su talento, objetivos y logros. El vestido de noche se reemplazará por un conjunto con el que vayan cómodas y los tacones serán opcionales. Además, la competición se abrirá “a mujeres de todas las formas y tamaños”, adelantó Carlson, que también es portavoz del #MeToo.

Betty Cantrell, de 23 años y ganadora del título en 2016, se ha mostrado en desacuerdo con los cambios. “Miss America es un concurso de belleza y cerebro, no de ser Miss Empresaria”, afirmó a NBC News. Sobre eliminar el bikini sostuvo: “Estamos diciendo a las mujeres que se cubran”. Kirsten Haglund, coronada en 2008, lo ve distinto, sobre todo después de la experiencia que supuso para ella viajar por el país promoviendo una imagen corporal saludable: “Vi lo difícil que era dar ese mensaje cuando el público ve Miss America solo como un concurso de belleza”.

Miss America lleva casi un siglo luchando por convertirse en algo que no es. Se celebró por primera vez en 1921 como un certamen de belleza femenina. En los años treinta incluyó un concurso de talento. En los cuarenta comenzó a otorgar becas. En los cincuenta dejó de coronar a las ganadoras vestidas con el traje de baño. En los ochenta premió a la primera afroamericana. Y en los noventa cambió el desfile del bañador por el bikini, que se consideraba una prenda más moderna. En 2000, esa sección, que representaba un 10% de la nota final, pasó a llamarse “Estilo de vida y estado físico”.

Pese a todas estas adaptaciones, cada vez menos gente sigue la competición en televisión. La sociedad ha cambiado y Miss America con ella. De la misma forma que la Barbie nunca volverá a ser lo que era.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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