Dilema animal en la reserva natural holandesa de Oostvaardersplassen
La población de caballos, ciervos y bovino debe ser reducida, sacrificando ganado sano para que puedan sobrevivir al invierno
Los choques entre defensores de los animales y guardabosques se han enconado de tal modo en Holanda, que los segundos han pedido protección cuando deban sacrificar a los ejemplares más débiles en la reserva natural de Oostvaarderplassen, situada en el centro del país, en la provincia de Flevoland. Es uno de los humedales más importantes de Europa, y allí anidan 31 especies distintas de aves, entre ellas la Garza blanca, el águila marina de cola blanca, el cormorán grande o la espátula común. También hay caballos konik (originario de Polonia), bovinos de Heck y ciervos, introducidos en los años ochenta para evitar que el crecimiento del bosque echara a los pájaros. Como se reproducen libremente, los mamíferos han aumentado, pero la dureza del pasado invierno acabó con unos 3.000, cerca de un 60% del total, según Staatsbosbeheer (Comisión Forestal) la empresa estatal que lo gestiona. Un 89% fueron abatidos a tiros. Hambrientos y débiles, no habrían sobrevivido. ¿Hacía falta llegar a eso? Ecologistas, animalistas, políticos, granjeros, cazadores y ciudadanía no se ponen de acuerdo.
Las imágenes de animales agonizantes llenaron los telediarios holandeses, y cuando la gente, enfadada, les llevó forraje, los guardas anunciaron que lo harían ellos para evitar accidentes. “No entendían que la naturaleza sigue su curso y decide cuántos animales viven en función del alimento disponible. Para evitar que sufran, se dispara a los que no pasarán el invierno”, dice Imke Boerma, portavoz de la reserva. Este mayo, sin embargo, unos desconocidos han abierto al menos 21 agujeros en la valla que la rodea para dejar pienso. Escaparon tres ciervos rojos, que invadieron la autopista y fueron abatidos. Porque no se trata solo de los rumiantes. La cerca produce igual rechazo porque impide la salida del ganado.
Una reserva bajo el nivel del mar
Oostvaardersplassen se encuentra en un pólder (terreno ganado al mar) creado en 1968, en la provincia de Flevoland. Estaba destinado a alojar un complejo industrial, pero el terreno no servía. Ahora hay zonas secas y húmedas, bosque y maleza. En los años ochenta se llevaron grandes herbívoros que vivirían sin ser molestados en un área de 56 kilómetros cuadrados, para que equilibraran el entorno. Queda sitio para el turismo, porque se puede ir de excursión, contemplar a los pájaros, o hacer safaris fotográficos.
“Esta reserva no es un experimento en sentido estricto. Queríamos explorar una nueva forma de gestión. Pero en 1983, cuando se introdujeron unos pocos animales, creímos posible un intercambio entre ellos y la cadena alimentaria. Que habría un equilibrio natural entre el sustento y la población animal. Pensamos que se desarrollaría un paisaje diverso, pero no ocurrió. Al aumentar las cabezas de ganado más de lo esperado, estas transformaron un mosaico de pastizales, cañas, arbustos y árboles en grandes prados. Y eso afectó a las variedades de aves, mientras bajaba el número de ratones de campo y ranas. Con el tiempo, he aprendido que, dejado a su aire, un sistema incompleto (sin depredadores o bien otros grandes herbívoros) y homogéneo (un suelo solo de arcilla), sin espacio para procesos naturales como la dinámica del agua, no se desarrolla como en la naturaleza abierta”, dice el ecólogo Perry Cornelissen. Para recuperar el equilibrio y conservar las aves, señala que “es necesario reducir el número de animales”.
Se trata de una matanza preventiva que incluye ganado sano, y la comisión asesora que ha analizado la situación de la reserva, calcula que en la misma debe haber unas 1.100 cabezas -en marzo quedaban casi 3.000-. Los defensores de los animales lo consideran “inaceptable” y prefieren trasladar a los “sobrantes”. Incluso a otros países, si disponen de un lugar adecuado.
Han Olff, experto en Ecología de la Universidad holandesa de Groningen, asegura que este tipo de selección difiere de la caza común. “Los animales no se usan para conservar la zona sino que forman parte del ecosistema. No está dedicada al bienestar animal. Las críticas se centran en eso, pero hay otros intereses, como los granjeros de la zona, que nunca la vieron con buenos ojos. O los cazadores, que no pueden ejercitarse allí porque es un entorno protegido. Es verdad que hay una valla y no salen cuando falta comida o hace mucho frío, pero no por ello es menos natural”, asegura.
Abrir un corredor para conectar la reserva con un bosque, denominado Horsterwold, situado hacia el este, es otra posibilidad. De este modo, se ampliaría el radio de acción de los herbívoros. Cornelissen y Olff son partidarios. Lo mismo que Kirsten Schuijt, directora de la sección holandesa del Fondo Mundial para la Naturaleza. “Es un corredor ecológico que debería hacer posible la provincia de Flevoland, la Comisión Forestal, o una política de descentralización. La responsabilidad de nuestro ecosistema es del Estado”, ha señalado.
Sin embargo, la idea del corredor fue abandonada en 2012 por el Gobierno, y ahora hay otros intereses en liza. El más señalado es la ampliación del aeropuerto de Lelystad, en la misma provincia de Flevoland, para descongestionar el de Ámsterdam-Schiphol. “Deberá tener en cuenta la reserva, que forma parte de Natura 2000, la red de espacios protegidos de la UE. Y claro, con el corredor habría más pájaros, en especial gansos. Un problema de seguridad para la aviación”, apunta Olff. “En otros lugares del país se diezman jabalíes o tejones y no hay tantas protestas. En Oostvaardersplassen es más visible, pero la gente corre el peligro de tratar a todos los animales como mascotas”, concluye.
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