Y Cataluña, además, apuesta por el machismo
En el Govern no hay paridad porque se antepone el 'procesismo' a la paridad
Hay un penúltimo argumento falso procedente de Cataluña: en el Govern no hay paridad porque se antepone el procesismo a la paridad. La coartada es simple: lo prioritario es hacer república.cat sin más. Por supuesto, eso tendría credibilidad de no haber un gran número de mujeres indepes con un perfil y un compromiso sectario semejante. De Neus Llovera o Ramona Barrufet, de Teresa Laplana a Anna Simó, hay banquillo más allá de Forcadell, Bassa, Rovira o Gabriel. Sencillamente, según los parámetros al uso, con 3 mujeres y 11 hombres, el Govern es machista además de independentista.
Desde luego, aquí o en Europa, se va a juzgar la involución en Cataluña antes por el racismo de Torra, que por el número de mujeres. Hay muchos gobiernos europeos poco paritarios. Pero sin duda es un motivo más para desacreditar el perfil trabucaire de Torra.
Un viaje por esa España de “bestias con forma humana”, cuyo ADN es de un grado menos evolucionado, les puede enseñar algo. Cataluña, con su vieja vitola de oasis de la modernidad frente al país que ellos identifican con Francoland, ofrece en la actualidad el Gobierno menos igualitario.
Los gabinetes de presidente con seis consejeros y cuatro consejeras, el consabido 60%-40%, marcan una pauta. Así se conforma en la Galicia de Núñez Feijoo, la Murcia de López Miras, también Canarias, o Castilla-La Mancha donde gobierna el socialista García-Paje. Algo más ajustado, con cinco consejeros y tres consejeras, está La Rioja, o el siete a cinco de Castilla y León. En el País Vasco, donde el mantra de “los vascos y las vascas” ha sido objeto de reproches por la falta de paridad en su nomenclatura, el Gobierno Urkullu tiene mayoría de hombres pero más equilibrada: seis consejeros y cinco consejeras. En Aragón, Lambán tiene cinco consejeros y cuatro consejeras, más igualitario que Javier Fernández, cuyo cinco a tres frisa el 40% como Susana Díaz con cinco mujeres y ocho hombres. Por cierto, cinco a cuatro es también el par de Ángel Garrido en Madrid; corrigiendo paradójicamente a Cifuentes que tenía hasta ahora el segundo gobierno más machista de España con dos mujeres y seis hombres, al nivel de Revilla, en cuyo gabinete las dos únicas mujeres las pone el PSOE. Y además hay varios gobiernos con mayoría femenina: Baleares, donde Armengol gobierna con seis consejeras y cuatro consejeros; Valencia, con cuatro hombres y cinco mujeres; y Extremadura donde Vara tiene dos consejeros y cinco consejeras. Los socialistas son los más comprometidos ahí, aunque también Uxue Barkos tiene mayoría de mujeres.
Este recorrido marca una clara tendencia. Y solo hay un Gobierno claramente fuera de ella: Cataluña. El Ejecutivo, con 11 hombres y tres mujeres (21%), es una anomalía bochornosa en la realidad española.
La decisión de Torra desmiente además su compromiso en el discurso de investidura. Claro que esto sólo evidencia algo ya sabido: el valor que tiene su palabra. Que esa composición incumpla la Ley de Igualdad asimismo evidencia algo ya sabido: el valor que dan a las leyes.
La pedagogía de los últimos años contra la legalidad sigue sumando.
A decir verdad, esto no es nuevo. La secuencia histórica en Cataluña es insuperablemente pobre. No hubo una mujer hasta la cuarta legislatura, en 1992, y no más de una mujer hasta 1999. El pujolismo impuso ese machismo protegido por la omertá como tantas otras anomalías.
Y por supuesto, ante esto, Esquerra ha comulgado con ruedas de molino, como con todo lo demás. Todo un progreso. Ciertamente Puigdemont, a través de su hombre en Barcelona, ha logrado consumar el vaciado de Esquerra. Y es algo que la CUP, con lógico oportunismo, no ha desaprovechado. Claro que si Esquerra traga con un supremacismo filofascista, cómo iba a poner pie en pared por el machismo.
Tal vez Puigdemont, al hacerle la lista a Torra, supiera que lograba un doble efecto: mantener su estrategia de provocación; y además desacreditar a Torra, al que no querrá ver crecer y acabar teniendo tentaciones de ‘matar al padre’ como él mismo ha hecho con Artur Mas, a quien le ha liquidado el partido que puso en sus manos.
En todo caso, la realidad desmiente la propaganda en Cataluña. A la evidencia de ni normalidad ni legalidad, se suma un tercer polo: ni modernidad.
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