El presidente que nunca fue
Venezuela es una nación que se niega a ser gobernada por un dictador a pesar de padecer los embates de una crisis humanitaria sin precedentes
La gran mayoría del pueblo venezolano desconoció este domingo la elección presidencial convocada fraudulentamente por la ilegítima Constituyente sin condiciones ni garantías democráticas. Se trató de una farsa que se tradujo en la práctica en una especie de paro cívico por la soledad en las calles y centros electorales a nivel nacional. Fue de tal magnitud la abstención real que el parcializado ente electoral sólo pudo maquillarla admitiendo que superó el cincuenta por ciento, la más alta de la historia.
Esa repuesta política del pueblo, superando el chantaje ilegal y el control social criminal de un régimen que somete a la gente por el estómago, evitó que se ejecutara el plan ya previsto de comenzar un nuevo diálogo con los candidatos perdedores en presencia por supuesto del inefable Zapatero. Con una votación menor al diez por ciento del electorado, no pudieron autodecretarse representantes de la oposición y prefirieron desconocer los resultados para intentar salvarse del ridículo. Y es que el fraude se había consumado mucho antes de la elección, como había sido denunciando ya por la verdadera dirigencia opositora y la comunidad internacional. Mientras se le impida votar a la diáspora y se cuente a lo interno con la perversa herramienta del “carné de la patria” para censar y coaccionar el voto, no hay manera de que las elecciones sean libres y justas en Venezuela, amén de la ilegalización de partidos políticos, inhabilitación de candidatos y la existencia de una Asamblea Constituyente que estaría por encima incluso del presidente electo.
Maduro es un dictador, no solo de desempeño, sino ahora también de origen. Ya no se trata de repetir las elecciones en octubre o en diciembre, sino de restituir la democracia y la vigencia de la constitución en el país, liberando a los presos políticos, devolviéndoles las competencias del Parlamento, eliminado la ilegítima ANC y organizando unas elecciones generales con un nuevo ente rector y con observación internacional verdadera. La ciudadanía seguirá resistiendo democráticamente, como lo hizo en 2015 votando masivamente por la Unidad, luego protestando pacíficamente en las calles el año pasado, y ahora con este silencio ensordecedor de una abstención en formato de desconocimiento y desobediencia civil. Es una nación que se niega a ser gobernada por un dictador a pesar de padecer los embates de una crisis humanitaria sin precedentes.
Esperamos que el desconocimiento de la elección se traduzca en el desconocimiento a Nicolás Maduro directamente y los países actúen en consecuencia con sus posiciones asumidas hasta ahora, entendiendo que el tiempo atenta contra millones de venezolanos que cada día que pasa sufren, mueren, emigran o se secan en las cárceles políticas. Maduro no se reeligió sino que se deslegitimó, convirtiéndose en un completo usurpador que pretenderá seguir oprimiendo al pueblo y desmontando el Estado para beneficio exclusivo de un cartel que usa el poder para mantener una red de crimen organizado a escala internacional. Con él ya no hay diálogo posible.
José Ignacio Guédez Yépez es miembro del Frente Amplio Internacional Venezuela Libre y fue secretario del Parlamento venezolano.
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