Regeneración en Argentina
El país no podrá asentar una recuperación duradera sin cambios sociales y políticos
Argentina se encamina hacia un objetivo imposible si antes no logra un acuerdo nacional, casi antropológico, sobre las causas y responsabilidades de una crisis no solo cambiaria. Arrodillado de nuevo, el país difícilmente podrá sentar las bases de una recuperación duradera sin una profunda mutación estructural, que no solo transforme la economía, muy dependiente de las materias primas, sino también la cultura social y política. En Argentina se ha depredado dinero público a espuertas, el comportamiento de los gobernantes ha sido cíclicamente indecente. Todos se olvidaron de la inversión en probidad, la más urgente.
Vigilado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el malo de la película, el trabajo del presidente Macri es ímprobo en el flanco económico: controlar la inflación, reducir el déficit fiscal, crecer recortando gasto público y eliminar las canonjías corruptas y reaccionarias, muy hostiles cuando se sienten amenazadas. La crisis monetaria remite a otras crisis inconclusas. El acuerdo nacional pendiente deberá incluir, ineludiblemente, al poder judicial, en el que no confía el 77% de los argentinos; más del 50% aprueba tomarse la justicia por su mano, según una reciente encuesta.
El pacto por el saneamiento, aconsejable en toda América Latina, no es viable sin los sindicatos, de cuyo chantaje saben todos los gobiernos, incluidos los peronistas. “Cristina [Kirchner] no tiene nada que ver con el peronismo. La esencia del peronismo es el trabajador”, subrayaba un miembro de la dinastía Moyano cuya pericia en demagogia es proverbial. Reconducir la cantinela del justicialismo pancista no será fácil, ni probablemente factible, sin destinar parte de la millonada del FMI a satisfacer a los gremios.
Los mercados no entienden de marrullerías. “Hay mucha confianza en el Gobierno de Macri, pero también muchas dudas sobre Argentina. Y es comprensible", reconoció en Madrid su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Los recelos son tan comprensibles como recurrentes los errores que causaron la actual postración de un país que a principios del siglo XX tenía un nivel de ingresos por habitante superior a los Francia y similares a Alemania.
Hay desconfianza en Argentina, pero el Ejecutivo de Macri también es Argentina, y el encargado de medicarla. Las clases medias y bajas serán de nuevo castigadas por las políticas de ajuste. Temen al FMI cuando debieran temer también la secular incapacidad de sus dirigentes, y la tendencia ciudadana a engañar al Estado y a protestar si el engañador es otro. La recuperación de la confianza pasa por la regeneración en todos los ámbitos. El escepticismo ciudadano es preocupante. Los argentinos desconfían de sus instituciones, de sus políticos y parecen dudar de sus propias capacidades, muy altas porque es un país de hábitos culturales punteros.
El país vive de prestado, traumatizado aún por el corralito de 2001. Contrae deuda para pagar deudas, pensiones y planes sociales, y tropieza de nuevo con una pandemia, cuya factura pagarán los de siempre: los más débiles.
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