_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ojo: peligro por derrumbe

Ante su previsible declive electoral, el PP muestran una atrofiada capacidad de respuesta

Sandra León
Rafael Catalá en la final del Open BancSabadell-Trofeo Conde de Godó disputado en Barcelona.
Rafael Catalá en la final del Open BancSabadell-Trofeo Conde de Godó disputado en Barcelona. Alejandro García (EFE)

Desde hace algún tiempo, ser testigo de los acontecimientos políticos de este país pasa por un ejercicio de doble rechazo que culmina en perplejidad. El rechazo que, primero, se dirige hacia una actuación ilegal, corrupta o simplemente aborrecible y que, después, acaba transformándose en un sentimiento de oposición ante la reacción de los poderes públicos: bien porque estos se exceden en su interpretación de las actuaciones o porque su reacción es incompatible con la salvaguarda de las instituciones.

Lo ocurrido con Cifuentes y el ministro Catalá lo ilustra bien. En ambos casos se produce inicialmente una actuación que indigna a los ciudadanos: las mentiras de Cifuentes, por un lado, y el voto particular en el juicio de La Manada, por otro. El PP reacciona protegiendo primero a Cifuentes y luego forzando su dimisión tras un vídeo humillante cuya publicación abre serios interrogantes sobre la manera de ejercer el poder de este partido. En el caso de Catalá, el ministro pretende empatizar con la indignación popular cuestionando la capacidad del juez que emitió el voto particular, en una muestra de incompetencia en el cargo y de ninguneo al CGPJ.

La imprudencia de Catalá es la misma que llevó a Montoro a afirmar que no hubo dinero público en el referéndum del 1 de octubre. Ambas reacciones son síntoma de las tensiones que genera en el PP su previsible declive electoral. Muestran una atrofiada capacidad de respuesta. Un desesperado intento de conectar con la opinión pública, como cuando decidieron apuntarse a la defensa de la prisión permanente revisable.

En las democracias consolidadas la alternancia en el poder es ordenada: unos partidos llegan, otros se van y el marco institucional permanece intacto. El PP aborda el cambio de ciclo electoral arrastrando en su declive a las instituciones. En su caída, los populares han decidido adoptar como salvavidas la patrimonialización del interés general por el interés de partido. Por eso, hasta el fin de la legislatura, cualquiera de sus actuaciones debería acompañarse de un cartel que rece: “Ojo: peligro por derrumbe”. @sandraleon_

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_