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Columna
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Hegemonía

CCOO y UGT parecen no enterarse de lo que está en juego en Cataluña, ignoran hechos y leyes

Antonio Elorza
Manifestación de este domingo en Barcelona en apoyo a los políticos presos.
Manifestación de este domingo en Barcelona en apoyo a los políticos presos.Andreu Dalmau (EFE)

La participación de los dos sindicatos estatales en la manifestación a favor de los presos ha sido un acto irresponsable y cínico, pero eso no significa que carezca de motivación. Es irresponsable, ya que coloca al dúo de centrales frente al orden constitucional, proporcionando un lamentable aval ante el mundo a quienes perpetraron tanto la rebelión del 27 de octubre como el golpe parlamentario del 6-7 de septiembre. Parecen no enterarse de lo que está en juego, ignoran la estrategia independentista, y asimismo hechos y leyes. Es cínico porque la coartada de servir de puente, cuando toman así resueltamente partido por la ilegalidad, constituye un insulto a la razón y a la moral. Amén de actuar contra los propios intereses de los trabajadores. Su gesto solo puede entenderse como sometimiento a la hegemonía que antes y después del 21-D ejerce el independentismo sobre la sociedad catalana.

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Paradójicamente, tal hegemonía nace de la insuficiencia originaria del procés: aunque hablasen siempre del “pueblo catalán” como protagonista de la independencia, tanto diseñadores como portavoces suyos eran conscientes de su condición minoritaria en el conjunto de la sociedad catalana. Las elecciones vinieron a probarlo. Así que desde el primer momento se puso en acción un constante pressing sobre la opinión, a favor del discurso de la Generalitat y del monopolio ejercido en sus medios de comunicación, con el respaldo larvado pero inequívoco de periódicos supuestamente equidistantes y de quienes presumen de ser la vanguardia de la televisión y de la prensa críticas.

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Ha sido una obra maestra de totalismo, de totalitarismo horizontal, con mentiras y desacreditación sistemáticas de la democracia española, y una sola cuerda en el violín: que Madrid rechaza el “derecho a decidir” del pueblo catalán. El resultado fue un eficaz e implacable cerco a los constitucionalistas. Colaboraron en ello periódicos respetables, que califican de intento la DUI del 27-O, y compañeros de viaje (Colau-Podem). A continuación la propaganda de desgaste se volcó hacia el exterior, jugando a fondo la baza del desprestigio español por los “presos políticos”. CC OO-UGT decidieron sumarse al Síndic de Greuges, otro constructor de puentes, con ese objeto.

Rajoy ha contribuido decisivamente desde 2012 a propiciar la campaña, mediante su judicialización vacía de política. La opinión pública se hizo eco, reforzada por la sensación de indignidad que transmite la tolerancia gubernamental ante su corrupción partidaria. Más casos tragicómicos, como el de Cifuentes, que requería solo una dimisión a tiempo. El PP maneja pésimamente este aspecto, a diferencia de la extrema izquierda que al promocionarse alegalmente en el campo académico se movió como pez en el agua. Y la indignidad se prolonga hacia la política catalana, en la guerra desatada contra Ciudadanos, a dúo con PSC-PSOE, olvidando todo sentido del Estado

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