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Miedo a la libertad
Columna
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El imperio contraataca

Rusia y Turquía resurgen por la incapacidad de los gobiernos del llamado mundo libre

Putin abraza ayer al patriarca Kiril de Moscú tras el servicio religioso.
Putin abraza ayer al patriarca Kiril de Moscú tras el servicio religioso. SERGEI ILNITSKY (EFE)

Donald Trump, con el cabello alborotado, sigue destruyendo los equilibrios geopolíticos del continente americano, mientras que, en Eurasia, dos imperios desaparecidos se dan la mano. Ni el propio Recep Tayyip Erdogan sabe hasta dónde llega la purga que ha hecho en Turquía. En cuanto a Vladímir Putin, ahí está la larga mano de la verdad del Kremlin que te alcanza, ya sea en forma de té radiactivo o de enfermedades de nuevo cuño que solo atacan a los exagentes rusos que trabajan con otros. Son dos imperios ausentes de la modernidad que resurgen por la impericia, la ineficacia y la incapacidad política y social de los gobernantes del llamado mundo libre. Es evidente que algo se ha perdido desde la Segunda Guerra Mundial y la guerra contra el comunismo.

Todavía recuerdo El fin de la historia. Y, seguramente, Francis Fukuyama nunca imaginó que Occidente se volvería tan suicida y que olvidaría, desde el mismo momento en el que ganó la guerra ideológica, lo mejor de sus propias lecciones. Saber ganar es tan importante como saber conquistar. En 1948, los vencedores de la guerra mundial se dieron cuenta de que, para evitar futuros Hitler o Mussolini, lo mejor era inventar el Plan Marshall para recuperar Europa y apartarla de la tentación totalitaria en la que cayó tras la Gran Depresión de 1929. En algún momento existió un mundo que supo vencer y convencer. En 1989, con la caída del Muro de Berlín, el planeta entró en una etapa en la que no solamente la historia se acababa, sino que definitivamente se iba a un mundo unipolar basado en la libertad del mercado y del consumo.

Hoy, con Donald Trump gobernando Estados Unidos, Rusia vuelve a resurgir como un imperio. No solo por su conexión casi genética con la esencia pura del pueblo ruso: sentimentalismo y brutalidad a partes iguales y la necesidad siempre de un zar. Da lo mismo que sea con una hoz y un martillo o con una corona y un cetro porque es una figura fundamental del entendimiento del poder ruso y, en ese sentido, Putin es el zar para todos los tiempos.

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Lo que hizo Occidente después de la caída del comunismo y del Muro fue humillarlos y dar lugar a la mayor exhibición de trata de mujeres jamás conocida. La noche en la que los rusos tomaron Berlín hubo más de 40.000 violaciones denunciadas. Nosotros, como si en vez de caer el Muro hubiéramos tomado el Kremlin, lo hicimos a la inversa. No las violamos. Las compramos y las trajimos directamente a donde podían comer.

Putin y Erdogan ya tienen una central nuclear juntos. Ya tienen una Siria que compartir. Pero, sobre todo, tienen en sus manos el fin de la OTAN. La clave es que el sistema de defensa antimisiles ahora es ruso y no estadounidense. El imperio ruso está de vuelta y el otomano quiere volver. Ambos, en un movimiento muy inteligente, han decidido darle la mano al tercer imperio, aquel con el que acabó Alejandro Magno y que, desde Darío y Jerjes I, está en crisis, aunque flote sobre océanos de petróleo, como Irán. En esta situación tan compleja, el mundo libre tiene como líder a Trump. Él es su caballero, su defensor y su estratega.

¿Quién va a detener a Putin? Puede avanzar hacia Oriente Próximo, y de ahí a donde quiera, con su gas que calienta a toda Europa. Tiene la posibilidad de convertirse, por cualquier razón, en un elemento de destrucción en cadena de valores y libertades. Este es un plan y hay que ser consciente de que los imperios emergentes podrían llevarse por delante a la Unión Europea —suicidada por su soberbia y por la incapacidad alemana— destruyendo a la OTAN. Y el punto de destrucción de la Alianza Atlántica se llama Turquía.

Los vencedores no han sabido serlo. Ganaron la guerra para perderla después. Ahora, dominan Apple y controlan la tecnología, pero otros forman el “imperio de los hackers”. No es que el imperio contraataque, es que el imperio ha creado “la fuerza” que acompaña a los nuevos caballeros jedi, aunque esos sean ahora los nuevos villanos. Mientras tanto, Trump se dedica a destruir, vía Twitter, a Amazon, una de las mayores empresas estadounidenses que ha cambiado nuestra manera de consumir. ¿Quién nos defenderá de nosotros mismos?

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