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CLAVES
Columna
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Para qué sirve un máster

Una pregunta dirigida a Cristina Cifuentes: señora presidenta, bajo su punto de vista, ¿para qué sirve un título académico?

Biblioteca del Colegio de los Trinitarios, en la Universidad de Alcalá de Henares. / Vídeo: Cifuentes defiende su título de máster en la Asamblea de Madrid.
Jorge Galindo

¿Para qué sirve un título académico? Los científicos sociales están más o menos de acuerdo en que, por regla general, a mayor nivel educativo adquirido más alta tiende a ser la renta de los individuos. Donde ya no lo están tanto es en cómo y por qué sucede esta correlación. Resumiendo en pocas palabras un debate que suma ya millones de ellas, los teóricos del capital humano argumentan que las herramientas y conocimientos adquiridos en el proceso educativo son la clave del éxito. Otros estudios argumentan que, aunque el contenido de un título sea peor, si la señal que emite es lo suficientemente prestigiosa la proyección laboral y social se producirá igualmente.

Los creyentes en la meritocracia utilizan a menudo los argumentos del capital humano: los mejores, dicen, los más preparados acaban en la cima de la sociedad. Quienes son más escépticos con el mérito individual y entrevén en cambio una estructura limitando las oportunidades de cada uno de nosotros prefieren la idea del título como señal: no sólo de prestigio, también de redes. Con quién estudiaste. Dónde estudiaste. De quién eres amigo tú, o la institución que te otorgó el título.

Lo más probable es que tanto señal como capital humano pesan a la hora de definir la importancia material y social de los títulos. De hecho, no son independientes entre sí: las mejores instituciones suelen emitir señales más potentes, atraer más talento… y también tener filtros más selectivos a la hora de escoger quién entra. Podría decirse que cada sociedad puede escoger en qué punto se sitúa: si prefiere un sistema educativo con una calidad más homogénea pero donde las señales pesen menos, u otro en el que haya lugares excelentes pero que acaben acumulando privilegios diferenciados. En este sentido, no es imposible acabar en un equilibrio perverso, en el que una sociedad valore ciertas enseñanzas aunque estén vacías de contenido. Un sistema poco productivo, pero efectivo para repartir recursos entre unos pocos.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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