Puño en alto por Winnie Mandela
Los sudafricanos recuerdan su lucha por los derechos de la mujer tras el 'apartheid'
La casa de ladrillo de Winnie Madikizela-Mandela en el barrio de Soweto de Johannesburgo no tiene valla electrificada, una declaración de intenciones en una Sudáfrica de clase alta obsesionada por la seguridad. Es un mensaje de cercanía hacia la población que defendió hasta que falleciera el pasado lunes a los 81 años, dejando tras de sí su lucha incansable contra el apartheid, pasajes comprometedores por el uso de la violencia para alcanzar sus objetivos, o su trabajo posterior por los derechos sociales, en especial de las mujeres. Bajo la lluvia, hasta esos ladrillos mojados, se acercan el día después de su deceso centenares de familiares; vecinos; políticos; miembros de su formación, el Congreso Nacional Africano (CNA), y un grupo de estudiantes del partido de la oposición, Luchadores por la Libertad Económica (EFF), que a las puertas de la residencia entonan durante horas cánticos en zulú a la mujer conocida como Madre de la nación.
“Destaco su lucha por nosotras, ella trabajó por nuestra educación, por la salud, por los medicamentos gratuitos, por los niños huérfanos, por las viudas. Era una mujer brillante, luchadora, quería estar cerca de nosotros, no como el expresidente Zuma”, dice Salfie, una de las participantes en la marcha del partido EFF, quien desde un suburbio del norte ha ido hasta South Western Townships (Soweto) para rendirle homenaje. “Su lucha no está completa, hay que proseguirla. Nos enseñó que los derechos de las mujeres no son inferiores. Y aunque cometiera algunos fallos, debemos quedarnos con todo lo que hizo por nosotros”, dice también frente a esas puertas Bheki Ntshali, secretario general del Congreso de Sindicatos Sudafricano (Cosatu), que levanta el puño emulando el gesto icónico y de lucha de la que fuera esposa de Nelson Mandela durante más de 30 años.
"Era brillante, una luchadora resiliente y disciplinada", recuerda una ministra amiga de la infancia
La activista antiapartheid mantuvo viva la lucha contra la discriminación racial en Sudáfrica durante los 27 años de encarcelamiento de su marido, y alentó su memoria durante estas décadas de represión. También perseguida por la Justicia, desde su arresto domiciliario cabiló estrategias de ataques y forjó su escolta personal a través del Club de Futbol Mandela United (MUFC). Un periodo por el que terminaría acusada de brutalidad y condenada a seis años de prisión por el secuestro de seis jóvenes, una pena que cumplió en libertad tras pagar la fianza. Pero las desventuras de su polémica figura, también manchada por fraude en el partido, se difuminaron con el tiempo, y su carisma y su fuerza arrasó entre la sociedad, que la despedirá en un funeral oficial el próximo 14 de abril.
"Nos conocíamos desde que éramos niñas pequeñas, y la recuerdo de cuando ejercía de trabajadora social. Era brillante, una luchadora resiliente y disciplinada, siempre quería que estuviera todo en orden”, recuerda de ella con cariño Susan Shabangu, ministra de Desarrollo Social de Sudáfrica, que rememora con gesto complaciente que lucharon juntas de jóvenes no solo contra la discriminación racial, si no también contra el sistema, “nunca se asustó frente al apartheid", dice con decisión. Mientras, ataviadas de verde y amarillo, como los colores de su formación, y varias con sombreros de fieltro negro o pañuelos en la cabeza, las compañeras de la Liga de las Mujeres del ANC que Winnie presidió entran en el domicilio para la ceremonia privada, algunas entre lágrimas, otras entre risas. También levantan el puño. “Hay un ambiente triste dentro. Sabíamos que un día moriría, pero no esperábamos que sucediera ya. En la sala ha hablado un alto cargo que ha trasladado mucha fuerza a toda la familia”, asegura la parlamentaria Nomantu al salir de la residencia.
"Nos enseñó que los derechos de las mujeres no son inferiores. Hay que seguir su lucha", dice el secretario general del Congreso de Sindicatos Sudafricano
A apenas unos metros de allí, la camarera del bar que está frente a la casa de Nelson Mandela, visitada cada día por centenares de turistas, muestra su orgullo por haberla visto en persona. “Fue hace apenas un mes, el pasado 10 de marzo. Se sentó en la mesa de la esquina junto al presidente Cyril Ramaphosa y pidió Mleqwa, un plato típico africano. Fue muy amable y cercana”, dice Nthabeleng, que aun destacando que ella es de Lesoto, siente a Winnie como su madre también. “Luchó mucho por las mujeres y los niños, en concreto por los que sufrían abusos”, concluye. Y sobre esa mesa de la esquina, en una televisión colgada en la pared, se emiten horas y horas de informativos sobre la figura de Winnie Madikizela-Mandela. Ramaphosa declara de ella en los medios: “Era la voz del desafío y la resistencia, la voz de los sin voz. Nunca dudó de que la lucha por la democracia y la libertad sería un éxito. Es la inspiración de un sueño por una sociedad mejor”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.