Mi hijo tiene 18 años y nunca le he hecho una analítica, ¿he actuado bien?
Tras una conversación con mi madre, me pregunté: ¿cuándo sería aconsejable realizar un primer análisis de sangre?
Recientemente, mi madre me preguntó si había realizado en alguna ocasión alguna analítica de sangre a mi hijo que, actualmente, tiene 18 años. No, le contesté. Sorprendida me dijo que si, con esa edad, no iba siendo hora de que le pidiera a su médico un análisis de sangre para, según ella, “saber si el niño se encontraba bien”. Esta conversación rondó durante días mi cabeza. ¿Habría hecho bien manteniéndole alejado, durante todo este tiempo, de las fatídicas agujas que atravesarían su piel, para encontrarse con el tejido conectivo líquido, que circula por capilares, venas y arterias?
Entonces, vino a mi recuerdo mis años de niñez, en la que un gran número de mis amigos, con tan solo siete u ocho años, ya habían asistido al centro de salud a que le extrajesen sangre para, como dice mi madre, saber “si se encontraban bien”. Un acto del que, finalmente, tampoco yo logré escabullirme. En mi etapa como madre, reconozco que siempre he pospuesto de manera consciente el hecho de pedir al pediatra la realización de un análisis de sangre, máxime cuando, no tenía indicios para dudar de que mi hijo era un niño sano. Pero, tras la conversación mantenida con la abuela de la criatura me preguntaba, ¿cuándo sería aconsejable realizar una primera analítica de sangre?
María José Mellado, jefa del Servicio de Pediatría, enfermedades infecciosas y tropicales del Hospital Universitario La Paz, apunta que “en España, a todos los recién nacidos se les hace una analítica de rutina de sangre del talón, para descartar “Enfermedades Metabólicas” graves que no dan la cara inicialmente y, si se diagnostican, tienen tratamiento temprano y buen pronóstico de la enfermedad. Cada comunidad autónoma establece un número determinado de enfermedades a estudio”. Además, Mellado señala que una analítica rutinaria, “solo estaría indicada si hay alguna patología que lo requiera. No en un niño sano”. Una opinión con la que coinciden Concha Sánchez Pina, presidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), y José Mengual Gil, coordinador del grupo Previnfad de la AEPap, quienes insisten en que “si los hijos son niños o adolescentes sanos y no pertenecen a grupos de riesgo, no hay que realizar ninguna analítica durante la infancia y la adolescencia”.
Actualmente, no existe ninguna recomendación para realizar analíticas de sangre de rutina dentro del programa de seguimiento del niño sano. En niños sanos, sin enfermedades crónicas y que no tengan antecedentes familiares de enfermedades hereditarias, no está indicada la realización de analíticas de sangre para comprobar su estado de salud. Ante la pregunta de si es necesario que se desarrolle un protocolo sobre la realización de esta prueba, María José Mellado manifiesta que “existe un protocolo establecido para el cribado de enfermedades metabólicas y algunos déficits genéticos. Sin embargo, no todas las enfermedades están contempladas; siendo muy importante añadir otras muy graves y que, diagnosticadas en periodo neonatal, pueden prevenirse con trasplante, como las inmunodeficiencias. En niños sanos no es necesario ningún protocolo de analítica rutinaria”. Solo en el caso de que haya antecedentes familiares de enfermedades genéticas puede estar indicado realizar un análisis, por ejemplo, en el caso de la hipercolesterolemia familiar, se realiza al niño un análisis alrededor de los 8-10 años. En otras enfermedades genéticas, el estudio del gen es la única forma de realizar el diagnóstico, por tanto, debe realizarse analítica de sangre.
Sánchez Pina y Mengual Gil aseguran que “solo hay que hacer analítica si presentan síntomas de tener alguna enfermedad o si pertenecen a alguno de los grupos de riesgo que precisan de análisis sanguíneos para realizar un cribado. En cada circunstancia se deben de medir unos valores u otros; no existen unos valores en los análisis sanguíneos que sirvan para todos. Su pediatra sabrá cuáles son los valores para medir en cada circunstancia”.
Si el niño presenta alguna patología, como enfermedades crónicas tipo diabetes, enfermedad celíaca, enfermedades renales, etc., si se aconseja realizar análisis de sangre rutinarios o periódicos para ver la evolución de la enfermedad o sus posibles complicaciones. En estos casos, mantiene María José Mellado, “sería preciso la realización de una analítica, orientada por la sospecha clínica: hemograma y hemoglobina en caso de anemia, leucocitos, fórmula leucocitaria, reactantes de fase aguda y cultivos, si se sospecha enfermedad infecciosa, o estudio inmunológico de linfocitos B y T, si se sospecha inmunodeficiencia, etc”.
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